Menu

La Maye – María Sofía Martínez López

Taller: Asociación de mujeres artesanas de La Sierra
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cesar
Ubicación: Valledupar, Cesar


En Valledupar y sus alrededores todos saben quién es La Maye. Se llama María Sofía Martínez López pero desde niña le llaman con este apodo, que ella recibe con amor. Se ha dado a conocer porque no se queda quieta, es una líder, intermediadora y artesana que por años, con o sin recursos, ha insistido en los proyectos de su comunidad hasta sacarlos adelante. Es una hija nativa de la comunidad Kankuama, que durante quince años fue coordinadora de mujeres e instructora de artesanas en La Mina, Cesar. Es la gestora de la Asociación de Mujeres Artesanas de la Sierra, fundada en el 2012, y también trabaja por el turismo en el río La Mina. Además, es la representante del Cesar ante la AMUCIC, Asociación de mujeres indígenas, campesinas y negras de Colombia, que se creó hace 37 años y desde la que, hoy en día, mujeres a lo largo del país acompañan a otras mujeres víctimas del conflicto armado.

A quien pide rebaja, ella le explica todo el trabajo que lleva hacer una mochila de fique. Conoce a las artesanas, ella misma es una, y sabe que primero hay que sembrar un maguey y esperar cuatro años a que dé fruto. Sabe que después hay que cortar la hoja, quitarle la espina, ponerla en un tabla y limpiarla con una macana, sacarle las hebras y lavarlas, y después de que sequen, sacudirlas, hilarlas, tinturarlas y corcharlas. Y después, tejer las mochilas. Ella presta su voz, para hablar por su comunidad kankuama, para defender el trabajo artesanal, o para coordinar y pedir apoyo económico para hacer circular la tradición de la tejeduría.

Aunque aprendió a los 8 años a hacer el chipire, el ombligo por donde se empiezan a tejer las mochilas, ha sido una labor de tiempo y esfuerzo construir los lazos que le han permitido a ella y sus compañeras afinar sus conocimientos. Hubo un tiempo en el que hacían mochilas tinturadas con anilinas y pasaban pena, pues sucedía que la fibra soltaba el tinte y manchaba los hombros de quienes las compraban. Se dieron cuenta de que no tenía sentido usar anilinas si sus abuelos y abuelas sabían de tintes naturales. Entonces decidieron rescatar el conocimiento perdido y encontraron a una instructora que revivió este saber en ellas. Hoy, como gestora de la Asociación de Mujeres Artesanas de la Sierra, trabaja con 20 mujeres y ayuda a otros cientos de artesanas a vender sus mochilas.

Así como se entrelazan los hilos en una mochila, se tejen en La Maye todas sus potencias. En su vida, las artesanías y el trabajo social van de la mano. Con AMUCIC, una numerosa asociación que poco a poco se ha dado a conocer, se unieron a la Unidad de Víctimas y han podido ayudar a la JEP con su informe sobre los 700 niños huérfanos y las 20 mujeres desaparecidas que dejó la guerra en su región, de quienes el gobierno no tenía noticia. Han buscado y oído las historias de mujeres a quienes les mataron a sus esposos, a sus hijos. Mujeres a quienes nadie nunca les había dicho “párate, ven, acá estamos nosotras”. Ellas las han ayudado a descargarse, a darle un lugar a su dolor. Las acompañan y les ofrecen su confianza. A La Maye Dios le ha dado la inteligencia para darles apoyo psicológico, acompañarlas para que escriban su historia, le entreguen su dolor al río, y vean al agua llevárselo. Ella las entiende porque pasó por lo mismo.

Quien apoya a La Maye está apoyando, quizá sin saberlo, a un red inmensa y valiosa de artesanas y de mujeres víctimas de la guerra. Tantos años de trabajo le han hecho entender que lo que quiere es unión, que no estén dispersas, pues sabe que la paz está en permanecer juntas.

No puede copiar contenido de esta página