Workshop: Edrulfo el artesano
Craft: Woodworking
Trail: Magdalena Route
Location: Sitio Nuevo, Magdalena
Desde Tasajera - mercadito de pescado - ir a Nueva Venecia y ahí está el taller Edrulfo el artesano en la calle principal.
3136182743
edrulfopachecodonado@gmail.com
@edrulfoartesano_
Digno heredero de Macondo, Edrulfo vive en un pueblo que flota, Nueva Venecia y, en consecuencia, se narra desde el agua. Los que somos de montaña debemos imaginarnos eso de vivir en un pueblo palafítico, y para ello, él nos cuenta cómo se juega fútbol en una cancha flotante; es de cuatro por cuatro metros, dice con gracia en los ojos, y cuando sale la bola disparada todos se lanzan por ella entre brazadas. Apenas toma conciencia de que eso que él vive a diario no es lo usual de los que pisamos tierra al andar y, entonces, se detiene en el paisaje, en su paisaje, uno colmado de cantos de pájaros y peces que nadan cerquita a la orilla y otros que prefieren las honduras.
Edrulfo no sabe que habla como un cronista, porque le salen las palabras y las imágenes bonitas sin que lo note. Porque cada vez que menciona algo recuerda algo nuevo y porque basta darle cuerda para llenarnos de relatos de pescadores y talladores. No sabe que sonreímos cuando nos cuenta que la bola de alguno de los mangles que se lanzan al río como carnada para los cardúmenes le canta distinto al agua si es más pesada y que a los sábalos de la orilla los atrae el eco tenue. Es fácil sobresaltarse, también, cuando hace el boommm sonoro que llama a las lisas allá a lo lejos de los canoeros que lanzarán su atarraya luego del ruido estruendoso.
Recuerda que, cuando niño, lloraba cuando tenía que salir a pescar con su papá. Porque empezaban a la una de la madrugada y apenas a las seis, mar adentro y río adentro, iniciaba la correría entre redes. Era durísimo. Hoy, suspira al reconocer lo tenaces que son todos los pescadores y, aunque su destino lo llevó a convertirse en un artesano, agradece todo lo que aprendió a esos hombres fuertes a quienes les aprendió de paciencia. Ello lo lleva a relatarnos que también las aguas les han cambiado. Si antes, por cuenta de las mareas y de sus vientos, pescaban durante seis meses peces de aguas saladas, y otros seis, peces de aguas dulces, de unos años para acá el fenómeno se ha ido acabando cercándolos entre aguas dulces. Pero no es solo una cuestión del cambio climático que, en efecto, va cambiando los ecosistemas. Se trata de la vía al mar que pasó por encima de la Ciénaga y rompió en dos un territorio natural. Allí están las consecuencias…
Edrulfo tiene claro el momento en el que la madera le hizo el llamado que él seguiría volviéndose hábil tallador. Tenía unos siete y, de alguna construcción, le llegó flotando un pedacito de tronco. Lo tomó en sus manos, le vio forma de canoa, lo moldeó un poquito, le montó una vela de plástico y una cuerda para jalarlo y lo hizo un juguete. Luego, vería a su papá hacer una verdadera canoa, covando un tronco mientras las brasas de la estufa lo iban quemando suavemente. Así aprendería, como tantos lo han hecho desde siempre, valiéndose de su ingenio frente a la precariedad, pues pasaron muchos años hasta que se hizo a las herramientas necesarias para tallar. Antes, con machete y cepillo se valió por bastante tiempo.
Y empezó, haciendo muebles, antes que artesanías, pero bastó que un hombre le demostrara que podía vivir de ella. Un día, ese español lo retó a hacer una canoa que pudiera ser tan graciosa que se quisiera pagar por ella; fueron tres pruebas en las cuales, como dicen, la tercera es la vencida y allí entendió el trabajo enorme que hay detrás de la artesanía; el mismo que le entregaban los pescadores a su faena.
Finalmente, no estaría completo este relato macondiano si no hubiera un episodio de violencia, y sí que lo hubo, el 22 de noviembre del año 2000. Los armados llegaron a las tres de la madrugada a Nueva Venecia y durante tres horas asesinaron a 37 personas, lo que, por supuesto, hizo huir a los sobrevivientes. Su madre, que les vendía los panes a los pescadores, tuvo que callar a sus hijos para que no se asomaran por la ventana a presenciar el horror. Huyeron, como todos y trataron de hacerle el quite al hambre lejos de sus aguas. Edrulfo cuenta que, pese a ello, del dolor salieron más fortalecidos y superaron el mutismo y la desconfianza para volver a imaginarse la vida. Y eso es lo que hace a diario.
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