Workshop: Taller escuela Memoria en las manos
Craft: Jewelry
Trail: Cauca Route
Location: Timbiquí, Cauca
Unión de vivienda, Timbiquí
3167141892
ventejesusantonio@gmail.com
Hablar con Jesús Antonio Venté es recibir una pequeña historia de Colombia. Que, en realidad, no es nada pequeña, más bien minimizada, al ser el relato de una comunidad negra vecina de los afluentes del río Timbiquí, en el Cauca, que, desde siempre, desde que su memoria lo recuerda en las historias de los más viejos, extrajo de sus aguas oro para vivir el día a día. Una riqueza natural que, dice con agudeza, no hizo rico a nadie en su territorio, aunque sí a muchos afuera de él, trayendo incluso una violencia que nadie pidió vivir y de la que han intentado huir por todos los medios. Pero vayamos por pasos, porque es mucho.
Este artesano nos cuenta del oro, del oro con el que creció y gracias al cual pudo educar a su familia; ese oro que en Timbiquí, y sus pueblos río arriba, todos han barequeado, introduciendo sus palanganas dentro del agua y, como si estuvieran bailando suavemente, con la paciencia de quien sabe que nada se irá de allí, lo sacan en polvo y, si tienen suerte, encuentran una pepita con la cual hacerse lo del mercado, la cadena y los aretes. Todos los hombres de su comunidad se saben mineros, esta actividad que los define, y él mismo nos cuenta que empezó a trabajar desde niño en la mina de su papá, como tantos otros niños lo hicieron en las de sus papás, minas artesanales que no tenían otro fin que solventar los gastos cotidianos. Nadie tenía ínfulas de riqueza. Hasta que otros sí las tuvieron.
Primero fueron los británicos –con capital y personal francés– quienes, compitiendo por la concesión abierta por el presidente Manuel Antonio Sanclemente en 1899, explotaron por varias décadas el Río Timbiquí y sus afluentes, a través de The New Timbiquí Gold Mine Ltda. Jesús Antonio Venté explica que, por cuenta del trabajo que allí se realizó con los habitantes de la región, se padeció una reesclavización de sus gentes, pues se les sometió a trabajos que no eran otra cosa que explotación. De hecho, el artesano recuerda que su pueblo, Santa María, el último pueblo río arriba del Timbiquí, fue el último en abolir la esclavitud, ya bien entrados los años de 1900, cuando en el resto del país se había firmado en 1851. Luego, Jesús Antonio sigue contándonos de la explotación minera de su región, de 1989 a 1993, cuando llegaron los rusos. Y fue allí, recuerda con precisión, que se empezaron a sentir los primeros daños ambientales en la zona. Aunque es en 2010 donde empiezan los verdaderos problemas de la zona, pues los actores ilegales empiezan a hacer presencia en el río, a través de la introducción de retroexcavadoras, provenientes del Valle, para hacer minería ilegal a gran escala. Ay, es que este metal precioso siempre atrajo a los forasteros, suspira el artesano.
Por eso, hablar de oro no es solo hablar de oro. Jesús Antonio Venté lo sabe y celebra que su pueblo tuvo una sentencia histórica, la 071 de 2015, a favor del Consejo Comunitario Renacer Negro, la primera medida de reparación luego de tantos y tantos años de dolores heredados. Su hermano Saturnino llevó la batuta de este tema y lo sacó adelante. Pero como han podido atestiguarlo ellos mismos, el papel y las palabras de la justicia no se aplican de forma expedita, así que Jesús Antonio vive de su orfebrería sin detenerse demasiado en lo que el Estado y sus decenas de instituciones deberían hacer por ellos. Mejor depender de lo que sus manos hacen.
Y de las memorias de cómo su papá y otros hombres de su pueblo hacían orfebrería sin técnica, pero con ímpetu, martillando el metal para aplanarlo y hacer láminas, y soplando a puro pulmón una mechera con gasolina para calentarlo y transformarlo. Ellos son sus héroes, esos hombres que, sin tener nada, lo hacían todo. Porque en Timbiquí todo el mundo viste de oro, mujeres con anillos en todos los dedos que no los esconden como nosotros en las ciudades, porque son vanidosas, claro, pero también porque el oro es un bien que cuida, al ser intercambiable, y porque también protege de las malas energías, al blindarnos del mal de ojo. Todos estos relatos lo nutren y lo acompañan, lo alientan y lo inspiran. Y sabe que su oro es más amarillo y que la joyería tiene un calibre más grueso que la filigrana de Santafé de Antioquia, por ejemplo, porque el oro en Timbiquí es para el uso diario y, como tal, no puede ser tan delicado, porque con él se lavará, se dormirá y se harán los mandados. Por eso, él seguirá haciendo cadenas, sus favoritas, quizá la gran metáfora de que una historia tiene un eslabón que se une con el siguiente, y él sí que tiene cosas para contar.
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