Se sabe narrador, uno de esos dicharacheros encantadores que pueden contarlo todo sobre su pueblo, sobre lo divino y lo humano, sobre el pasado y el presente e incluso sobre el futuro. Es artesano tallador y domina la técnica de la intarsia, pero, sobre todo, es un gran contador de historias y tremendo embajador de lo que significa ser salaminero. Quien quiera recorrer de su mano este pedacito de Caldas, patrimonial y tremendamente vivo, se hará una idea muy justa del sentir cantadito de su hablar, del enamoramiento por las montañas en donde vive felizmente y de la reverencia que el nombre de Eliseo Tangarife le produce al ser el maestro e inspiración de todos cuantos trabajan la madera en su pueblo.

Ha tenido la suerte de poder tener su taller en una de las casas que el maestro Tangarife llenó con muebles, barandas y balcones labrados por la destreza de su mano. La ha convertido en un sitio de visita, como si de un museo se tratara, para presentarle al visitante las maravillas que pueden tallarse con la madera y así, darles un recorrido por el patrimonio de Salamina. Por supuesto, también ha desarrollado un oficio dedicado, al practicar una técnica que aprendió en Argentina, la intarsia, una forma de incrustación de la madera que trabaja con piezas muy pequeñas que se ensamblan unas a otras creando complejísimas construcciones con centenares de partes. Es capaz de hacer las figuras más demandantes y ha hecho de la icónica figura de La Gaitana, un símbolo de su maestría. Rubén combina su dedicado trabajo con diversos negocios, entre los cuales el turismo y la gastronomía. Todo un personaje que merece la pena conocer.

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