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Carlos Mario Gallego

Taller: Samanea
Oficio: Trabajo en madera
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Cartago, Valle del Cauca


Para iniciarse en el oficio de la talla, la madera más viable es el cedro ya que es resistente, no tan dura, sus fibras son nobles y su color parejo. El samán, en cambio, es una madera dura y compleja. El color de un mismo tronco varía, es más claro en el orillo o parte externa, y más colorado cerca al duramen, o corazón. Por eso, cuando se le da un acabado natural, el resultado es más exótico y llamativo. Es un árbol muy común en el Valle del Cauca, Caldas y Risaralda, que no es bienvenido en zonas ganaderas a pesar de su imponencia y belleza, pues hace sombra y pantano. Después de trabajar por años con el samán, Carlos Mario volvió a maderas más amables. Una misma pieza le podía tomar quince días si estaba hecha en cedro, y el doble si era en samán. Ahora, el ochenta por ciento de su trabajo está hecho en cedro. Él prefiere el de la costa chocoana, que es más colorado que el de la costa nariñense, y ya que es una madera blanda, la inmuniza cuidadosamente. Con su experiencia, al ver una madera Carlos Mario sabe descifrar lo que revelan su color, fibras y nudos, sobre la velocidad a la que creció el árbol, la humedad del suelo y su ubicación geográfica. Sabe, por ejemplo, que un cedro que ha crecido cerca de la línea ecuatorial es menos propenso a que le entre el comején, a diferencia de los que crecen en Colombia.

Carlos Mario Gallego es un apasionado de la técnica y se ha propuesto darle altura a su oficio. Una vieja foto revela su pasión temprana: en ella aparece Carlos, con no más de año y medio de edad, cogiendo la escultura de un águila pequeña tallada en madera. Recuerda la fascinación que le causaban las figuras talladas, que todos en la región parecían tener. Las había hecho Don Antonio, un señor que hacía casas en tapia y esculpía madera en el municipio de El Águila, en el Valle del Cauca, de donde es la familia de Carlos Mario. Técnicamente, a quienes se dedican a este oficio se les llama tallistas. En la década de los ochenta, La Virginia, municipio de Risaralda, era la capital del tallado. Hacían, más que todo, piezas ornamentales, muebles isabelinos, barrocos, y las populares camas Luis XV. Luego, muchos de los tallistas que se formaron en La Virginia, especialmente en el taller de Muebles Clavijo, emigraron a Pereira y Cartago. Era un oficio de taller, que no clasificaba para ser enseñado en las facultades de artes.

Cuando Carlos Mario estaba cursando bachillerato, se abrieron diez cupos para tomar el curso de talla en madera de la Casa de la Cultura de Cartago. Así empezó su formación. Al principio, intentaba replicar con navajas las figuras de los armarios de su madre, tallados en cedro, que venían de La Virginia. Luego aprendió a usar las herramientas del tallista. Pertenecientes a la familia de las gubias, se dividen entre las pandas, media caña, los formones, sesgos, buriles, picadoras, rizadoras, cordoneadores y boceladores. Cada herramienta, además, puede tener distintos tamaños, para suplir diferentes necesidades. Después, cuando se formó como Licenciado en Artes Visuales en la Universidad Tecnológica de Pereira, se dio cuenta de que no muchos maestros conocen las especificidades de las herramientas para la talla, ni las propiedades de la madera y sus fibras. Esa fue una carencia que con su trabajo tallando y enseñando la técnica ha procurado suplir.

Además de haber crecido entre las piezas talladas de Don Antonio, Carlos Mario creció entre pinturas y esculturas de aves. En Cartago, un lugar especial para la ornitología, abundan las obras sobre aves. Según Carlos Mario, en su municipio no hay casa en donde alguien no pinte o tenga un cuadro de aves. Creció cerca de las pinturas de Daniel Narváez, el padre de los pintores de aves en Colombia, y desde pequeño supo que quería concentrarse en la talla ornitológica. Hace detallados pechirojos, azulejos, picaflores, barranqueras, carpinteros, tucanes y guacamayos. Los traza siendo fiel su fisonomía y hace también las flores con las que estás aves conviven, las orquídeas, heliconias, bromelias y frutos amazónicos. Hoy en día, 23 años después de haber entrado como alumno, Carlos Mario es tallerista de talla en la Casa de la Cultura de Cartago. Tiene alumnos de trece años en adelante, a quienes les enseña todo lo que sabe pues es un pedagogo generoso, que comparte su conocimiento para expandir y darle altura a su técnica.

Artesanos de la ruta

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