Pisar Santander es caminar su historia y sentir el ardor de su clima. Es entender el recio tacto del fique en sus relatos. La dureza de un material que alimentó por décadas a toda una región tejedora de costales para el café y que, a finales de los años 60, padeció la transición al material sintético cambiando el curso de su economía. Pero es, sobre todo, descubrir el carácter terco y firme de sus habitantes, resistentes a todos los obstáculos y listos para crear nuevas narrativas de sí mismos. Sus artesanos son eso: contadores de cuentos con las manos. Al recorrer su paisaje artesanal recordamos a los pobladores ancestrales de la provincia de Guanentá, los indígenas Guanes, de quienes son herederos los artesanos, poseedores del saber de la tejeduría y la alfarería. En este paseo tendrás un baño intensivo en fibras y arcillas, ¡y en cuerpos de agua!
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7 días
Carro o bus
Empezamos por la capital, la ciudad bonita, con su clima caluroso y gente amable. Date una vuelta por la Plaza de Mercado Central, donde encontrarás literalmente de todo y podrás probar las delicias locales, y conoce la Casa de Bolívar, que te conectará no solo con la historia de la independencia sino con la de quienes habitaron estas tierras, los Guanes, cuyo legado en alfarería y tejeduría sigue fluyendo entre los santandereanos. Si lo tuyo es la aventura y la naturaleza, agenda un vuelo en parapente y visita el Jardín Botánico Eloy Valenzuela. Aquí, estarás muy cerca de la colonial Girón y de Floridablanca, con su imponente Cristo en el cerro del Santísimo. Agéndate para conocer a los artesanos de la capital el segundo día de viaje.
A media hora de camino está Lebrija, la capital piñera de Colombia, donde conocerás a las artesanas que se dedican a extraer de sus hojas las más delicadas y sedosas fibras. Además, Lebrija cuenta con numerosos destinos naturales en los que, entre pozos, cascadas y embalses, podrás encontrar la frescura en medio de su calor intenso.
Y a una hora y cuarto, te espera Zapatoca, pueblo de clima de seda, con su mirador Guane y su Viñedo de Sierra Morena, para el que antiguamente se fabricaban corchos en pauche, material maderable que conocerás a través de la artesanía, así como el bejuco con el que se tejen bellísimos canastos y lámparas. Pasa la noche aquí.
ZAPATOCA—BUCARAMANGA—PIEDECUESTA—CURITÍ
Después del desayuno sal de regreso a la capital, ahora sí, para conocer sus oficios. Empieza por la luthería de guitarras y luego arranca rumbo a Piedecuesta, donde te empaparás de las arcillas únicas de estas montañas. Después, atraviesa el imponente Cañón del Chicamocha y recorre los 75 kilómetros que hay hasta Curití, pueblo de nombre bonito donde se te quedará grabada la imagen de las pelambres de fique secándose al sol. En cada taller que te invitamos a conocer hay artesanos que dominan una técnica distinta y es emocionante verlos trabajar. Te proponemos dedicarle este día y el siguiente a conocerlos a todos. Podrás completar la experiencia artesanal yéndote, en un tuk tuk o mototaxi, de paseo a Pescaderito, una quebrada preciosa con varios pozos para refrescarse y caminar entre sus rocas. La temperatura es más fresca que en el resto del departamento y es un encanto perderse en sus atardeceres colmados de corredores de neblina, antes de disponerse a descansar. No te olvides de probar el cabrito tradicional de la región, así como sus tremendas empanadas de arroz rellenas.
A veinte minutos de Curití está San Gil, un destino colmado de naturaleza, agua y aventura, además de ser el hogar del maestro del fique a quien te queremos presentar. Puedes hacer rafting en el río Fonce y Suárez, así como pasear entre las ceibas y los más de 1.800 árboles gallineros del Parque El Gallineral. También puedes nadar en sus piscinas naturales. Es una ciudad verde. No dejes de ir a la plaza de mercado para probar su sopa de mute, las famosas arepas santandereanas y la tradicional pepitoria.
Y a 40 minutos de San Gil, está Barichara. Allí encontrarás el paraíso del descanso de Santander, descubrirás el tiempo detenido y entenderás por qué a sus habitantes les dicen “patiamarillos”, justo por el color intenso de su tierra naranja. Caminar por su empedrado a la sombra de los árboles es parte del plan, así como probar la carne oreada, y dejarse alcanzar por el olor del tabaco en alguna de sus esquinas. Imperdible la visita a la Fundación San Lorenzo de Barichara para maravillarse con la fabricación de papel; visitar también a los artesanos que habitan en el centro del pueblo, y a los que viven en las veredas aledañas. Tendrás la oportunidad de descubrir a maestros tejedores, talladores y ceramistas de tradición que no harán más que reafirmar la identidad de este pedacito de tierra. Pasa la noche aquí.
BARICHARA—SAN GIL—VALLE DE SAN JOSÉ—PÁRAMO
Toma el camino de regreso hacia San Gil, desde donde te dirigirás al Valle de San José, famoso por sus preparaciones de chorizo, sus pozos y balnearios. Es, además, el lugar ideal para conocer a otra exponente de la tradicional tejeduría en fique santandereano antes de sorprenderte con el uso del amero de maíz en Páramo, nuestro siguiente destino. De camino a Páramo, pasa por el Alto de la Cruz, en la montaña que acompaña al valle, para apreciar su totalidad. Y una vez en el municipio donde pasarás la noche, date un paseo por la Ermita de la Salud, la Parroquia Católica y la Casa Cultural.
A media hora de Páramo te espera Charalá, tierra de algodones y tejidos. Sus habitantes solían dedicarse a la tejeduría de lienzos para los trapiches, una tradición de la que podrás aprender de la mano de las integrantes de Corpolienzo, así como en su Museo del Algodón y del Lienzo de la Tierra. No dejes de darte un paseo por el Parque Principal y de apreciar su samán de más de cien años, antes de devolverte a San Gil, a 50 minutos de distancia.
SAN GIL—SOCORRO—OIBA
En el último día de la Ruta, conoce el pueblo patrimonio de Socorro y sus numerosas construcciones históricas; su Casa de la Cultura, Capilla inmaculada, Parque de la Independencia, Convento
y Monasterio que te transportarán a otra época. Justamente, muy cerca del parque principal, en una casa colonial, encontrarás el taller de la artesana del fique a la que te presentaremos. Recuerda que, además, Socorro cuenta con embalses, saltos de agua y cerros, así como su propio pedacito del Río Suárez.
Termina este viaje enriquecedor en Oiba, tierra de arcillas blancas, junto a una de las conocedoras de tan especial barro, y comprueba en un paseo por este pueblito pesebre que todo lo que plasma en sus jarrones se corresponde con la realidad.
¡Te esperamos de regreso!
El cabro se come frito, asado en horno de leña o a la brasa, acompañado de pepitoria, yuca y arepa santandereana.
La pepitoria es un guiso de las vísceras y de la sangre del cabro con arroz y la arepa santandereana está elaborada de maíz pelado (maíz cocido en agua con ceniza al que se le quita la fina corteza que lo recubre) que se muele con chicharrón de cerdo. Se amasa con sal y se le da forma redonda y se pone a cocinar a la brasa sobre un tiesto hasta que seca; la sirven como acompañante de todas las comidas. En Bucaramanga es tradicional comerla en El Restaurante La Puerta del Sol y se puede encontrar en la mayoría de establecimientos que sugerimos en esta ruta.
Los tamales santandereanos están hechos a base de masa de maíz pelado sazonado con los jugos de la cocción de la carne. Se rellenan de carne de cerdo, res y gallina, así como de garbanzos, y se envuelven en hoja de plátano o de chisgua, dándoles una forma rectangular. Se sirven calientes y puedes comerlos a cualquier hora del día. Al desayuno se les acompaña con chocolate y pan. Escoge una Plaza de Mercado como la de El Socorro para comerlos; también los hay hechos con arroz.
En la plaza de El Socorro encontrarás variedad de preparaciones tradicionales:
Caldo a base de agua con leche, papa, huevo y cilantro.
Sopa de pichón, que se prepara con sangre de res coagulada.
Sopa de ruyas, a la que se le agregan pequeñas bolitas de masa de maíz pelado para que se cocinen y le den algo de espesor.
También encontrarás una amplia oferta de frutas que se combinan y dan como resultado una deliciosa ensalada dulce.
La carne oreada es la favorita de la mayoría de los santandereanos. A un buen trozo de carne de res se le agrega sal, se deja reposar en la nevera y, al otro día, se pone a secar al sol durante varios días, después de lo cual se asa a la brasa y se sirve acompañada de yuca cocida y ají. Su sabor es bastante pronunciado y se consigue en casi todos los restaurantes o piqueteaderos. Si se le deja más tiempo al sol se convierte en carne seca y es muy apetecida también. En Bucaramanga es tradicional comerla en los restaurantes La Puerta del Sol, El Viejo Chiflas y El Desayunadero Tony. En El Páramo, la artesana Ana Virginia Ruiz la ofrece en su restaurante El Puntal, y el plato consiste en un pedazo de carne oreada, yuca, arepa santandereana y guarapo, plato que, antiguamente, consumían los campesinos a media mañana.
El mute es el cocido más popular de la región. Está compuesto por callo (uno de los estómagos de la vaca), pata de res, pulpa de cerdo, garbanzos, maíz o mute, arvejas, habas, ahuyama, papa criolla, zanahoria, picado de cebollas y cilantro, un poco de comino y achiote para el color. En los restaurantes tradicionales La Puerta del Sol, El Viejo Chiflas, El Desayunadero Tony, en Bucaramanga. En las diferentes sucursales de El Chiflas, también se prepara este delicioso plato.
El sancocho de chorotas es un plato muy tradicional en los restaurantes de Zapatoca y en La Puerta del Sol, en Bucaramanga. Las chorotas son unas bolitas de masa de maíz pelao (la misma con la que se hacen las arepas santandereanas) rellenas de carne de res molida o desmechada, de pollo o de cerdo, con hogao de tomate y cebolla. El sancocho se prepara con costilla de res y de pollo y se le agrega yuca, plátano verde, mazorca, arracacha, ahuyama y cuando todo va estando se agregan las chorotas y se dejan cocinar por unos minutos dentro del sancocho evitando que se desbaraten. ¡Es increíble!
Las hormigas culonas son un pasaboca que se ofrece en las tierras de los guanes (los indígenas que habitaban esta zona del país antes de la llegada de los españoles) quienes las comían por su alto contenido de proteína y grasa. Se les remueve la cabeza, patas y alas y se tuestan en tiestos de barro con un poco de sal. Saben a maní y se les atribuyen propiedades afrodisíacas. Se recolectan luego de la Semana Santa y se consiguen en los mercados locales y en puestos ambulantes.
Las carisecas son arepas dulces hechas con maíz amarillo y panela. Se pueden probar a cualquier hora del día con chocolate, principalmente, en Oiba, El Socorro y San Gil.
En la panadería Delipan, en Zapatoca, un negocio familiar fundado en 1970, se ofrecen una variedad de panes frescos elaborados con la mejor materia prima. Encontramos la mestiza, el pan dulce, cascaritas, bizcochos, hojaldrados y el favorito de todos: el pan salado, con sabores y texturas únicos.
En el Valle de San José, Aurora Vera Salcedo ofrece los chorizos más famosos de Santander. Son elaborados con carne de cerdo, aliños y hierbas y cocinados en guarapo de caña y servidos con yuca hervida y ají casero. En su parque principal busca el restaurante Chorizos Doña Eustaquia con una gran tradición familiar que se destaca por su excelente calidad.
En Charalá se elabora un embutido que se conoce con el nombre de génova charaleña. Es algo picante y parecida a la butifarra que hacen en Soledad, Atlántico. La sirven fría y le puedes agregar gotas de limón al gusto. Cuando visites Charalá y vayas al taller Lienzo de la Tierra puedes pedirlas como aperitivo. También unas deliciosas empanadas de maíz rellenas con carne molida.
Hay un apetito por los dulces en Santander que se ha vuelto tradición, una en donde se destaca el Bocadillo veleño, que cuenta con Denominación de Origen protegida. Es un dulce que se hace a partir de dos tipos de guayaba madura, una blanca y otra rosada, que se envuelve en hoja de bijao para su conservación. Podemos encontrar este delicioso dulce servido con queso blanco.
Otros dulces muy tradicionales son el de apio criollo o arracacha, la cidra, el dulce de leche cortado, los coquitos, las pastillas de arequipe y las maizenitas que puedes probar en Dulces Maizenitas 1950, en El Socorro. Las maicenitas son una receta de la familia García y es un dulce elaborado con arroz y de una textura delicada que vale la pena probar y llevar de obsequio a familiares y amigos. Además, las Obleas de Floridablanca con arequipe, y con dos o más ingredientes, son un deleite a la vista y al paladar. La Calle del dulce es el epicentro de estas delicias.
En Lebrija hay enormes plantaciones de piña y se hacen productos derivados de esta fruta dentro de los que se destacan las mermeladas que elabora la Asociación de Artesanos y Agricultores Hecho en Lebrija y que pueden usar como acompañamiento para una preparación con cerdo o esparcirlas sobre una galletas de soda o las comidas rápidas que ofrecen en el municipio. La Asociación ha incursionado también en la elaboración de licor de piña.
Chicha de maíz es una bebida elaborada con maíz, la más tradicional de la región.
Masato es una bebida ligeramente fermentada en ollas de barro y elaborada con maíz o arroz, aromatizada con clavos y canela y endulzada con azúcar.
Refajo es una bebida refrescante, mezcla de cerveza con Kola Hipinto (bebida gaseosa que se produce en Santander) y es el acompañamiento tradicional para las comidas. La variación con partes iguales de estos dos ingredientes y guarapo se conoce como Carabina.
Guarapo es una bebida fermentada que se hace poniendo, dentro de tinajas, las cáscaras de la piña en jugo de caña recién exprimido; se deja reposar por varios días, tiempo en el que la bebida se fermenta. Se toma bien frío y podemos probar una variación michelada en el restaurante de la artesana Ana Virginia Ruiz, en El Puntal.
La Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia es un programa especial del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, ejecutado por FONTUR, que trabaja con 17 municipios de Colombia que poseen declaratoria de Bien de Interés Cultural (BIC) a nivel nacional para su valoración y proyección mediante el turismo, generando así más oportunidades de desarrollo y sostenibilidad en las comunidades.
La Medalla a la Maestría Artesanal es un galardón que Artesanías de Colombia entrega anualmente, con el cual se hace un reconocimiento a aquellos artesanos, empresas y comunidades artesanales que, contando con una trayectoria destacada, sobresalen a nivel nacional por su excelencia en el oficio así como por preservar el quehacer artesanal.
Es un signo distintivo que identifica productos reconocidos o famosos por tener una calidad o características específicas derivadas esencialmente del lugar de origen y la forma tradicional de extracción, elaboración y producción por parte de sus habitantes. La protección conferida sobre una Denominación de Origen implica que ninguna persona puede identificar con la denominación protegida productos iguales o similares a los amparados, cuando no provengan del verdadero lugar y no cumplan con las características o calidades que le han dado la reputación al producto reconocido. Las Denominaciones de Origen para productos artesanales colombianos que han sido protegidas por la Superintendencia de Industria y Comercio en nuestro país son actualmente 12.
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