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Erika y Javier Gelvez Gelvez

Taller: ARC BOWARA
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Norte de Santander
Ubicación: San José de Cúcuta, Norte de Santander


AGENDA TU VISITA

  Km8 Vía Alzulia ladrillera Casa Blanca Avenida 7 #18N-87 ZONA INDUSTRIAL, San José de Cúcuta, Norte de Santander
  3214536311
  erigelvez08@hotmail.com
  @arcbowara_arcilla
  @ARCBowara

Casi nadie lo sabe, pero en el departamento de Norte de Santander existen algunas de las montañas de arcilla más bellas del mundo. Tienen colores variados y la calidad de su plasticidad le permite, a quienes la extraen, obtener hasta nueve tonalidades diferentes de barro. Por esta razón, este territorio fronterizo tuvo, por décadas, una vocación alfarera que lamentablemente se ha ido perdiendo por decisiones de llevar la economía regional hacia otros sectores. De allí que la labor que está haciendo la familia Gelvez, trabajar el barro como forma de vida, sea una apuesta por la conservación de una tradición que le dio a esta tierra tanto renombre en el pasado.

La tarea está en cabeza de Erika y Javier, los herederos del negocio que fundó su padre, don Teódulo Gelvez Albarracín, hace más de medio siglo. Hombre de empresa, éste se trazó el compromiso regional de impulsar el trabajo en arcilla para lo cual originalmente se dedicó a la elaboración de bloques o ladrillos para la construcción. Y allí construyó un imperio. Además, cultivó arroz al ser una de las principales fuentes de ingreso de esta región del país y construyó el hotel Casablanca, en el centro de la capital. Lamentablemente, fue víctima de la guerra que azotó al país tan fuertemente en décadas pasadas; fue secuestrado y asesinado en el año de 1987. Erika tenía ocho años cuando eso ocurrió y a Javier, el hermano mayor, le tocó hacerse cargo de los negocios familiares.

Hoy, estos dos hermanos tienen en sus manos un negocio que se ha convertido en un holding empresarial y cuentan con dos líneas de negocio alrededor del barro: ARC Bowara, que se dedica a la elaboración completamente artesanal de enchapes y piezas en barro para proyectos arquitectónicos, y Casablanca, la facción industrial y de alta tecnología de bloques para la construcción.

Para Erika, Bowara es su sueño hecho realidad pues tiene como piedra fundante el culto a la tradición que tanto quiso su papá. Por eso el nombre que eligieron y que significa montaña en dialecto barí, los habitantes ancestrales de estas tierras. Está convencida de que lo que hacen es la encarnación de un oficio que busca conservar todas las cualidades del trabajo hecho a mano, la exploración y experticia técnica alrededor del barro, el arte del secado y del quemado, la mezcla de los distintos barros y la innovación en el diseño. Eso sí, usan la tecnología a su favor, sin perder el carácter artesanal de su producto: han mejorado los procesos de quemado de las piezas de barro, que por años intoxicaron a los artesanos, logrando, así, mejorar la calidad de vida de sus hacedores y cuidar el planeta, pues están experimentando con biomasa de cascarilla de arroz, como combustible natural para sus hornos.

Sabe que para ellos han trabajado maestros artesanos que llevan casi lo que lleva de fundada la empresa y aprende de estos hombres sabios la paciencia que implica ver secar la arcilla por más de un año para que bote sus vapores y esté perfectamente lista para ser trabajada. Como con la alta costura, es aquí donde se permiten la experimentación con la materia prima. Ella es quien participa en el diseño de las piezas.

Gracias a la suma de saberes, hacen calados, troquelados, prensados y diseños texturizados en el barro. Se han especializado en enchapes originales que son usados, principalmente, en la decoración exclusiva de un local comercial, sea hotel o restaurante. De esta forma, logran hacer piezas únicas que no se verán en ninguna parte. Es lo que se propusieron y lo que han logrado. Se enorgullece de saber que la tercera y cuarta generación de la familia tiene claro que Bowara y Casablanca son patrimonios familiares a preservar. Lo sabe y sonríe al ver que el más chiquito de los Gelvez, en sus cinco años ya toca el barro con curiosidad y alegría, pues será este pequeño el que alguna vez hable de esta historia mencionando el sueño de su bisabuelo.

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