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Para María Concepción “Conchita” Iguarán el tejido Wayúu representa la existencia de su pueblo. Es esa vida que les ha dado la oportunidad a las artesanas como ella de sumergirse tanto en lo que hacen que les permite soñar o trasladarse a otro mundo, a otro espacio y a otro momento. Con razón se suele decir que en los tejidos va inmerso el sueño de sus tejedores. También, que cada una de ellas, cada uno de ellos, perpetúa con sus manos las enseñanzas de la araña tejedora en redes y redes de conocimiento y tradición.
Conchita nació en la comunidad Kayashirralu, en el corregimiento de Bahía Honda, Uribia, donde aprendió a tejer al lado de su mamá, Tulia Uriana. Al comienzo, para ella el tejido era un juego. Enredaba hilos con los que hacía mochilitas, mantas y pequeños chinchorros para los muñecos de barro. Luego fue puliendo el tejido e hizo una formación técnica en artesanías en el Sena y cursos de diseño y manejo de color, aunque se dio cuenta de que el conocimiento que necesitaba no lo iba a encontrar en ninguna universidad sino en la sabiduría de las manos de las abuelas.
Sumando saberes, logró combinar el mundo occidental del diseño, con la ancestralidad de su pueblo y toda su iconografía, esa que le teje a las huellas de los animales sobre la arena, a la forma de la cabeza de las moscas, a la forma de la tripa de las vacas y a las distintas constelaciones del cielo estrellado. De hecho, observando el trabajo de distintas mujeres y la relevancia del oficio del tejido en la configuración social dentro de las comunidades, participó en 1978, en la elaboración de uno de los primeros diagnósticos que se hicieron sobre el mundo Wayúu, encaminado a entender y apoyar el desarrollo del sector.
Eso es a lo que se ha dedicado toda la vida, a la transmisión de saberes y a tender puentes entre las culturas. Lo hizo desde el Sena, viajando y dictando cursos por toda la Guajira, hasta que se pensionó y pudo regresar a la tierra de sus padres y así, poderle devolver a su comunidad todo ese mundo que ya les había entregado a otros.
En 2004 la vida le cambió para siempre. Ese año lanzó la marca “Conchita Iguarán”, hoy con denominación de origen, y Artesanías de Colombia le otorgó la Medalla a la Maestría artesanal tradicional, por la excelencia en el oficio; además, sus creaciones, entre las cuales el chinchorro doble cara que la ha hecho famosa, se presentaron en la Semana de la Moda de Milán.
A su casa llegan todos los meses niñas de otras comunidades a estudiar las técnicas ancestrales del tejido. Allá tiene un taller en donde aprenden a tejer con hilo, a usar el telar, la aguja de croché y a tejer con las manos borlas y cordones planos, cilíndricos y anudados. Conchita anhela que el sector artesanal pueda organizarse y les permita a las familias que viven de la tejeduría tener un ingreso permanente. Por ahora continúa tejiendo todo el día. Para ella, tener hilo entre las manos es un vicio que ha marcado su camino.
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