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Fundación Canto por la Vida

Taller: Fundación Canto por la Vida
Oficio: Instrumentos musicales
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Ginebra, Valle del Cauca


AGENDA TU VISITA

  Caserola Cantora Vía Naranjal-Ginebra (restaurante)
  3108371206
  duquevaro@yahoo.com.mx
  @fundacioncantoporlavida
  @FCantoPorLaVida

Ginebra no es solo conocida por los exquisitos sancochos de gallina que se cuecen todos los fines de semana al calor del fogón de leña, en la ribera del río Guabas, cuyo sabor depende del agua con que se prepara y de las manos con trayectoria de sus cocineras, sino también por la fiesta que desde 1975 se celebra cada junio en torno a la música andina colombiana: el Festival Mono Núñez. Y fue justamente pensando en esa fiesta que hace más de treinta años nació en Ginebra la escuela de música Canto por la vida, que después se convertiría en la Fundación Canto por la vida.

La escuela, que comenzó a funcionar a inicios de los noventa, y que hoy tiene vinculados alrededor de mil doscientos estudiantes, tuvo desde el principio el interés, y la posibilidad, de contar con su propio taller de luthería: un apéndice singular y fascinante. Resulta que muchas veces, los instrumentos de las escuelas que se dañan terminan acumulándose y, en el intento de ser salvados, pueden ser mal reparados. Así que de la mano del luthier Tobías Bastidas montaron el primer taller para reparar y suplir a la escuela de los instrumentos de cuerda pulsada: las bandolas, los tiples y las guitarras con se tocan los bambucos, pasillos, danzas, guabinas y torbellinos típicos de la música andina colombiana. Los mismos tres instrumentos de los tradicionales tríos, como del Trío Morales Pino. A la misión de enseñar y hacer instrumentos se unieron el compositor Gustavo Adolfo Rengifo, Jairo Rincón, de los carrangueros de Ráquira, y el músico Pablo Olarte. Y después llegaría Rodrigo Duque, quien actualmente coordina el taller de luthería, que pasó a llamarse Ateliers de Colombia. Había estudiado producción de televisión y llegó a Ginebra justamente para grabar programas, sin pensar que sería allí donde el destino lo encontraría, primero, presentándole a su esposa, Dalia Conde, directora de la Fundación, y luego dándole la oportunidad de retomar el oficio del padre después de que falleciera, el de la luthería.

Y si Ginebra es conocida por su fiesta y sus sancochos, la Fundación Canto por la vida lo es por sus guitarrillos. Alejándose de la tradición europea, muy ligada a la religión, de enseñar música a los niños dándoles una flauta dulce, y buscando una introducción más acorde a la música andina colombiana, dieron con el guitarrillo. Parece un juguete pero no lo es, es un instrumento de cuatro cuerdas, de cuerpo pequeño que se ajusta al de un niño de cuatro años, y a sus manos, y que le permite fácilmente pasar a una guitarra, bandola o tiple al crecer, pues ya se ha familiarizado con la forma y la digitación. Lo mejor, le ahorra a los padres y profesores el sonsonete al que se somete quien le da una flauta dulce a un niño. Y si para los adultos es una maravilla cambiar el sonido brillante de la flauta por el pastoso de las cuerdas y la madera de cedro, para los niños es un sueño tener un instrumento con el diseño que prefieran, o pintado por ellos mismos. Desde la escuela saben lo importante que es que cada estudiante ame su instrumento, y por eso se han preocupado por permitirles personalizarlos.

Hoy en día el guitarrillo es famoso en las escuelas de música de todo el país gracias a que el taller de lutheria lleva años aliado con el Ministerio de Cultura para la dotación de instrumentos, y a que les han ofrecido un grandioso invento. Cuando vayas a Ginebra, te recomendamos agendar la visita al taller un viernes y, al día siguiente, ir a almorzar al restaurante junto al que queda, la Cacerola Cantora, para probar, por ejemplo, el suculento sancocho de gallina.

Artesanos de la ruta

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