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Alexandra Fernandez

Taller: Jorrorocheli
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Riohacha - San Juan del Cesar
Ubicación: Fonseca, La Guajira


Alexandra se presenta, pronuncia su nombre alto y claro y, seguidamente, dice que pertenece al Clan Uriana. Esto significa que a la familia le rigen el carácter del conejo y el tigre. El conejo, astuto, malicioso y de pensamiento veloz, se complementa con la ferocidad y la fuerza del felino. Cuando lo cuenta, se siente que la divierte saberse un poquito suspicaz, como el conejo, pero en todas las características de estos animales legendarios y sabios, en los que cree su pueblo devotamente, se reconoce.

También se sabe wayuu, pero de otro mundo, el del Sur de la Guajira, aquella que no se conoce tanto ni se imaginaría tan distinta a la idea propia de este territorio que todos creemos que es desértico. Pues bien, en Fonseca, ella habla de los árboles y su frondosidad, de los ríos y del agua, esa que tanto falta en el resto del departamento. Además, explica como una extrañeza, porque lo es, que en su municipio haya luz permanente, aunque, precisa que ya en el territorio de su resguardo, a las afueras del casco urbano, apenas a unos veinte minutos, ya no es el caso.

Y Alexandra habla de su región porque la gente no suele asociar al sur del departamento como una tierra artesanal. Se le conoce, en su lugar, como una tierra de cantores, cantada, por ejemplo, por los Hermanos Zuleta, que homenajean a los insignes músicos Luis Pitre y Carlos Huertas y hablan de Fonseca como un lugar donde los acordeones saben llorar y reír. Además, porque allí se ha hecho famoso el Festival del Retorno, una festividad que celebra cuando un fonsequero regresa a casa. Por todo esto, la tarea de Alexandra ha sido visibilizar la ancestralidad wayuu, también en ese lado de la Guajira. Y no le ha sido fácil, pero, como buena indígena, tiene madera para ello.

Por eso se fue para el Sena y le pidió una mano para que las 200 artesanas que había en el territorio, y que se decidió a convocar por todos los pueblos aledaños, mejoraran sus procesos. Allí aprendieron a combinar de una mejor manera los colores, a hacer buenos acabados y a bordar. Luego, lo propio sucedió con Artesanías de Colombia y, por cuenta de un trabajo consistente, su pueblo fue invitado a participar en el proyecto de 20 comunidades. Sabe que esto les dará autonomía a ella y a sus compañeras. Porque, al final, lo que más buscan, es que sus hijos tengan las posibilidades de un mejor mañana.

Y cuando dice esto se recuerda de cómo las necesidades hacen que los ritmos del tejido se aceleren. Sabe que hizo algo inusual cuando acabó en 22 días un mochilón que tarda normalmente en tejerse mes y medio. Era para el uniforme de su hijo. Y para comprar más hilos. “Lo hacemos por nuestros niños para que puedan estudiar”. De esta forma, estas mujeres saben lo que alcanzan a producir y pueden calcular su velocidad y destinar el tiempo que necesitan. Saben, también, que para que les rinda, mejor es la noche, porque el día está para las labores del hogar o recoger el agua, dos o tres horas concentradas haciendo los fondos de las mochilas sin que nadie las moleste.

Tejer es su saber, es su identidad wayuu y Alexandra sabe que tiene trabajo por delante, para hacerle saber al mundo que también en el sur de la Guajira hay manos tejedoras que están dispuestas a contarnos su historia de vida. A través de su Asociación Korrolochen, que significa accesorio en wayunaiki, ella y 76 mujeres más están intentando hacerse a un mercado desde mayo de 2014 tejiendo mochilas y haciendo chinchorros. Para ello, nos invita a su resguardo, Mayabangloma, formado por las veredas Mayalita, Bangañita, La Gloria y La Loma. En Mayalita, donde vive, prepara la iguana, algo único de la región.

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