Este viaje invita a celebrar el paisaje de tierra fría y a perderse entre sus verdes y marrones, colmados de vacas que parecen colgar de las montañas y pegarse a sus valles. Es el lugar para ponerse una buena chaqueta, o ¡ruana!, porque los vientos hacen parte de la cotidianidad. Es la oportunidad para consentirse con un gorro o guantes tejidos y dormir arropado por una abrigadora cobija de lana virgen. Tendrás la oportunidad de recorrer toda la sabana de Bogotá, paseando de Chía a Zipaquirá, bordeando Sopó y divisando el precioso embalse de Tominé, al lado de Guatavita. Allí podrás conocer, entre otros, a artesanos que trabajan en vidrio, barro, papel, amero de maíz, lana y hasta la famosísima piedra salina de las minas de sal de Zipaquirá. También te invitamos a conocer el Valle de Ubaté, un lugar en donde su cantidad de vacas nos indican una rica tierra lechera, así que es esencial que pruebes los quesos que se producen en esta región. Te proponemos parar en tres puntos: Sutatausa, Cucunubá y la Laguna de Fúquene, para descubrir el increíble trabajo en junco. Los dos pueblos son bellísimos, el primero porque tiene el privilegio de tener un complejo de farallones que quita el aliento y el segundo porque, además de estar entre bosques, conserva su arquitectura colonial intacta y es un sitio ideal para descansar. Allí conocerás a maestros tejedores que te enseñarán el arte del telar y las bondades de la lana de oveja, así como cada uno te contará sus secretos y su historia detrás de este oficio consagrado.
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2-3 días
Carro o bus
Este es un paseo que puedes hacer muy fácilmente cualquier fin de semana. A solo 23 kilómetros de la capital, en Chía puedes descubrir artesanos que sin duda te harán regresar. Tejedoras como Ana Florentina Montejo o Ana Rosa Torres, la cestera en papel Sandra Avelino y el artesano del vidrio Jorge Enrique Ayala. En Chía, conocida como la Ciudad de la Luna, visita su centro histórico, enmarcado por ocho portales y su tradicional Iglesia de Santa Lucía, así como el monumento a la Raza Chibcha. No dejes de pasar por la Iglesia de la Valvanera, inspiración de los tradicionales bordados de Fonquetá. A solo 9 kilómetros, está Cajicá, la tierra de los tapetes, en donde queremos que conozcas a Pedro Manuel Sánchez, uno de los grandes tejedores de este arte. También, a Martha Cecilia Florián, hacedora de los personajes más tradicionales del pueblo cundiboyacense. Su iglesia Inmaculada, construida en 1760, es digna de ser visitada. Ahora, encamínate a Zipaquirá, hogar de la famosísima Catedral de Sal, a tan solo 15 kilómetros. Será tu oportunidad para entender el pasado geológico de este territorio y quién mejor para contártelo que el artesano Ronni Martínez, escultor en roca salina. Conoce también a los esposos Gloria Ahumada y Fernando Guerrero, tallador y tejedora. Además, puedes visitar su Museo Arqueológico, así como puedes recorrer la plaza de los Comuneros y seguir así recorriendo la historia. Te recomendamos dormir en este pueblo. Para el día siguiente te recomendamos dos rutas distintas: Vïa Sutatausa o Vía Sopó. Veámoslas.
A 36 kilómetros de Zipaquirá, ¿cómo no enamorarse de esas montañas que acompañan a Sutatausa? Los Farallones son dignos de ser caminados y contemplados en su totalidad, por lo cual te proponemos madrugar para descubrir cómo se van despejando con el clima. Puedes hacer la caminata que toma unas dos horas, en donde te toparás con bellas pinturas rupestres y terminarás en los alucinantes Farallones Rocosos, a 3.000 metros de altura. Del pueblo, no te pierdas el cementerio, en donde hay una piedra pintada desde siglos que presenta patrones de tejidos, al igual que en la iglesia doctrinera San Juan Bautista verás varios murales increíbles, uno de ellos de la esposa de uno de los caciques de la zona, ataviada con su manta. En estas huellas se puede ver la tradición de la tejeduría que se conserva tan arraigadamente en este pueblo. Conócela de la mano de la elocuente y tremenda maestra Luz María Rodríguez. Unas recomendaciones gastronómicas: las arepas de quinua de doña Celina y la bebida de chucula caliente de la señora Dilia, solo es preguntar por ellas… Te recomendamos dormir en Cucunubá ya que está a solo unos veinte minutos de distancia.
CUCUNUBÁ – FÚQUENE
A solo 16 kilómetros de nuestro destino anterior, Cucunubá parece un pesebre. Caminar sus calles empedradas, de fachadas blancas y techos de teja de barro, es devolverse en el tiempo. Es un pueblo turístico y, por ello mismo, con una oferta hotelera y gastronómica amplia. No dejes de probar el kumis casero que allí se hace, una verdadera delicia. Busca a Gloria Pérez y a Héctor Rodríguez, ambos diestros tejedores en lana, así como descubrir el Museo Tejiendo Tradición, museo vivo en donde William Contreras teje y enseña a tejer a las nuevas generaciones de artesanos. Como todo pueblo de arquitectura colonial, las iglesias son esenciales y se han conservado intactas. No dejes de subir al Cerro de la Capilla de Lourdes, desde donde puedes contemplar el paisaje de ese valle bonito. Ahora, maneja hacia Fúquene, a solo 27 kilómetros, el paisaje de su laguna te sobrecogerá. En este paisaje acuático crecen los juncos con los que se hacen las tradicionales artesanías de Fúquene, fuertes y abullonados canastos y esteras que decoran nuestras casas desde siempre. Descubrir de dónde viene la materia prima es parte esencial para entender la maestría artesanal, así que, además de visitar a Flor Alba Briceño para en la Laguna de Fúquene y haz el paseo en lancha que te ofrecen. Y si quieres completar el paseo, sube al Páramo El Soche, en donde podrás hacer varias caminatas lindas y avistar aves que transitan por la zona. Parada obligada para comer y probar sus delicias de quesos y yogures: Colfrance.
A 18 kilómetros, llegar a Sopó es tener como referencia de “toda la vida”, la Cabaña Alpina, ese lugar en donde hay que parar a comer postres, fresas con crema, casados de bocadillo con quesillo y dulce de mora o postre de natas son apenas un abrebocas apetitoso para prepararse para sumergirse en un territorio religioso en donde sobresalen el Santuario Nuestro Señor de la Piedra y la Parroquia Divino Salvador, en donde se pueden apreciar unos bellísimos cuadros coloniales de arcángeles. Justamente estos inspiraron a las artesanas Adriana de Jesús Arango y Carmen Guapo, quienes los elaboran con amero de maíz. Pero también tendrás la oportunidad de conocer otra faceta del pueblo de la mano de las Alarcón, dos hermanas que tejen preciosos suéteres y que están a la última moda. Pero hay más. Visita el Parque Ecológico Pionono, una reserva forestal que contiene numerosos acuíferos, así como es refugio de liebres, zorrillos, armadillos, así como de numerosas aves. Si eres de los que les gusta la aventura, pásate por Parapente Paraíso y vuela sobre la bellísima sabana de Bogotá. Y no te olvides que vía a Sopó encontrarás el Parque Jaime Duque, con su réplica del Taj Majal, un parque de diversión que te hará pasar un tiempo muy entretenido.
SOPÓ – GUATAVITA – SESQUILÉ
Saliendo de Sopó por la vía a Guasca, encontrarás Guatavita a tan solo 30 kilómetros. Es un paseo precioso por la sabana en donde, al subir por su montaña divisarás el lindísimo Valle de Sopó. Te toparás con un paisaje desértico por momentos que contrasta con el verdor de sus montañas y el inicio del Embalse de Tominé. Antes de llegar a Guatavita, si te desvías por la vereda el Hatillo, siguiendo Google maps, encontrarás al alfarero Jaime Cortés, maestro con quien descubrirás todos los secretos del barro. Con sus enseñanzas en mente visita luego Guatavita La Nueva, vislumbra la laguna y come la variada oferta gastronómica que allí hay así como sus deliciosos postres. El paisaje y su arquitectura te transportarán a la Leyenda de El Dorado. Camina por la fuente de la Cacica y por tómate fotos en el Puente de los Enamorados. Podrás ver también la Plaza de Toros que alguna vez fue reconocida, pero que hoy revela que ya el gusto por este espectáculo cambió. Ahora sigue bordeando el Embalse, allí también tendrás varios restaurantes campestres donde pasar un día lindo. En Chaleche pasa a visitar a las mujeres del Grupo Artesanal Chaleche, una asociación de tejedoras con más de medio siglo de historia. Finalmente, para en Sesquilé, visita su catedral y pasa por La Embajada Campesina para aperarte de los más deliciosos productos lácteos, amasijos y hortalizas provenientes de productores de la zona. Si quieres caminar y escalar en un paseo exigente de varias horas, el Cerro de las Tres Viejas es tu destino.
En estas tierras frías que se conocen como la Sabana de Bogotá (sabana centro, Almeidas y Guatavita) y, justamente, por las condiciones climáticas, se preparan sopas sencillas como la changua para entrar en calor, cuchucos de trigo o de cebada, mazamorras, pucheros, sancochos y ajiacos. No dejes de comer un buen ajiaco santafereño al visitar esta región. El ajiaco consiste en una sopa hecha en fondo de pollo con mazorca y variedad de papas; sabanera, pastusa y criolla. Cada una de ellas aporta sabor y textura al ajiaco. Y un distintivo son las guascas que es una hierba verde usada en la alimentación y propia de la región andina. Se sirve acompañado de aguacate, pollo desmenuzado, crema de leche y alcaparras. En el restaurante Casa Vieja, en Sopó, y en la Puerta Falsa, en Zipaquirá, puedes comer un delicioso ajiaco.
La mazamorra chiquita es otra preparación para comer sií o sisí. Es una sopa laboriosa que se prepara con costilla de res, carne de murillo, mondongo, hortalizas, cubios, papas y harina de maíz que se disuelve previamente en agua antes de incorporarla a la preparación. En el restaurante La Gallina El Político, en su sede en Cajicá o en Zipaquirá puedes degustar la mazamorra chiquita.
En esta región hay un gusto marcado por la carne de res, de cerdo, de gallina criolla y, de fritanga (es un plato compuesto por morcilla, carne de cerdo, chorizo, carne de res, asaduras de res y de cerdo) que puedes probar en el restaurante Colombia en Chía. Así mismo, puedes encontrar el famoso piquete (gallina cocida y luego asada acompañada de plátano, yuca, arracacha, papa y mazorca, todo bañado en guiso criollo y servido sobre hojas de plátano). En el restaurante La Gallina El Político, en su sede en Cajicá o en Zipaquirá puedes degustar este suculento plato. En el embalse de Tominé descubre Oriente, sus carnes a la brasa y de lenta cocción son un deleite de la mano del chef Tomás Rueda.
En los últimos tiempos han introducido a la oferta cocinas tradicionales de otras regiones del país. Ve al restaurante Amazónico en Chía para probar el pirarucú preparado de varias maneras y al restaurante Graná en Zipaquirá donde utilizan lajas de sal de roca para servir la comida.
En la sabana puedes encontrar variedad de amasijos, de arepas, y de panes que se consumen en cualquier momento del día. La Magola es un lugar tradicional en Chía donde puedes probar los siguientes:
En esta ruta también encontraras deliciosos tamales. El tamal es una: preparación de masa de maíz sazonada con especies y achiote rellena con tocino y carne de cerdo, pollo, una rodaja de zanahoria y otra de papa y perejil. Envuelta en hoja de plátano y cocido al vapor. En La Puerta Falsa, en Zipaquirá, puedes comerlo acompañado de chocolate santafereño, almojábana, plan blandito y queso fresco.
Una preparación ancestral para descubrir es la sopa de ortiga que prepara el chef Pedro Andrés Socha, hijo de la artesana Ana Florentina Montejo en Chía. Esta sopa es muy nutritiva y no solo alimenta el cuerpo, sino que transmite energía también. Pídela con antelación cuando planees visitar a la artesana Ana Florentina.
En Helados San Jerónimo, en Cajicá, se encuentra este otro sitio tradicional preferido por todos. Ofrecen deliciosos helados de fruta, fresas con crema, cuajada con melao, sorbete y esponjado de curuba, y postre de natas, entre otros.
En El Salón de Onces La Abuelita , en la Cabaña de Alpina y en Castilac, en Sopó, también se ofrecen variedad de postres emblemáticos con arequipe como brevas en almíbar y barquillos, fresas con crema, casado o matrimonio de requesón con arequipe y dulce de moras.
Dentro de las bebidas tradicionales de Cundinamarca encontramos el masato de arroz y el mazasato de maíz. En su estado natural es una bebida refrescante. La una elaborada con arroz y la otra con maíz , y acompañan muy bien los amasijos y panes antes mencionados. También laos puedes encontrar fermentados a la vieja usanza. En el parque principal de Sopó en el Salón de Onces La Abuelita encuentra estas bebidas que puedes acompañar con colaciones. A la vez que encuentras un gran surtido de estos postres.
El clima de la sabana invita permanentemente a tomar algo caliente y el agua de panela: bebida caliente y muy reconfortante que se obtiene al hervir la panela con agua es ideal acompañada de almojábana y queso fresco en La Puerta Falsa en Zipaquirá, Helados San Jerónimo en Cajicá.
Por el contrario cuando tenemos días soleados se antoja una crema o un sorbete de curuba: es una bebida preparada con leche y curuba (fruta de la familia de las passifloras) muy aromático aromática y de sabor ligeramente ácido. Ayuda a contrarrestar el estrés y la ansiedad. Este y otros sabores en Helados San Jerónimo en Cajicá.
El cordero sesquileño, en la vereda Chaleche en Sesquilé, es un emprendimiento que inició Néstor Vásquez posterior a la pandemia y ha sido muy exitoso con la receta de cordero y chanfaina heredada de su abuela. Lo puedes acompañar con chicha.
En este municipio, en el restaurante Horno de sal, también puedes probar unas papas exquisitas cocidas en salmuera y en hornos de sal (el domingo es el día para ir). Sirven también Cuchuco de trigo con espinazo de cerdo y pescado cocinados a la sal. Cuenta con una vista esplendida del Embalse de Tominé.
Cocineritos Guatavita, cuenta con tres sedes en la zona: parapente…. (Pionono), Guasca, y Guatavita. Los tres ofrecen ambiente campestre para que vayas con la familia y comas carnes ahumadas como es la tradición de esta zona.
El puchero también es un plato tradicional que lleva variedad de carnes, pollo, plátano verde y maduro, longaniza, repollo, mazorca, papa sabanera y yuca. Al servirlo se presenta con un guiso criollo. Pruébalo en La Puerta Falsa, en Zipaquirá, en donde ofrecen también este delicioso plato.
La Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia es un programa especial del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, ejecutado por FONTUR, que trabaja con 17 municipios de Colombia que poseen declaratoria de Bien de Interés Cultural (BIC) a nivel nacional para su valoración y proyección mediante el turismo, generando así más oportunidades de desarrollo y sostenibilidad en las comunidades.
La Medalla a la Maestría Artesanal es un galardón que Artesanías de Colombia entrega anualmente, con el cual se hace un reconocimiento a aquellos artesanos, empresas y comunidades artesanales que, contando con una trayectoria destacada, sobresalen a nivel nacional por su excelencia en el oficio así como por preservar el quehacer artesanal.
Es un signo distintivo que identifica productos reconocidos o famosos por tener una calidad o características específicas derivadas esencialmente del lugar de origen y la forma tradicional de extracción, elaboración y producción por parte de sus habitantes. La protección conferida sobre una Denominación de Origen implica que ninguna persona puede identificar con la denominación protegida productos iguales o similares a los amparados, cuando no provengan del verdadero lugar y no cumplan con las características o calidades que le han dado la reputación al producto reconocido. Las Denominaciones de Origen para productos artesanales colombianos que han sido protegidas por la Superintendencia de Industria y Comercio en nuestro país son actualmente 12.
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