Workshop: Crearcooplimitada
Craft: Basketry
Trail: Paipa-Iza and Paipa - Guacamayas Route
Location: Guacamayas, Boyacá
Cra 5 #4 -59
3204989697
crearcoopltda@yahoo.com
@crearcoop.ltda
@artesaniasdeguacamayas
En la provincia de Gutiérrez, al norte norte de Boyacá, está Guacamayas, pueblo sorpresa que descansa sobre una ladera y que aparece mágicamente entre las montañas que lo rodean. Hablar con Omaira Manrique es conectarse con la historia profunda de este municipio, pues conoce al derecho y al revés los nombres, fechas y grupos que han moldeado, desde los años ochenta, las emblemáticas artesanías de Guacamayas. Su memoria, y su generosidad al compartir lo que sabe, le nacen de un profundo amor por el lugar en donde nació, ha vivido toda su vida, y planea pasar sus últimos días. Y es con ese mismo amor, traducido en vocación, que se ha dedicado a apoyar a su gente y su identidad artesanal desde que era una adolescente. No por nada a esta líder le suelen decir que si el día tuviera 30 horas, a ella no le alcanzarían todavía.
Cuenta que todo empezó con siete familias, las portadoras de la tradición de la cestería en rollo cosido que les dejaron sus antepasados de la cultura Lache, unos maestros del fique. Los Gómez, Pineda, García, Silva, Carreño, Blanco, y la suya, los Manrique, en manos de su padre José Benito Manrique. Así que esos siete apellidos se unieron a mediados de los ochenta como socios fundadores de la tremenda organización que hoy conocemos como la Cooperativa Crear Cop Limitada, pero que en ese entonces se llamó La Casa del Telar Arco, por otra técnica propia del pueblo, la del tejido en fique sobre telares hechos con bejucos arqueados. Con el apoyo y patrocinio del Museo de Artes y Tradiciones Populares, los artesanos fundadores empezaron a diseminar su conocimiento mientras una Omaira adolescente los seguía de cerca y daba sus primeros pasos como dirigente campesina. Se formó para aprender a hablar con su gente y organizarla. Y además de acompañar su formación artesanal, se preocupaban por el estado de los hogares: si les faltaba una letrina, la construían. Esta hija única, que había soñado con convertirse en policía, se quedó en Guacamayas y se conectó con el impulso político del mejoramiento de la vida en el campo: visitando una vereda cada semana, diciéndole a los que ya habían aprendido de cestería que por qué no le enseñaban al vecino, y ojalá a toda la familia, velando por darles a todos un oficio que les permitiera quedarse en el pueblo y sostener a sus familias.
Años después, se le quedaría grabada en la memoria una fecha, el 19 de junio del 2006, día en que, estando de cumpleaños y hospitalizada por una apendicitis, les anunciaron que habían obtenido el sello de Denominación de Origen para la cestería en rollo cosido de Guacamayas. La alegría fue completa. Omaira había hecho parte del equipo gestor y el proceso las había llevado a repasar cuidadosamente su trayectoria, contar sus vidas a través de sus artesanías. Para reconstruir esa historia, hablaron con los niños y los adultos, con los que practicaban el oficio y los que no, y con todos los integrantes de la cadena de valor. Recordaron los tiempos en que las artesanías eran despreciadas, irónicamente, por lo que les da su magia: el estar hechas a mano. Y recordaron esas épocas difíciles en que recorrían los almacenes de Bogotá, con cajas repletas de canastos al hombro, buscando quién los comprara. Entendieron que la cestería en rollo cosido tiene la capacidad de narrar como una espiral, que su centro es el inicio de sus corazones, y que ese tejer de adentro hacia afuera, ese irse agrandando, es el principio que rige sus vidas. Como un canasto, se diseña la propia trayectoria y el quehacer; a veces con mucho color, a veces con poco. Y en el proceso, los artesanos recuerdan los sueños que traen dentro y la naturaleza que los rodea e inspira, de donde han tomado, justamente, los tradicionales diseños de caracol, rombos y estrellas.
Esta tradición, que nació con las cuartillas, cestos usados para contener las semillas, papas, fríjoles y trigo, creció hasta ocupar un lugar central en la vida y la economía de la gente de Guacamayas. Lo vemos reflejado en sus calles, pintadas con los mismos colores de los canastos, a los que por su colorido les dicen tutifruti. Y lo oímos de la viva voz de Omaira, que recuerda cuando aún no se usaba casi el color, sino para marcar con apenas unas rayitas amarillas, verdes o rojas los canastos, porque esos eran los tintes que las mujeres hilanderas como su madre, Elvira Gomez, usaban para tinturar la lana con la que se hacían las cobijas. De vez en cuando, tiraban entre las tinturas unas pocas fibras de fique, para darle así unas pinticas de color a los recipientes que usaban en la casa, haciendo nacer, sin saberlo, una tradición que perduraría.
Además de artesana incansable, Omaira ha sido dirigente campesina, capacitadora del SENA y certificadora en tintes, líder del proceso para conseguir la Denominación de Orígen, líder de la Defensa Civil, representante de las artesanías en Estados Unidos, Chile y Ecuador y, desde el 2010, ha estado preocupada por poner a Guacamayas en el ojo del turismo. Por eso fundaron la red de Turismo Rural Comunitario y trabajan por no depender solo del flujo de visitantes del Nevado del Cocuy en este destino tan al norte. Y siempre, siempre, seguirá siendo una orgullosa integrante de la Cooperativa.
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