Workshop: Manos maestras
Craft: Enchapados y recubrimientos
Trail: Sandoná - Pasto Route
Location: Pasto, Nariño
Ximena Rodríguez ama profundamente su oficio, no solo porque lleva más de treinta años practicándolo, sino porque lo aprendió de alguien que la amaba, y a quien ella amaba: su abuelo, Guillermo Ignacio Rafael Cifuentes. Le suma valor a la historia el hecho de que, para heredar el saber de su abuelo, tuvo primero que convencerlo. No fue fácil, la tradición decía que solo los hombres podían ser doradores, pero desde niña Ximena intuía que eso podía cambiar. Solía llegar del colegio y almorzar en la cocina de su abuela para después pararse en la puerta del taller de su abuelo y verlo trabajar. Un día, por fin, la invitó y la puso a pintar florecitas. Pero las florecitas no le eran suficientes, ella quería hacer más que decorar. Tocar sus gubias sin permiso habría sido una grave ofensa, así que esperó, hasta que él le dio el tan anhelado permiso para hojillar. Ella recuerda el olor a cigarrillo que inundaba el espacio y que ella detestaba, pero que soportaba, porque eran más grandes las ganas de tocar el oro con sus propias manos.
La insistencia de Ximena valió la pena. Hoy en día es la única heredera del antiquísimo oficio de su abuelo, cuyos orígenes en Colombia se remontan a la colonia. En Pasto, una ciudad colmada de iglesias, el trabajo en laminilla de oro fue fundamental para decorar los templos. Fue enseñado por los españoles a un grupo selecto de artesanos que, a su vez, lo transmitieron a contados aprendices y a su propia descendencia. El abuelo de don Guillermo Cifuentes había hecho parte de uno de los talleres de Manuel Chili Caspicara, un importante escultor, tallador y dorador de la Escuela de Quito, mucho antes de que Colombia y Ecuador fueran naciones separadas. Desde entonces, los talleres de los doradores han estado en sus propias casas y de ahí el secretismo que los rodea. La práctica, muy popular en Ibarra, Ecuador, sobrevive en Pasto gracias a los tres talleres que la han salvaguardado: el de Hernán y Carmen Zambrano, el de Luis Eduardo Arturo y Mercedes Rodríguez, y el de Ximena, mejor conocida como la señorita Cifuentes.
A la suntuosa tradición de figuras talladas de santos, vírgenes y ángeles custodios recubiertos en laminilla de oro, Ximena le sumó sus piezas utilitarias. Sucede que, después de que uno visita Pasto y sus numerosas iglesias, lo más natural es quedar con las ganas de llevarse algo que las evoque. Por eso, en el taller Manos Maestras producen bomboneras, cofres y jarrones inspirados en los altares, retablos, nichos y marcos dorados de las icónicas iglesias; una combinación irresistible. Porque cada pieza es una muestra de los siglos de historia que la preceden, te queremos invitar a visitar un taller que preserva la tradición. En este aún se utilizan los materiales que llegaron a este territorio con la colonia: el carbonato de calcio, la cola de conejo, el bol de armenia y la hojilla europea, que desde el comienzo se ha importado pues en América nunca se fundaron talleres de batihojas, los encargados de martillar un pedacito de oro sucesivas veces hasta volverlo tan delgado como una hoja de papel. Ximena habla de la técnica como un misterio fascinante, en el que la especificidad de los materiales es vital. Un ejemplo de ello son las piedras de ágata con las que se bruñe la hojilla sobre la pieza tallada en madera de cedro, que les dan el acabado que ninguna otra piedra puede darle a las creaciones de un dorador. Aprovecha para conectarte con siglos de tradición en el taller de Ximena, una orgullosa portadora del título de doradora quien, con su característica generosidad, te ofrecerá una inmersión en esa fascinante historia que, por supuesto, conoce a cabalidad.
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