Taller: Colectivo Canoa Grande
Oficio: Luthería
Ruta: Ruta Ipiales - Tumaco
Ubicación: Tumaco, Nariño
La música ha ejercido sus poderes más de una vez sobre David Quiñónez: lo ha curado. La alegría contagiosa de este artesano, su amor por la tierra a la que pertenece y la energía de su espíritu están sin duda ligadas a su pasión por ese instrumento de sonido dulce y único que es la marimba. Hace veinte años que la interpreta y manufactura. Llegó a ella gracias al amigo que lo invitó a bailar danzas en la fundación del Maestro Agustín Francisco Tenorio, TUMA, cuando tenía 7 años. Él aceptó sin saber de qué se trataba y al llegar vio a todos los niños corriendo, saltando, en sus palabras, siendo libres. Jugaban a la música, a la danza y a la artesanía, algo que nunca había visto antes. Se contagió y se unió, corriendo de la alegría él también.
Había llegado a Tumaco hacía un año, enfermo. Venía de la vereda del río Chagüi y recuerda que las personas, al verlo tan flaco, creían que se iba a morir. Más de una vez se sintió rechazado o sin ganas de jugar con los demás niños, pero cuando iba a la fundación y jugaba a la música, se sentía parte de algo, se sentía vivo. Descubrió que podía desahogarse a través de los instrumentos, poner su rabia pero también su alegría ahí. Poco a poco se fue enamorando y, cuando le llegó el momento, sintió el llamado de la marimba.
Pero resulta que años después de aprender a hacer sus propias marimbas, sintió otra clase de llamado, el de su lugar de nacimiento, que le pedía regresar. Estaba pasando por un mal momento y le propuso a su familia ir a pasar unos días a la vereda del río Chagüi. Entonces llegó con su compañera y sus dos hijos a un lugar que desconocía, y sintió que su vínculo con las personas de ese lugar se había roto. Desde siempre le ha gustado conversar con los mayores, reírse con ellos, así que decidió hacer una marimba, siguiendo una corazonada. Fue por la chonta al monte y la empezó a fabricar frente a su casa. Pasó lo que presentía: la gente se fue acercando y con la marimba como pretexto, pudieron hablar, se reencontraron. Se dio cuenta entonces de que tenía que volver a su lugar de origen para reconectar con su gente y para entender, por ejemplo, por qué las octavas de la marimba suenan al mar, al viento y a los pájaros. Se volvió a curar.
Así como la fundación del Maestro Francisco Tenorio le ofreció a tantos la oportunidad de empuñar un instrumento en vez de un arma, David sintió el llamado para unirse a esa resistencia y ayudar a otros. Así que creó el colectivo Canoa Grande en honor a la canoa que lo trajo a Tumaco, ese medio de transporte que une al territorio y lleva los mensajes de su gente. Lleno de orgullo dice que, como las canoas, su misión es unir, y así ha sido: ya son más de 50 jóvenes los que se han unido a su iniciativa en el barrio María Auxiliadora para aprender de música e instrumentos. Dice, además, que todo lo que ha hecho ha valido la pena, pues le ha permitido estar tranquilo consigo mismo. Sabe que, así como recibió el invaluable regalo del conocimiento, debe compartir lo aprendido y multiplicar así las enseñanzas de sus maestros, siendo además un amigo y compañero para sus propios alumnos, que encuentran en él alguien con quien conversar y por supuesto, reír.
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