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Asociación Kansuy

Taller: Asociación Kansuy
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cauca
Ubicación: Silvia, Cauca


AGENDA TU VISITA

  Silvia, vereda Tranal. Sepuede llegar en moto o en carro (los manda a recoger, lo esperan en Silvia)
  3135022687
  jeny18.calambas@gmail.com
  @artesanias_kansuy
  @p/Kansuy-100035369031573

Jeny Calambás habla en nombre de la Asociación Kansuy, un grupo artesanal que lleva el legado indígena misak, o guambiano, con todo el orgullo del mundo. Viven en Tranal, un pueblo a unos seis kilómetros de Silvia, cuna de esta etnia pacífica que habla suavecito, como arrastrando las letras con cariño. Cuando describe su paisaje se centra en las nubes, en la niebla que cubre su montaña y decora sus días, en el frío que cubren con faldas y ruanas de lana y algodón tejidas a mano.


Los Calambás son una familia grande y prácticamente todos los habitantes de Tranal llevan ese apellido de donde han salido reputados sanadores, pensadores y artistas. Artesanos también, por supuesto, tejedoras, pues ese es el oficio que desempeñan las mujeres de esta comunidad desde siempre. Los hilos acompañan su niñez y constituyen su herramienta para convertirse en mujeres capaces de llevar una familia a cuestas.


Jeny cuenta que su madre, Cayetana Ossa, fue quien le transmitió todo lo que debía saber de tejido, que claro, no es solo el tejido, sino la vida misma. Y así, cada madre a su hija. Además, tanto ella como su padre, Samuel Calambás, le enseñaron el amor por la tierra, el respeto por la chagra dadora de alimento, el sentido de la solidaridad y de familia y el cariño por el idioma, esencial en la conservación de su identidad indígena. Por eso valora tanto que tengan una escuela agroambiental, en donde los niños puedan formarse en ese profundo contacto con el entorno. Saben que cada niño es semilla del saber misak que más tarde florecerá y dará nuevos frutos.


Se sabe continuadora de una tradición y eso la pone feliz. Sabe que lo que ella aprendió lo aprenderán otras niñas. Primero, aprender a hilar la lana de ovejo, como a los ocho; luego, lo más fácil, tejer las cinchas de las mochilas. Lo siguiente, hacerle la ruanita al hermano o al papá, para luego dar un paso más de conocimiento –uno en donde la paciencia es la gran lección– tejiendo el anaco de la mujer, esa falda negra, larga y abrigada, de más o menos dos metros de envergadura, que cada una de ellas se envuelve de la cintura para abajo; su color es símbolo del color de la tierra, lugar donde se siembra y cosecha, es la metáfora de lo que nace. Finalmente, vendrán los chumbes con los cuales se ciñe el vientre que cargará la vida. Son estos cinturones cargados de símbolos que contarán una historia en donde las montañas verdes abrigan el maíz en medio de un paisaje blanco-pureza, con la hermandad, los cielos y el agua, bordados en azul, y el rojo-fucsia, recordándoles de los sacrificios desde la conquista hasta el presente.


Pero no estaría completo este relato tan lleno de todo si no contáramos que tienen tan clara la necesidad de preservar el legado que sus jóvenes se han constituido como emprendedores de su comunidad para lograr quedarse en el territorio, trabajando en él y para él. También están haciendo alfarería, y la escuela está fortaleciendo a los más pequeños. Finalmente, tienen grupos de investigación para estudiar el pasado, y escarbar entre relatos y registrarlos para que nunca se olviden. Parece que esta comunidad persigue la fórmula de no olvidar sus raíces para nunca desaparecer. Qué dicha.

Artesanos de la ruta

Artesanos de la ruta

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