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Nairo José Catalan

Taller: AMAESCOL
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: El Salado, Bolívar


Para Nairo José Catalán el ejemplo está en las abejas, esos animales que nos enseñan sobre la armonía, la tranquilidad y la unión. Ellas, que trabajan por el bien de sus colmenas, procurando que no les falte nada, le muestran a Nairo lo que Colombia necesita: unión. Después de haber aprendido de apicultura, y de haber trabajado muy de cerca con las abejas, se dio cuenta de que nos hace falta gente dedicada a trabajar por un bien mayor, dice, para que no falte nada en la casa. Y es que justamente las abejas le hablan de unión porque su vida estuvo atravesada por la desunión, la fractura que causó en su colmena la guerra.

La masacre de El Salado, en el 2000, partió en dos a su gente, que como abejas perdidas tuvieron que huir del lugar en torno al que giraban sus vidas, y enfrentar la estigmatización de quienes los miraron con desconfianza, como bichos raros, por venir de una zona atravesada por el conflicto entre guerrilla y paramilitares. Es que nadie quiere salir de su casa, nadie quiere salir de su territorio, declara Nairo con conocimiento de causa.

Al volver a El Salado, en su caso, dos años después, muchos jóvenes se encontraron con la incertidumbre y la falta de oportunidades. La comunidad estaba débil, y ellos soñaban con algo nuevo, distinto al trabajo en agricultura que parecía ser su única opción, al que se habían dedicado sus padres y abuelos. La unión fue la promesa de la confianza renovada, del bienestar que trae el saberse acompañado, ese que se transmite entre la familia y los amigos. Y entonces se encontraron sus ganas de trabajar con una iniciativa de la Fundación Semana, con quienes se dieron cuenta, después de una investigación, de que los objetos más utilizados para el descanso en la costa eran las hamacas y las mecedoras, y de que esa sería la dirección que tomaría su emprendimiento. ¿Por qué no unirlas? Así como las abejas, piezas que forman el todo de la colmena, crearon en el 2010 las hamadoras, una mezcla entre hamaca y mecedora. Ahí reside la importancia de ese nuevo trabajo, en el cambio tan grande que supuso para ellos encontrarse con el oficio en un municipio en el que renacía la paz.

Así que aprendieron a soldar y hacer esas piezas que son un descanso, un lujo de la máxima comodidad. Y formaron Amaescol, la asociación en la que Nairo, aunque no figura como presidente, funge como tesorero, secretario, persona de los mandados, mejor dicho, es quien mueve y lidera el grupo que les dio una nueva opción de vida a él y sus compañeros. La satisfacción les ha llegado en forma de admiración, la que sus clientes les transmiten al ver su trabajo bonito, los que les preguntan ¿cómo lo hacen?, ¿dónde lo hacen?, y a quienes con orgullo les responden, en El Salado.

Artesanos de la ruta

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