Taller: El Palomar
Oficio: Cerámica
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Cali, Valle del Cauca
carrera 12 #2-41
3117579898
elpalomar@ceramicaselpalomar.com
@elpalomarceramicas
@elpalomarceramica
La arcilla llegó como una intuición a la familia de El Palomar. La primera vez que Isleny Valencia tocó el material fue para hacer los recordatorios del primer cumpleaños de su hija mayor, Jessica, y la alegría fue inmediata. Estaba creando con las manos para celebrar la vida que había creado con el vientre. Hizo, como podemos intuir, palomitas. Y como fueron todo un éxito entre los invitados al cumpleaños, decidió seguirlas haciendo por las noches después del trabajo, esta vez junto a su esposo Mauro Phazan, para venderlas en una feria en Cali, en la que también llamaron la atención.
El acierto de haber encontrado su destino se hizo evidente cuando se dieron cuenta de que podían vivir de la cerámica, y vivir bien. Isleny renunció a su puesto como asistente contable y Mauro a su cargo de ingeniero en una azucarera. Se dedicaron de lleno a la arcilla y llevaron sus palomitas a Bogotá, Cartagena y Venezuela. En el camino aprendieron cuál era la mejor arcilla, cómo colarla para quitarle las piedritas y la arena, cómo decantarla, y a esmaltar después de un tiempo de decorar en frío lo que quemaban en el taller de un amigo en San Antonio. Después agrandaron el repertorio, recreando los gatos de Hernando Tejada, amigo de la familia, inventándose los caballos de la prosperidad llenos de adornos barrocos, y personajes muy caleños como las vendedoras de chontaduro y los corteros de caña, otros como los silleteros, y las vírgenes y santos que entraron a hacer parte del catálogo después de que les mandaran a hacer tantos por encargo.
Luego el taller cambió. Los padres se separaron y aprendieron, con el tiempo, a compartir como colegas de un mismo oficio, con talleres separados por un muro. Y los hijos, que de niños siempre dibujaban a sus padres sentados en una mesa trabajando con la arcilla, se unieron al taller de la madre. Jessica, hermana mayor y arquitecta interesada en las formas rectas y abstractas, se encarga del diseño de las piezas, y de las cuentas. Y Ravel, el hermano menor, se fue por las comunicaciones y la restauración de piezas de sus clientes.
Todavía los acompañan esas primeras palomitas, cuyo origen no fue casual. Cuando hace memoria, Isleny recuerda que tuvieron por mucho tiempo, viviendo con ellos en la casa, una pareja de palomas. Se las habían regalado sus suegros en Ecuador durante un viaje en el que llevaron a los niños a conocer a sus abuelos, y por ellos se llamaron Tomás y Rosita. Así que las réplicas de las palomitas en cerámica no se vendían individualmente, sino siempre en pareja. Hacen también réplicas de las populares macetas de San Antonio, esos palos de balso incrustados con dulces, ringletes, pajaritos y cosas coloridas, que les dan los padrinos a los ahijados cada 29 de junio, y que poco tienen que ver con las macetas en las que crecen las plantas. La historia cuenta que todo empezó con una mujer que estaba cuidando a unos niños que no dejaban de llorar. Lloraban y lloraban y ella, en su desespero, calentó un poco de azúcar hasta dar con el punto del caramelo, lo moldeó en pajaritos, y le dio las figuritas a los niños, que finalmente se calmaron.
Después de tantos años trabajando con arcilla, Isleny no ha perdido el placer del hacer. Describe su oficio como una meditación constante porque estar con la arcilla es olvidarse de todo, algo parecido a lo que siente cuando hace yoga, disciplina que practica, también, desde hace mucho, antes de que se pusiera de moda. Con las mujeres madres cabeza de hogar con quienes trabajan desde hace años, ya son como una familia. Han visto a los hijos de cada una crecer y por eso se celebran las unas a las otras el día de la madre, los cumpleaños, y parten una torta en navidad. Y parte de ser una familia son, por ejemplo, las fiestas del pan que Isleny hace para reunir a los amigos, agradecer y celebrar. Por medio del pan, que amasa con la misma fuerza en las manos que la arcilla, recuerda que no hay que dejar la vida pasar, ni pasarla por alto.
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