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Ixela, Blanca y Ángela Sabino Acosta

Taller: Asociación de tejedores wayuu Iwouyaa
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Riohacha - Nazareth
Ubicación: Riohacha, La Guajira


La hilandera de la vida

Quien crea que con la muerte de Cecilia Acosta se acaba su estela sobre la tierra está muy equivocado. Como si hubiera sabido que se iría pronto, se dedicó a enseñarlo todo, a enseñárselo a sus tres hijas, Ixela, Blanca y Ángela, así como a innumerables jovencitas y mujeres que hoy son experimentadas artesanas, perpetuadoras del legado de su cultura Wayúu. Ella misma, seguía la herencia de su bisabuela, abuela y madre. También preparó a sus tres hijos para que fueran hombres capaces de ser palabreros cuando el turno les llegue.

Todo en ella siempre fue mantener la tradición y el apego al territorio. Solía decir que había aprendido a tejer “los hilos de la vida desde los 7 años” y oyó de boca de Ángela, su mamá, que a la abuela le había durado el encierro siete años y que, por supuesto, cuando salió no solo era una maestra en el tejido sino que le llovieron los pretendientes.

En ese ritual del paso de la adultez todas las Acosta han aprendido a perfeccionar el tejido del chinchorro, así como el dominio del telar para la gasa y de los múltiples nudos y cordones que pueden realizarse en la elaboración de una mochila. También allí entendieron el sentido de los kaanás, aquellas figuras que simbolizan estados de la naturaleza o movimientos, como la estrella que señala la llegada de la primavera, o la marca del burro en la tierra cuando está amarrado y que le dio el nombre a su taller: Iwoúyaa.

A Cecilia siempre le interesó dar, así que fue natural que quisiera desarrollar un proyecto que le permitiera hacerlo a sus anchas. Fue así como estudió un técnico en operación turística y, luego, lideró procesos artesanales y de etnoturismo en la Ranchería Iwouyáa, de la cual fue su autoridad tradicional. Allí los turistas encuentran un lugar para adentrarse en la cultura de una forma cómoda, entretenida y respetuosa. Además, desde hace más de 30 años, de la mano de su hermana, creó una institución etnoeducativa llamada El Paraíso, que le apuntó a la formación de los niños y niñas Wayúu, enseñándoles la palabra, el respeto, el valor de la comunidad, su pensamiento y sus procesos históricos.

Se inventó una manera de transmitir los saberes comunitarios a través del tejido, la gastronomía, la danza y las actividades culturales. Empezó como un proyecto de atención a 7 niños y hoy en día cuenta con 11 sedes que atienden a casi 1.500 niños y niñas, desde el preescolar hasta grado 11°. Eran su orgullo. Como las artesanas con las que siempre trabajó de cerca. Hoy, la herencia de su saber queda en manos de sus hijas, y en particular de Ixela, quien desde ya promete mantener vivo el legado de Cecilia.

Artesanos de la ruta

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