Taller: Mujeres Indígenas en Armonía
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cesar
Ubicación: Valledupar, Cesar
Élsida Arias se sienta a hilar a las siete de la mañana. Usa la carrumba, que es como le dicen al huso en el Cesar. A eso de las diez empieza a hacer el almuerzo, en el que no puede faltar la yuca, y al tiempo que atiza la leña, va corchando, es decir, entorchando dos hebras de hilo de fique o lana de ovejo. Se la podrán imaginar dándole vueltas a la casa, yendo por leña y corchando, todo a la vez. Élsida vive en la comunidad kankuama de Los Haticos y el calor es cosa de todos los días. Después de almorzar se sienta debajo del mango o del mamón, árboles frondosos cuya sombra la alivian del calor. Ahí teje por tandas de una hora, que intercala con vueltas por la calle o con las otras tareas del día. En la noche busca la casa y sigue tejiendo.
En su comunidad todos tejen mochilas: mujeres, hombres, niños, niñas y adultos mayores, a quienes el ejercicio les sirve para despertar la mente. Cada familia teje en su casa. Ya sea que usen lana o fique, el tejido lo hacen con una aguja capotera, empezando cada mochila por el chipire, lo primero que se aprende a hacer cuando se inicia en esta tradición. A ese chipire, que es el ombligo que toda mochila tiene en su base, se le van echando crecidos, aumentando los puntos hasta que llega el momento de tejer el cuerpo, que crece todo recto. Lo último es la gasa, que también está hecha a punta de aguja. Es un proceso largo, cuyas fases se dividen entre los integrantes de cada familia.
En Los Haticos es costumbre tejer, así como lo es cultivar mangos, guanábanas, mamoncillos y coco. Tienen varias clases de mango: el hilacha, azúcar, tomy y manzana. Hace parte de la tradición y de la economía de los hogares sembrar mangos como medio de sustento. Además, si se tienen cerdos, se les echa el manguito, y lo mismo con las vacas. En mayo, época de cosecha, se toma puro jugo de mango, y el resto del año, haya o no mangos, se tejen mochilas, otro de los pilares de la economía de esta comunidad. Las mochilas kankuamas se hacen con los pensamientos. Según lo explica Élsida, pensar quiere decir pensar en los hijos, en la familia y en el futuro de todos. Tejen con la intención de que lo que hagan les ayude a suplir sus necesidades. Además, se teje con el territorio en la mente, porque le van dando vueltas a la mochila como la tierra le da vueltas a la Sierra Nevada.
La Sierra Nevada, territorio que los kankuamos han compartido y protegido con los koguis, wiwas y arhuacos, es central en la práctica de la tejeduría de esta región. Entre sus valles y montañas crecen las ovejas y magueyes que les dan a los artesanos la lana y el fique. En sus tierras se dan, además, las cortezas, bejucos y raíces que, quienes habitan y conocen el territorio, han usado históricamente para tinturar el fique. Está el árbol del brasil, que da rojo, la batatilla, que da amarillo, y la chinguiza, un bejuco que da rosados y que en Los Haticos usan para hacer enramadas que, como el mango y el mamón, sirven para cubrirse del picante sol mientras se teje.
No puede copiar contenido de esta página