Taller: Fundación Wirakoku
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Magdalena
Ubicación: Santa Marta, Magdalena
Las comunidades indígenas han sido narradas, principalmente, por hombres, por los mamos, sus autoridades espirituales y por sus autoridades y voceros. Así ha sido desde siempre. Sin embargo, como los tiempos van cambiando, también en estas comunidades se han ido transformando, o ampliando, los canales para hablar de, ni más ni menos, que de las acciones del cuidado y de la transmisión de los saberes artesanales. Es el caso de Wirakoku, fundación arhuaca liderada por Lucelly Torres quien, representando a más de 100 mujeres tejedoras de esta etnia, está logrando equilibrar el relato de origen y visibilizando a las tantas mujeres de su comunidad.
Lucelly, como tantos indígenas de nuestro país, tuvo que separarse de su territorio ancestral sin haberlo pedido. Le tocó hacerlo dos veces. La primera, a sus 11, por razones de salud, porque en su pueblo, a orillas del Río Fundación, no había cómo tratarla; vivió, muy a pesar suyo, dos años en Santa Marta. Luego, por cumplir los 18, su comunidad tuvo que huir de los grupos armados ilegales que amenazaron con dañarlos. Cuenta esto, suspirando, pero se recoge en su más grande certeza: que cada arhuaco, no importa dónde esté, carga un pedacito de su Sierra.
Las mujeres de Wirakoku habitan entre Santa Marta y Katanzama, resguardo que está entre el Río Don Diego y el Palomino, vía a La Guajira. Esto porque, cansados de vivir lejos de su hábitat, hacia 2010 decidieron regresar al territorio y se asentaron en este vasto espacio, tan asequible para quienes los quieran visitar, pues está en las faldas de la Sierra. De esta manera se mueven entre la capital y el resguardo muy fácilmente y así es como han podido movilizar toda una estrategia de sostenibilidad de sus saberes artesanales y comunitarios, beneficiando a sus miembros.
Lo han hecho, claro está, desde su más grande ícono: la mochila. Es el lenguaje común de la mujer indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta. Tejerla la conecta con su territorio y tiende el hilo de todas aquellas que se saben de esta tierra. Lucelly cuenta que alguna vez, cuando ni siquiera tenía en mente ser cabeza de una fundación, le hicieron un pedido de mochilas que sobrepasó su capacidad de producción. Esto la hizo salir a buscar, al Centro de Santa Marta, cómo podía cumplir entre mercadillos. Se aterró de ver el precio ínfimo con el que se vendía semejante trabajo que significa hacer una mochila. Vio que quienes mercadeaban eran hombres, todos hombres, a quienes se les podía regatear y que hablaban del producto como cualquier cosa, como si fuera una mercancía más. Allí se le encendió una llamita y se impuso la misión de hacer que la mochila se pagara a un precio justo.
Y eso lo logró, hablando con la convicción que lo hace. Estaba segura que si contaba cómo se hacía una mochila, dónde y quién la hacía, además de los tres meses de elaboración, el comprador cambiaría de inmediato su actitud frente al producto. Y así fue. Compradores canadienses se enamoraron de sus mochilas y les prometieron ayudarlas. Y lo hicieron, llevándoselas a una correría por ese país que les abrió puertas y oportunidades, muchas de las cuales las tuvo que atajar porque, al inicio, no estaban listas para asumir pedidos tan grandes, “estábamos en kínder y ya nos querían dar el título”, cuenta con risas, consciente de que había que ser responsable si querían que salieran bien las cosas. Nada le causa más gusto que decir que si le pidieron cincuenta mochilas, todas serán de manos distintas y de las mujeres desplegadas en todo su territorio.
De eso ya han pasado muchos años. En 2012 constituyeron la fundación y, desde entonces, no han parado de buscar mejores y mejores cosas para ellas. Para ello, se han convertido en ágiles mediadoras de turismo. A la experiencia artesanal le han sumado la culinaria y medicinal, y hasta tienen retiros de bienestar, junto al mar, para dejar las penas y el estrés atrás. Basta tener el espíritu abierto y querer acompañarse de estas mujeres poderosas, ellas están allí para llevarnos de la mano.
No puede copiar contenido de esta página