Menu

Alejandro, José de los Santos y José Alejandro Pertuz

Workshop: Taller Siruma y Artesanto
Craft: Stonework
Trail: Magdalena Route
Location: Santa Marta, Magdalena


Antes de cualquier mención sobre el legado familiar, los hermanos Pertuz, Alejandro y José de los Santos, mencionan que quien, verdaderamente, les enseñó a ambos es su hermano mayor, José Antonio, pero que éste siempre preferirá estar al margen de los elogios. No obstante, ellos lo honran, trayéndolo como el más talentoso de la familia. Ellos, así como casi medio centenar de miembros de esta familia se han consagrado por casi cincuenta años a la tradición del trabajo en piedra jabón, uno de los íconos a la artesanía de Santa Marta.

El apellido Pertuz está relacionado con un barrio de Santa Marta, el María Eugenia, antes conocido como La Candelaria por la iglesia que lo enaltece. Se renombró con este nombre de mujer, en homenaje a la hija del presidente Gustavo Rojas Pinilla, a finales de los años 60 del siglo pasado. La familia llegó por las promesas de un mejor porvenir y llegaban de Pivijay, municipio vecino, también en el departamento del Magdalena. Allí encontraron al señor José Manuel Pabón, de quien se intuye fue el primero que empezó a tallar en esta conocida piedra que, brillada, se parece al mármol. Fue él quien les enseñó a trabajar esa piedra suave que los rodea.

Alejandro se recuerda por allá por la década de los setenta, en compañía de su padre, aprendiendo a reconocer la piedra en la cima de las montañas, piedra que bajaban a pesadas costaladas en las espaldas. Cuenta las muchas veces que escaló peligrosamente ese paisaje vecino para extraer la materia prima y cómo aprendió a descubrir las vetas que tenían piedra suave apta para ser tallada, sin caer en la trampa de aquellas que lo parecían, pero tenían en su centro una dureza que las hacía imposibles de tallar. Pura experiencia y buen ojo para dar con la piedra adecuada.

Recuerda que el negocio se dio más por necesidad que por un legado ancestral. Fue por el imparable turismo que llegaba por esas épocas a la bahía de Santa Marta. Decenas de buques atrancaban en su puerto, cargados de extranjeros ávidos de souvenires de esa playa bella que tenía a su lado el regalo de la Sierra. José de los Santos cuenta, también, que fueron los años de la bonanza marimbera y que la plata circulaba con abundancia, así que trabajo no les faltaba.

Las primeras piezas, y por un tiempo largo, fueron las tallas precolombinas que suplían los deseos de los compradores por tener algo auténtico de la región; caciques, ranas de la fertilidad y búhos de la sabiduría colmaron el repertorio. Luego, el mercado algo cansado de la repetición, les exigió buscar nuevas figuras y allí nació el animalario, pájaros de la región, tortugas, loros, guacamayas y tucanes, principalmente. Y, finalmente, tras una asesoría de Artesanías de Colombia en los años noventa, se diversificaron y aprendieron a hacer objetos más utilitarios, floreros y contenedores en piedra. Y empezaron a brillar la piedra, lo que les permitió hacer un producto mucho más refinado. Allí fue que empezó a compararse con el mármol, un brillado que logran con lijas, de la 80 a la 1000, y betún, para que queden relucientes.

Hoy, después de más de 40 años en esas lides, en donde todos los hermanos Pertuz se dedicaron a este oficio y hoy se lo transmiten a sus hijos, esta familia trabaja con las piedras provenientes de Yarumal, Antioquia, no porque en Santa Marta ya no se encuentren minas, sino porque las montañas se han ido privatizando en la carrera inmobiliaria y hotelera que define a la región. Sin embargo, persisten con la tradición, una que no quieren dejar de practicar y con la que toda una estirpe se ha visto florecer.

No puede copiar contenido de esta página