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Francisco Silva

Workshop: Artesanías Frasilgo
Craft: Basketry
Trail: Paipa-Iza and Paipa - Guacamayas Route
Location: Guacamayas, Boyacá


De niño, Francisco Silva creía que su madre tenía el superpoder de no necesitar dormir, porque cuando él y sus hermanos se acostaban, ella se quedaba trabajando ahí mismo en el cuarto que compartían, y cuando se despertaban, ella seguía aun trabajando. La verdad era que doña Elsa Gómez se acostaba a las 10 y se levantaba a las 4 para hacer sus piezas en fique tejido en rollo, esos jarrones apretados y coloridos, característicos de Guacamayas, Boyacá. La familia, dedicada a la agricultura, dependía de lo que entraba con las cosechas cada cuatro o cinco meses, así que entre cosechas, ella tejía para poder comprar la panela, el arroz y la carne, esas pocas cosas que no sacaban directamente de la tierra, como sí lo hacían con la papa, el maíz, el trigo y la arveja.

Muy probablemente le sacó a ella esa voluntad y por eso no se cansa de trabajar, ni ha perdido la vista ni le duelen las manos. La suya es una madre a la que siempre ha visto obrar, de quien él recuerda que cuando se acercaba gateando y la interrumpía, lo picaba con la aguja y eso era darse media vuelta y dejarla trabajar. O quizá se la sacó al abuelo, don Publio Gómez, uno de los primeros nombres en la historia de las artesanías de Guacamayas por ser quien hizo las piezas que se mostraron en el Museo de Artes y Tradiciones Populares en Bogotá, con las que poco a poco se dio a conocer su tradición. Recuerda su casa llena de canastos para echar los granos y de carrieles para guardar los documentos, algunos hechos en rollos más delgados que los que teje el mismo Francisco. En ese entonces, todo lo hacían en color natural, y en vez de usar paja para el centro de los rollos, usaban el mismo fique, una finura de piezas.

La voluntad de Francisco Silva se parece mucho a la rebeldía. En un tiempo en que se criaba a los jóvenes para que estudiaran y se fueran del pueblo en búsqueda de mejores oportunidades, y ojalá a Bogotá, él decidió quedarse. Nunca le gustó la idea de dejar su lugar. Se dedicó a la agricultura, jornaleando en cultivos de papa, trigo y maíz, pero entonces le volvió a picar la curiosidad y cayó en la cuenta de que podía hacerse lo mismo de un jornal si se quedaba trabajando en su casa, tejiendo paneras, como le había enseñado su madre cuando seguía en el colegio y se hacía lo de las onces sacando un tejido a la semana. No tenía que mojarse ni asolearse en el campo. Naturalmente, quedó como un flojo. Se lo dijeron sus compañeros de trabajo, y no fue bien visto, pero él insistió y valió la pena: lleva ya más de 25 años viviendo de las artesanías.

Otra lucha han sido los materiales. El fique que otrora compraban en San Mateo, municipio a una hora de Guacamayas, que dejaron de conseguir cuando la gente cambió los cultivos por la minería de carbón, y que por iniciativa de Francisco reemplazaron por el de Curití, Santander. Solo esa es tremenda historia: la primera vez que lo compró fue a ciegas. El pedido era de mínimo 50 kilos, pero a falta de material decidió aventurarse, y solo tres años después de esa primera compra, su proveedor pudo ver una de sus piezas en vivo y entender para qué eran usadas las fibras que cultivaba, cosechaba, peinaba y mandaba para Boyacá. También está la paja, que empezó a escasear en Guacamayas y nadie supo cómo reproducirla porque crece donde quiere. Al principio la arrancaban, pero la mata se moría. Después empezaron a segarla, y funcionó hasta que se dieron cuenta de que se espigaba, y también se moría. Al final optaron por entresacarla. Pero Francisco aún quiso optimizar el trabajo y consiguió unas matas en Medellín, que plantó frente a su taller y que, a pesar de que si no se sabe manejar corta las manos, están aprendiendo a mezclar con la otra variedad, y ha resultado en piezas más livianas.

Su madre, que sigue sin dormir, todavía trabaja sin cansancio. Si la invitan a un paseo les responde que para qué va a ir a perder su tiempo caminando, si puede quedarse haciendo una cazuela o un frutero. La verdad es que ninguno de los dos puede estarse sin trabajar. Es lo que les gusta. Así como a un nieto, que llegó para enfrentar a Francisco con sus propios pasos, pues no tiene ni diez años y ya dice que se quedará en el pueblo y se dedicará a la artesanía, y Francisco no se explica por qué, sabiendo que él hizo eso mismo y que le fue bien, tan bien que se ganó la Medalla a la Maestría Artesanal Contemporánea en 2020, a veces le da miedo que su nieto no se vaya.

Artisans along the way

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