Taller: Yamileth Henao
Oficio: Trabajos en tela
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Cartago, Valle del Cauca
En Cartago, un municipio de bordadoras, vive Yamileth Henao, heredera de esta tradición que ha sido transmitida entre mujeres por generaciones. María Inés Escobar, su madre, aprendió desde muy pequeña, le enseñó su abuela Teresa Hincapié, que la ponía a hacer desde sus propias enaguas y combinaciones, hasta fundas para sus almohadas y ropa de cama. Luego, cuando entró a la escuela, entre sus clases estaba incluida la costura. Aprendió a siempre tejer con buena luz y a hacer ojales a mano, que le dieron la técnica y el equilibrio manual para bordar a máquina. María Inés les enseñó lo que sabía a sus cuatro hijas y sería Yamileth quien heredaría su vocación por la artesanía textil.
Yamileth nació en Cartago pero creció en Santa Marta, a donde su familia se había mudado y hecho su vida. Ella no creyó que fuera a volver a Cartago, había estudiado administración de empresas y estaba empezando un negocio agrícola, pero la vida les dio un vuelco. En el 2006 regresaron a Cartago y empezaron de cero. Fue entonces cuando reapareció el bordado. María Inés no había dejado de trabajar con textiles en todos sus años en Santa Marta, confeccionaba prendas por encargo, pero había dejado el bordado a un lado para trabajar con su máquina de coser. Por su parte, Yamileth, que había aprendido de niña con la instrucción de su madre, tuvo que reencontrarse con la tradición que aguardaba dormida en sus manos. Recordó las primeras prendas que hizo de niña, guiada por su madre, tejidas, con bordados o en crochet. Lo primero que María Inés les enseñó a sus cuatro hijas fueron las puntadas de cordón y cadeneta, después pasaron a la puntada mordida y el rococó.
Al regresar a Cartago, buscando a qué dedicarse, ambas volvieron al bordado y sus técnicas. Está el calado, que consiste en abrir huecos en la tela para crear motivos, el recamado, en el que se cose pedrería a las prendas, el patecabra, en el que se suspende un dibujo trazado con un cordón y se une con hilos, las randas, con las que se dibujan líneas en la tela, y las más de 120 puntadas que existen para bordar motivos. A Yamileth, el bordado le ayudó a tramitar el duelo por el que estaba pasando en ese momento. La comunión de las mujeres alrededor de los hilos, tambores y agujas le resultó sanadora y nutritiva, pues de las mujeres con las que se reunía aprendía sobre nuevas puntadas o maneras más efectivas de usarlas. Se sorprendió al darse cuenta de que ya sabía hacerlo, y gracias a la compañía y dirección de su madre, decidió dedicarse a ese oficio y seguir explorando.
Madre e hija trabajaron muy de cerca por años, cada una dedicada a su propia marca, antes de la partida de María Inés. Se especializaron en prendas en lino, una tela fresca y antialérgica que por estar tejida con trama y urdimbre, las hebras verticales y horizontales, sirve para el calado. Hoy Yamileth, orgullosa heredera del oficio de su madre, quien la honra en cada puntada, sigue haciendo parte de la corporación B&C Puntadas del Sol, en la que, junto a ocho talleres producen prendas y las exhiben en ferias. Algunas de sus compañeras llevan más de cuarenta años en el oficio. Además, desde el 2018, representa al gremio ante la secretaría de cultura, desde donde han podido hacer el plan especial de salvaguarda del bordado, reconocerlo como patrimonio cultural, y actualmente trabajan por una política pública que cobije su oficio.
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