En el Cesar conviven dos tradiciones culturales que guardan una profunda belleza, una se caracteriza por sus puntadas y la otra por sus encantadores sonidos y letras: la tejeduría de mochilas y el vallenato. En el calor de esta tierra, acunada por la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, se han entrelazado a la sombra de los palos de mango y mamoncillo, los sonidos, las puntadas y los sabores que deseamos que conozcas y degustes plenamente. La experiencia te dejará fascinado y plácido.
La Sierra Nevada de Santa Marta, habitada y protegida por los pueblos indígenas Arhuaco, Wiwa, Kankuamo y Kogui es el territorio fértil que ha dado vida a la tradición de la tejeduría de mochilas que representan la fibra del alma indígena. De su tierra brotan los magueyes, cuya fibra se convierte en fique y se crían las ovejas que proveen la materia prima a las artesanas que tejen la lana. El fique y la lana son las fibras con las que se tejen las puntadas que suben en espiral para darle cuerpo a cada mochila, de la misma manera en que los pies de sus pobladores han recorrido la Sierra cuesta arriba.
Al pie de la Sierra, imponente, mística y parrandera está Valledupar, el epicentro de esta ruta artesanal. En los corregimientos al norte de esta encantadora ciudad podrás conocer a las artesanas Wiwas y Kankuamas y sus mochilas en fique; mientras que al sur, en Pueblo Bello, encontrarás a las tejedoras arhuacas de mochilas en lana. Descubrirás, de la mano de estas mujeres que guardan y transmiten la sabiduría ancestral de sus pueblos, una tradición profundamente influenciada por el territorio. El trabajo silencioso de las tejedoras, ligado al pensamiento, contrasta con los cantos vallenatos dedicados a la tierra y al amor. Aquí podrás aprender y gozar recorriendo las calles de Valledupar; mientras saboreas un delicioso rosquete o una arepa de queso con agua de maíz.
Agéndate para visitar esta tierra a finales de abril si quieres disfrutar del legendario Festival Vallenato de Valledupar. Ten en cuenta que la temporada de lluvias es en mayo, y de septiembre a noviembre, época en la que el acceso a algunos corregimientos puede verse afectado.
Agendar anticipadamente la visita con los artesanos
Llevar dinero en efectivo
Viajar en época de verano (diciembre - abril, junio - julio)
Para ir a Atanquez, Los Haticos y La mina, llevar hidratación y snacks
3 días
Carro o bus
Llega al aeropuerto Alfonso López Pumarejo o a la Terminal de Transporte de Valledupar y arranca para Patillal, a 32 kilómetros. En el camino se puede parar a comer un cocotazo (buñuelo hecho con maíz biche) y al llegar a este famoso pueblo inmortalizado por los cantos vallenatos, se recorre la Plaza de Las Monedas, que te enseñará sobre la historia de los juglares.
Luego, visita a Gloria Malo y su comunidad de tejedoras en el resguardo Wiwa de Tejunke, a veinte minutos de Patillal, y descubre los significados de las puntadas Wiwa y tipos de magueyes.
De vuelta en Valledupar, en cuyas calles y rompois, como se les conoce a las glorietas, se cuenta la historia del Vallenato y sus gente. Te recomendamos llegar a la Plaza María Concepción Loperena y desde allí caminar hasta la Plaza Alfonso López, en cuyas baldosas se lleva registro de los reyes vallenatos. En el recorrido pasarás por la parroquia Nuestra Señora del Rosario, patrona de la ciudad y que tiene una historia de 450 años. En la ruta se encuentra el Colegio Nacional Loperena, donde estudiaron Escalona, Rafael Orozco y Diomedes Díaz. Una vez en la Plaza Alfonso López, estarás muy cerca del centro histórico y del primer barrio de la ciudad, El Cañahuate. Después de recorrer este barrio histórico y si te queda tiempo, visita el Museo del Acordeón o el Centro de Memoria El Cuartico.
Para almorzar un suculento sancocho de gallina, mondongo o costilla, te recomendamos El Totumazo. Para desayunar, Típicos Eloy y para saborear otros platos típicos, Compae Chipuco, y para probar comida de monte, La Razón. En cualquiera de estos restaurantes podrás darte un comistrajal, como se le dice aquí a los platos generosos y deliciosos.
Al norte de Valledupar te adentrarás en los resguardos indígenas Kankuamos para conocer a cuatro sabias tejedoras. Onilda Rodríguez y La Maye están en La Mina, a 42 kilómetros de Valledupar y muy cerca del balneario del Río La Mina, donde podrás asolearte y bañarte entre piedras blancas gigantescas que parecen huevos prehistóricos. A diez minutos de La Mina te espera Élsida Arias en Los Haticos, y a diez minutos de Los Haticos, Aura Montero y todo su conocimiento sobre tintes naturales te darán la bienvenida en Atanquez, la capital indígena Kankuama. Si vas a mediados de junio, podrás hacer parte de las populares celebraciones de Corpus Christi en Atanquez. Te recomendamos agendarte para volver a Valledupar antes del anochecer.
Nuestra ruta termina en Pueblo Bello, de clima más templado y donde se respira el aire purificador de la Sierra. Aquí te recibirán Anariakna Mestre, Yamile Conrado y Keiwia Chaparro para que conozcas, entre otras cosas, lo que quiere decir que una mochila tenga pensamiento de mujer o de hombre. No pierdas la oportunidad de pasar la noche en Pueblo Bello. En la tarde puedes recorrer sus blancas calles, visitar el Centro de memoria histórica arhuaca, mientras disfrutas de su maravillosa naturaleza.
¡Hasta pronto!
El chivo guisado o en sopa es uno de los platos de tradición culinaria presentes en los hogares cesarenses. El chivo se cocina con especias, verduras y leche de coco, y se sirve con arroz, yuca y plátano. Es una carne muy sabrosa y nutritiva que se disfruta en cualquier ocasión. Pruébalo en El Hotel Mama o en Wayuunaiki.
La arepa de queso es una comida típica vallenata que se prepara con harina de maíz o maíz molido, mucho queso costeño rallado y mantequilla. Se asa a las brasas sobre una hoja de plátano, y se puede acompañar con carne, chicharrón, huevo o mantequilla. Es una arepa suave, esponjosa y deliciosa que se come a cualquier hora del día. Disfrútala en los restaurantes Estrato 6 o en Las Majomas.
Valledupar y la zona norte del departamento tienen sus dulces caseros típicos que siempre se quieren comer, inclusive en momentos especiales. En donde Cecy Dangond se destacan los más importantes: el dulce de leche, dulce de plátano maduro, dulce de papayita, dulce de toronja, panochas, queques y cuques. Estos dulces son de consumo diario.
La Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia es un programa especial del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, ejecutado por FONTUR, que trabaja con 17 municipios de Colombia que poseen declaratoria de Bien de Interés Cultural (BIC) a nivel nacional para su valoración y proyección mediante el turismo, generando así más oportunidades de desarrollo y sostenibilidad en las comunidades.
La Medalla a la Maestría Artesanal es un galardón que Artesanías de Colombia entrega anualmente, con el cual se hace un reconocimiento a aquellos artesanos, empresas y comunidades artesanales que, contando con una trayectoria destacada, sobresalen a nivel nacional por su excelencia en el oficio así como por preservar el quehacer artesanal.
Es un signo distintivo que identifica productos reconocidos o famosos por tener una calidad o características específicas derivadas esencialmente del lugar de origen y la forma tradicional de extracción, elaboración y producción por parte de sus habitantes. La protección conferida sobre una Denominación de Origen implica que ninguna persona puede identificar con la denominación protegida productos iguales o similares a los amparados, cuando no provengan del verdadero lugar y no cumplan con las características o calidades que le han dado la reputación al producto reconocido. Las Denominaciones de Origen para productos artesanales colombianos que han sido protegidas por la Superintendencia de Industria y Comercio en nuestro país son actualmente 12.
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