Taller: Artis Carolina Claros
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Tuluá, Valle del Cauca
El frivolité es un arte antiguo y especializado, casi perdido en Colombia, que llegó de Europa en los tiempos de la colonia. Es una técnica de encaje, que funciona a partir de nudos hechos con una herramienta especial llamada naveta, un artefacto en forma de hoja que se carga con hilo. Todos hemos visto un mantel de hilos blancos, con motivos de flores y hojas flotantes unidas por líneas; pero a veces parece que nadie sabe cómo se hacen esos delicados manteles. Carolina Claros quiere rescatar esta técnica, a la que llegó por curiosidad. Sin embargo, esa curiosidad no se habría despertado en ella si no hubiera sido por su formación en tejidos.
Estar hablando de su oficio a mediados del 2023 es especialmente significativo para esta artesana ya que el momento coincide con la partida de quien le mostró el mundo de los tejidos: su abuela materna María Eva Ordóñez de Ruiz. Como era común, aprendió a tejer en crochet en el colegio de monjas donde estudió y después le enseñó a sus cuatro hijas lo que había aprendido empíricamente de modistería. Y si bien fueron su madre y su tía quienes primero le enseñaron a tejer a Carolina, cuando quiso, a los siete años, bordar su propia Pocahontas en una camiseta, su amor por el tejido está fuertemente ligado a su relación con su abuela. Carolina guarda como un tesoro sus recuerdos: ir a una tienda de adornos o de telas con ella y en vez de aburrirse como los otros niños, sentirse como en un parque de diversiones porque estaba en compañía de María Eva. Cuando le preguntan por ella, siente que no alcanza a transmitir todo el amor que le sembró, pues es demasiado grande lo que le dejó como para poder explicarlo con palabras. Es algo limpio, sano y profundo; una herencia que no hay que arreglar sino potenciar. Hay días en que su ausencia se siente como intento de tomar una bocanada de aire y sentirse ahogada, y hay días en que su recuerdo es una suave brisa. Por lo tanto, rememorarla a través de su trabajo cobra más sentido y se vuelve una forma de honrarla.
De niña, además de bordar a Pocahontas en sus camisetas, Carolina hacía bolsos y mochilas pequeñas en crochet. Con los años se alejó de los tejidos y en el 2018, cuando llegó a Villa María con su esposo, a 10 minutos de Manizales, lo retomó. En esa ciudad templada le volvieron la ganas de tejerse un saco. Fue entonces que descubrió el frivolité en internet y se dio a la tarea de descifrar sus nudos. Aprendió a punta de tutoriales de mujeres ucranianas, españolas y rusas, y sus primeras piezas de bisutería se las regaló a su suegra y a sus cuñadas, hasta que a su esposo se le ocurrió, viendo la calidad de los tejidos de Carolina, llevarlos a la alcaldía y ofrecerlos para las ferias que hacían cada mes. Esa primera vez vendió casi todas las piezas de su esposa y le hizo ver la acogida que tenía su talento. Ahora, en Tuluá, se ha dedicado a promover sus artesanías.
Carolina hace gargantillas, pulseras, brazaletes, anillos y collares de una delicadeza impresionante. Verlos es preguntarse por su elaboración, por cada nudo que conforma esos motivos florales. Y es que tiene un don para las piezas delicadas y miniatura, por eso se dedica, además, al micro crochet, que se aprecia mejor con una lupa, pues a primera vista parece que sus girasoles, gerberas, hortensias y rosas estuviesen hechas de papel o masillas. Se trata de otro oficio demandante e impresionante. Carolina teje con la aguja de crochet más diminuta que ha podido encontrar, en hilo blanco, y luego pinta cada parte de la flor con ecolines, las sella y finalmente las ensambla en sus piezas de bisutería.
Esta artesana decidió ser una madre presente. Le ha enseñado a su hija Natalia Valencia, de ocho años, el valor de emprender en las artes. Por esto, y por su profunda devoción a Dios, quien le regaló el nombre de su empresa, Artis, Carolina sueña con ayudar a mujeres que, como ella, quieren tener un proyecto personal al tiempo que se dedican a su familia, cuidan y acompañan el crecimiento y la educación de sus hijos. Cuando Dios se lo permita, planea montar un taller de enseñanzas para apoyar a mujeres con habilidades para la pintura y los tejidos y apoyarlas para emprender desde sus talentos, sin tener que sacrificar su rol como madres.
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