David se sabe continuador de un legado y tiene claro, junto con su esposa Diana Pérez, que en sus manos está la garantía de que los famosos muebles rústicos coloniales de Punta Larga no desaparezcan. Ambos, herederos de La Cabaña, fábrica de muebles fundada por Samuel Pérez, al lado de otras dos familias dueñas de El Cacique y Los Chanos, se han impuesto esta tarea, luchando contra viento, marea y los tiempos modernos que buscan moverse más ligeros cuando lo que ellos hacen son objetos macizos y pesados, cargados de identidad. Basta entrar a las casonas boyacenses para encontrar en ellas enormes comedores con base “patajarra” o salas de estar con sillas romanas, de claro estilo colonial, de madera oscura, torneada y brillante que contrastan alegremente con las fachadas blancas y las buganvilias coloridas, las margaritas y las rosas de su paisaje.

Esta tradición de la talla en madera se remonta a vieja data y recoge el pasado colonial de nuestro país. Gracias al primero que lo hizo en la región, con materiales de demolición, don Abelardo Rojas, se perpetuaron los oficios de la talla y la forja y, así, fue recreada una herencia española que introdujo a través de los calados diseños en arabescos de todo un zoológico e imaginario europeo de dragones, tigres y delfines. Aún hoy es posible apreciar las cabeceras de las camas y las alacenas o armarios con esos trabajos tallados que reflejan la destreza de un oficio duro y poco valorado del que se saben sus preservadores. También conservan, como el mayor de los orgullos, la planeadora, la primera máquina que llegó a Punta Larga para enderezar los palos y así poderlos ensamblar y trabajar. Se la compraron a los Ferrocarriles Nacionales y la nombraron La Machaca. Es toda una reliquia. Se percata, al relatar este pasado, que su tarea de la memoria es grande y que hará todo lo posible para que ese legado que define a Puntalarga no se pierda.

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