Taller: Jaramillo's artesanos del cuero
Oficio: Marroquinería
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Buga, Valle del Cauca
Los juguetes de la infancia de Jerónimo Jaramillo eran las herramientas y los cueros del taller de su padre, Iván Jaramillo. Su favorito era el punzón, con el que se abren en el cuero los huequitos para las costuras, le gustaba clavarlo y dejarlo parado en las superficies. Jugaba a hacer figuras con el buseto, una herramienta de madera de granadillo con la que se marca y da forma al cuero húmedo. También le gustaba jugar con el martillo y hoy en día conserva el que era de su padre, quien llegó a Buga, la ciudad del Señor de los Milagros, cuando tenía 24 años. Venía de Jericó, Antioquia, la tierra de la Madre Laura y los guarnieles.
A Jerónimo le conmueve recordar su infancia pues fue de niño que se enamoró del oficio al que se ha dedicado toda su vida, que además de haber sido su sustento por años, es su pasión. Él veía a su papá trabajar desde que se levantaba hasta que se acostaba, en el taller, que quedaba en la casa. En torno a ese proceso giraba toda la familia. Jerónimo es el menor de cuatro hermanos, entonces creció viendo a sus hermanos trabajar el cuero también. A los once años decidió hablar con sus padres, les dijo que quería estudiar en la jornada de la mañana o la tarde, y dedicar el resto de su tiempo a aprender del oficio de la familia. Ellos lo apoyaron. Lo primero que hizo en cuero fue un anillo para su madre. Después recogía los sobrantes y hacía estuches para las llaves, y para cuando cumplió 13 años ya era parte del equipo. Recuerda cómo hacía las tareas del colegio a las carreras para dedicarle el resto de su tiempo al cuero, lo que le gustaba.
Su abuelo, Pablo Jaramillo, tenía caballos y Jerónimo recuerda ver a su padre haciendo sillas de montar y aperos. Ahora, estas piezas se lo recuerdan. Quizá su padre heredó el amor por los caballos de su propio padre y se lo transmitió a su hijo. La magia de sus piezas está, según cuenta, en que todo está hecho a mano. En el proceso de una silla participan muchas personas. Está el fustero, que hace el fuste, la parte interna de toda silla que está hecha en cedro según la medida y el estilo deseado. Está quien hace los herrajes en acero para las correas y hebillas, y quien hace el esqueleto de los estribos en aluminio. También está quien curte los cueros que después usarán Jerónimo y las otras tres personas con quienes trabaja. Ya en el taller de cuero, se dividen el trabajo entre cuatro personas para hacer la forrada inicial del fuste en cuero crudo, el asiento con relleno de espuma de alta densidad, el guardabarros, la taraba o estribo, la alforja, pechera y las correas. Al cuero tratado se le da forma con el buseto cuando está húmedo; se fija a las formas de madera con puntillas, que después se sueltan, y se cose a mano, con hilos encerados, de algodón o con poliéster de alta resistencia. Hacer una silla les toma alrededor de doce días. Hoy en día, Jerónimo trabaja con los mismos proveedores del fuste, cueros y herrajes con los que trabajaba su padre. Heredó esos vínculos.
Además de las sillas hacen billeteras, estuches para gafas, bolsos, correas, llaveros, y lo que les encarguen, excepto zapatos. Trabaja con su hermano Oscar Humberto y cada día es un reto, pues sus clientes llegan con todo tipo de pedidos, desde arreglar una silla o hacerle la correa a un reloj de mano, hasta enseñarles a hacer sus propios accesorios en cuero. Jerónimo tiene dos hijos, Jacobo y Gabriela. A ambos, que están en el colegio, les ha inculcado el estudio. Así honra a su madre, Ferney Correa de Jaramillo, que le hizo entender la importancia de estudiar y hacerse profesional en lo que se desee. Hoy en día invita a sus hijos a participar de las actividades del taller y ha visto que, como a él, a ellos también les llaman la atención las herramientas del cuero, que son como imanes para cualquier niño curioso.
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