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Wilfran Gragoso

Taller: Ecoarte Wuenama
Oficio: Trabajos en madera
Ruta: Ruta Magdalena
Ubicación: Santa Marta, Magdalena


AGENDA TU VISITA

  Kilómetro 24 vía Santa Marta-Riohacha
  3153102522
  w_ilfran@hotmail.com
  @ecoartewuenama

Hablar con Wilfran es sentir la musicalidad de una voz cálida. Es sentirse acogido y ser llevado de la mano para aprender un mundo nuevo. Este tallador que nació en Fonseca, al sur de la Guajira, pero que rápidamente se trasladó con sus padres a las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, se sabe siguiendo una vocación. Una que le nació al empezar a conocer hondamente ese territorio cuando tenía que arrear el ganado de su abuelito Segundo Gragoso, así como recogiendo frutas en el campo. Pero también de camino al colegio, porque atravesando bosques se enamoró de un paisaje que hoy honra tallando enormes troncos de madera. Troncos que, sin embargo, nunca tumba, sino que se encuentra en sus caminatas y que pareciera que le hablan.

Dice esto y se tarda un poquito en continuar. Lo hace para ver nuestra reacción de sorpresa. Retoma, entonces y nos cuenta que, en este lugar, mezcla de bosque seco y bosque húmedo, esos troncos de árbol gusanero, matarratón o cedro, al llevar tanto tiempo en el suelo, han pasado por los insectos (de ahí el nombre de gusanero) y, éstos le han hecho a través de los años unos dibujos insólitos que él sigue con su machete y herramientas. De ahí su conversación con los árboles. Sabe que ve formas en la naturaleza que solo busca exaltar con sus tallas. Formas que empezó a ver, como alucinaciones magníficas cuando en la avalancha de 1999, el río colmó de troncos y raíces viejísimos su paisaje. Allí vio mil formas que se dijo que algún día contaría.

Pero antes de la talla fue la guianza. Al vivir pegadito a la Sierra se conocía al dedillo ese paisaje que cada día más y más turistas querían conocer. Además, era vecino de uno de los cuatro hermanos de la montaña, los indígenas kogui, con quienes tuvo, desde siempre, una relación cordial, lo que le permitió ganarse unos pesos acompañando caminantes y presentándoles ese paraje glorioso. Fue en esas caminatas que entendió que ese lugar no solo le ofrecía una trocha, sino que le estaba marcando un camino de vida.

Quien le vio la “madera” de tallador fue el profesor Ferradani, su primer maestro y a quien venera y le agradece haberlo formado. Lo presenta como tallador y profesor de sociales y sabe que todavía cuenta con él cuando, a pesar de los años de oficio, surge alguna duda. Le enseñó trabajando el totumo y, al verlo diestro en la materia, lo volvió su asistente en clase. Con todo, no fue de inmediato que se volvió artesano, pues al graduarse del colegio se volvió auxiliar de policía y hasta cursó en el Sena un técnico en construcciones livianas. Pero el gusanito de la madera, tan persistente como cuando roe la madera, le hizo regresar a la talla y buscar seguir ese camino que la naturaleza tan claramente le estaba señalando.

Y así, probándose frente a los que examinan y califican, sobresalió con una máscara que presentó como tótem. Y llamó la atención de los maestros, este chino sí sabe lo que hace, se dijeron, y rodó la bola de que Wilfran era un duro y uno y otro y otro lo recomendaban para trabajos. Y así empezó con encargo tras encargo, hasta que hoy podemos ver en múltiples hoteles y hostales sus peces monumentales, el pargo mulato de tres metros que hizo en cedro, el gigante pirarucú o una sierra en guayacán. También, con las cortezas hace lámparas… vemos que lo suyo es imaginar, imaginárselo todo. E invitarnos a visitarlo en la vereda La Estrella, en el kilómetro 24 vía Riohacha, su paraíso, uno que llamó Wuenama, la piedra sagrada de los Kogui.

Artesanos de la ruta

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