“Mellita”, como le llama su familia desde pequeña, es una mujer que decidió dejar huella enseñando sus saberes a otras mujeres Wayúu, para que los secretos de la tejeduría de este pueblo, encarnados en la leyenda de la araña Wale’ Keru, se mantengan vivos.
Rebelde como su propia sangre, no solo no se casó sino que creció junto a una mamá que decidió separarse de un marido pudiente que dejó regados más de 54 hijos en la Alta Guajira. Esa mujer firme se trasladó a Nazareth con sus hijos y empezó una nueva vida allí. Con la ayuda de la familia materna le cedieron un terreno de 15 hectáreas en ese lugar privilegiado que es Nazareth, el oasis de la Alta Guajira al pie del Parque Nacional Natural Macuira, en donde fundó la comunidad de El Paraíso.
Allí, entre monjas franciscanas, se crió esta artesana que hoy se acerca a los 90 años y sigue enterita y tejiendo… cómo no, si su mamá vivió hasta los 106. Ese mismo carácter, independiente y entregado, lo heredó María Eudoxia, o Memella como le dicen todos hasta el olvido de ese nombre de bautizo, dado su tremendo parecido con esa mamá de armas tomar. Basta imaginársela manejando por años la Toyota 4×4 roja que cargaba de todas sus mochilas y chinchorros, levantando polvo de norte a sur del departamento, o llegando a Maicao y cruzando a Maracaibo para vender sus productos o intercambiarlos, así como para surtir la tienda de víveres que toda la vida tuvo en Nazareth. Una seguridad y fortaleza que quizá obtenía encomendándose a sus santos, a la Virgen del Carmen y a la de Fátima, pues su fe es infinita.
Por eso es usual encontrársela rezando el rosario y elevando oraciones por los suyos. Memella aprendió el oficio de la tejeduría mirando a las mujeres de su familia, y su talento fue descubierto por las hermanas encargadas del internado donde vivía y fueron ellas quienes le pidieron que le enseñara a tejer a las otras jóvenes. Después de pasar varios años compartiendo su conocimiento, el padre Bernardino le pidió que fuera a Manaure, donde por dos años siguió enseñando el oficio que lleva en su sangre. Luego viajó a la ciudad de Maracaibo en Venezuela para ejercer otro oficio que le apasiona: la costura. Allí trabajó en una camisería durante un par de años hasta que regresó a Colombia.
Se entregó, por 15 años, a la enseñanza como fórmula para garantizar la supervivencia del saber. Lo hizo en un colegio de niñas, a quienes les confiaba los secretos de la tejeduría Wayúu. También le aprendió su sobrina Adilen, que cariñosamente la llama “mamá”, pues fue con quien vivió desde pequeña. Además de tejer a su lado, la acompaña hoy en día por todas las correrías de la Guajira y la está introduciendo en el mundo del mercadeo y las redes sociales. También, están desarrollando un emprendimiento comunitario, para seguir preservando las tradiciones en este pedacito privilegiado de la Guajira.
Siempre, siguiendo las palabras de Memella: “que otras mujeres aprendan a amar sus raíces, que hoy en día son reconocidas gracias a la calidad de sus productos, a los colores y a las formas de sus tradiciones”.
No puede copiar contenido de esta página