Menu

Asociación de artesanos de Guacamayas

Workshop: ASOARTESGUA
Craft: Basketry
Trail: Paipa-Iza and Paipa - Guacamayas Route
Location: Guacamayas, Boyacá


Los canastos pueden ser relojes. Además de servir como contenedores de alimentos, telas, papeles, y lo que se les quiera poner dentro, son un medida de tiempo. Sus puntadas avisan qué tan avanzada está la semana para las tejedoras de las veredas de Guacamayas, pues como es costumbre, se teje un canasto cada siete días, empezando el lunes y terminando el domingo, cuando se baja al pueblo a venderlo. Cada puntada es un pedacito del día, de los momentos que sacan entre las labores del campo para completar una pieza. Y el hecho de que les tome una semana entera terminar un solo canasto habla de la paciencia y el detalle que requiere. Este es un trabajo que no rinde, para el que no existen máquinas.

Ellas no lo aprendieron en internet, sino de otras mujeres, viendo y ensayando. Y sus dibujos no son pintados sobre la fibra, sino que están hechos intercambiando los hilos de fique de colores con que, aguja en mano, envuelven puntada a puntada los montoncitos de paja. Para que salga bien hay que medir cuidadosamente y ellas, que ya le tienen el tiro, lo hacen al ojo por ciento. Las medidas ya hacen parte de sus cuerpos, de la fuerza que deben tener en la mano izquierda para apretar y aumentar el alma de paja que se enrolla como una espiral, y el pulso de la mano derecha para ensartar la aguja justo después de la anterior pasada. De igual forma, en sus manos se guardan los gestos y medidas necesarias para preparar el alimento, la sopa de ruyas o de chorotas que les hace recordar su infancia y costumbres, tomando la harina de trigo o de maíz entre las manos para hacer boronas y dejarlas caer en el agua hirviendo, aliñada con cebolla y bastante perejil.

Entre todo lo que hay que hacer en un día, el sentarse a tejer les da la oportunidad de descansar las piernas y la mente. Porque no es poco, hay que hacer el desayuno, cuidar y ordeñar al ganado, darles de comer a las gallinas, los perros y los gatos, cuidar la huerta en la que siembran trigo, maíz, frijol, papa, cilantro y cebolla, mantener vivo el fuego de la estufa, cocinar el almuerzo, y si hay hijos o nietos, velar por ellos. Entonces, al sentarse a tejer, se concentran de tal manera que se olvidan de sus preocupaciones, de lo que les pueda pasar a sus hijos que migraron a la ciudad, y de los dolores. Tejen y olvidan, al son de lo que suena en la radio.

En el campo se mantienen de lo que les da la tierra, del esfuerzo de sus propias manos que siembran, cuidan y cosechan el alimento, y que crían a los animales. Así fue por mucho tiempo, hasta que se dieron cuenta de que hacer un canasto les daba la oportunidad de tener solvencia para comprar lo poco que no se da en sus tierras, la sal, la pasta, el arroz. Habiéndose instalado como un medio esencial para la economía del hogar, estas piezas tejidas pasaron a ser el objeto insigne de su municipio.

Las integrantes de Asoartesgua, asociadas desde el 2004, son mujeres jocosas que crecieron tomando sopa de cebada, cuchuco, mute y sopa de ruyas cuando solo se compraba la sal, panela y el chocolate para semana santa. Recuerdan claramente los tiempos del trueque, el volver a casa con el cantado después de trabajar en los cultivos, es decir, con los bolsillos llenos de maíz o de papas. Así que en el tiempo contado en canastos, han visto todo cambiar: los hijos crecer e irse para la ciudad, sus visitas espaciadas y el reemplazo de sus costumbres. Los han visto olvidar cómo preparar las sopas que tanto comieron de niños, y el oficio mismo. Han visto cómo las cebollas dejaron de crecer por el cambio climático y cómo cada día se necesitan más nutrientes e insecticidas para la tierra, cosas que antes no eran necesarias. Han visto aparecer nuevos experimentos para reemplazar la paja que cada día es más escasa en las montañas, por calceta de plátano o por el mismo fique, y han visto cómo todos esos intentos han fracasado, pues ninguno da el mismo resultado que el material que han usado desde que aprendieron. Entre tantas vueltas de la vida, si algo no ha cambiado es la vigencia de la paja dentro de cada rollo de sus canastos, literalmente el alma de sus piezas, que es la misma alma de la sabiduría de sus manos.

Artisans along the way

Artisans along the way

No puede copiar contenido de esta página