Creció en la vereda Caño Negro en el Caquetá, siendo parte de la comunidad Muinane. Su mamá la introdujo en ese mundo cultural y le enseñó no solo los oficios artesanales sino también todo lo relacionado con la siembra de la chagra. Por desgracia, tuvo que desplazarse a Bogotá huyendo de la violencia en su territorio y para evitar que reclutaran a sus hijos. Allí vivió 10 años en el barrio de Bosa, en donde, además de rebuscarse el sustento, elaboraba productos artesanales, principalmente el tejido de canastos, con los cuales levantó y sostuvo a toda su familia. Como buena lideresa que es, sentía que debía regresar a su territorio pues las raíces se estaban empezando a romper en las nuevas generaciones, además, le hacía falta sembrar su chagra, comer su casabe, así como su vida de maloca. Lo hizo, volviendo a Leticia y se asentó allí desde 2010 y hoy vive a 35 minutos del casco urbano y límite con el Brasil, en la comunidad de Chingú, donde construyeron su maloca y conviven con otras etnias, con las cuales ofrecen la enseñanza de la medicina tradicional, la preparación del mambe y el ambil, además de cómo se hacen las artesanías, desde la extracción de la materia prima en la selva, hasta su elaboración y tejido. Le interesa mucho reconectar a los más jóvenes indígenas con las historias de sus orígenes. Sabe que muchos, como sus propios hijos, han tenido que crecer fuera de los territorios, por eso está enseñándoles rituales, costumbres, creencias y bailes ancestrales.

VOLVER A ARTESANOS