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Florinda Chávez y Maria Laura Cuetoque Chávez

Workshop: Artesanias Yaja
Craft: Weaving
Trail: Cauca Route
Location: Páez, Cauca


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  Llegar al casco urbano y reunirse ahí en Belalcazar. Entre una hora y media y dos horas del casco urbano hasta la casa de Florinda (de Belalcazar a San Luis, transporte público todos lo días)
  3202791492, 3123283223
  mlaurac28@gmail.com

El mundo artesanal colombiano, e imagino que el de tantos otros lugares, es quizá de los pocos espacios en donde la celebración de la familia hace parte esencial del relato. Si en tantos escenarios de nuestros días están los reclamos a los padres, las discusiones, la decisión de hacerlo “definitivamente distinto”, aquí, en contraste, en muchos de nuestros pueblos, el brillo en la voz de los hijos hablando de sus papás y sus abuelos alivia, alegra y ofrece miradas más generosas por aquellos que intentaron lo mejor posible con sus hijos. Y no es que sean incapaces de reconocer durezas, sino que éstas hacen parte del crecer y las asumen, pero con la conciencia del milagro de la vida con cada luna llena y el brotar del maíz. Pasa con María Laura hablando de Florinda, como pasa con tantas hijas del Cauca con sus madres. Si bien no es algo único de este territorio, algo en la dulzura de las historias de las mujeres nasa sí fue bastante especial en esta ruta.


Aunque Maria Laura no recuerda haber jugado cuando niña, no al menos como lo suelen hacer tantos con juguetes o muñecas, si compartió con los otros niños de su comunidad en juegos tradicionales. También tiene claro que siempre estaba tejiendo, como todos, la jigra, la cuetandera, el capisayo y la ruana. Veía a su mamá haciéndolo con dedicación y esmero, con una sonrisa y la conciencia de que cada puntada siempre es distinta. Y esa paciencia le enseñó –quizá, por eso es ella misma maestra hoy en día.


Capítulo aparte son los chumbes en los que su mamá se ha convertido en toda una maestra. Con este cinturón tejido que Florinda hace de dos metros para proteger mejor la matriz de la mujer-madre, Maria Laura se educó en los valores que aprende un niño nasa. Cuenta, sonriendo, siempre sonriendo, de los bimbos o pavos que espantan los males a punta de escándalo; de los perritos que acompañan en las casa; de la mujer nasa, madre de todo; de la casa, nido de todos; de la mata del maíz, remedio contra la hambruna; de los cuatro elementos del rombo; de los jeroglíficos que se cuelan en los hipogeos de Tierradentro; de las estrellas porque, dice, “somos hijos de las estrellas” y, finalmente, del sol, porque éste recuerda que el 21 de junio es el nacimiento de un nuevo año andino ritual.


A esta hija de Florinda, que contó a su madre con detalle porque ésta estaba de correría por los campos ofreciéndoles a los más chiquitines del ICBF historias lindas y saberes de su ser indígena, no le podía caber más orgullo de su familia porque la amplitud de todo el campo que la rodea no le habría bastado. Su sonrisa lo colmaba todo y recordar el pasado de su madre, y de sus abuelas, le permitió regresar a su propia infancia, a esa primera mochilita que tejió cándidamente a sus cuatro años, cuando lo único que quería era hacer lo que hacían las manos de estas dos mujeres ejemplo para ella. Y así fue creciendo Maria Laura, como lo había hecho la propia Florinda, haciendo las cosas bien porque así se hacían –se hacen– en casa, corrigiendo lo que haya que corregir cuantas veces sea necesario, porque “las cosas se hacen bien o no se hacen”, repetido como si fuera un mantra y no como un castigo.


Pero hay algo en lo que quiere detenerse al presentarnos a su madre y es su inquebrantable capacidad para resistir el desprecio y ver más allá del rencor, porque, ante todo, su pueblo es un pueblo pacífico. Lo dice no solo porque la comunidad nasa ha sufrido de incontables señalamientos y estigmatización, persecución y muerte, sino porque, en materia artesanal ha tenido que oír a quienes le dicen que está copiando tejedurías de otros pueblos –como el wayuu o el arhuaco– cuando su cuetandera es tan absolutamente única en el tejido nacional. Ella lo sabe, y quien se detiene a ver su trabajo lo puede constatar de inmediato, así que, toma aire y, como buena maestra, muestra la puntada, habla de la cosmogonía y toma entre sus manos la lana e inicia una nueva puntada. Como siempre lo ha hecho, convencida de que el alma del tejido contará su propia historia.

Artisans along the way

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