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Ovidio Aizama Aizama

Taller: Wera Kapuitá
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Caquetá
Ubicación: Florencia, Caquetá


El 1970 el abuelo de Ovidio Aizama, Rosendo Panchí, un Emberá Chamí de Risaralda, salió junto a su familia con rumbo al Caquetá. Buscaban una tierra donde asentarse y encontraron una montaña con selva y río que, en 1989, constituyeron como el resguardo indígena Honduras. Pero llegó el nuevo siglo y tuvieron que decirle adiós a su tierra forzosamente, a causa un desplazamiento masivo producido por la guerrilla en el 2005. Así llegaron a Florencia, en donde duraron alrededor de ocho años antes de que les asignaran un nuevo territorio, la vereda San José Canelo Chami Puru. Actualmente viven en la vereda, donde tienen su Tambo —palabra Emberá para maloca— en el que celebran reuniones, rituales y proyectos. Además, cuentan con sus propias escuelas, donde educan a los más pequeños en su lengua.

El oficio de Ovidio está arraigado en su identidad Emberá Chamí. De sus ancestros lo aprendió y, si hoy lo sigue practicando, es por y para su comunidad. Si bien antes usaban semillas naturales y solo tejían las mujeres, con los cambios que trae el tiempo y la necesidades de un pueblo afectado por los desplazamientos y la pobreza, ahora tanto hombres como mujeres tejen usando mostacilla checa en vez de semillas. Eso sí, los diseños más intrincados de los collares redondos siguen requiriendo de la inteligencia propia de las mujeres, mientras que los hombres pueden dedicarse a tejer diseños verticales de pulseras y cinturones.

Actualmente, Ovidio y las casi 60 familias de su comunidad están en el proceso de recuperar su anhelado territorio de Honduras, donde la tierra era blanda y bastaba con botar una semilla de maíz o plátano en la tierra para que el alimento brotara. Allí, todo nacía. Entre la selva crecía la medicina de las plantas, los palos y flores perfumadas que conocen tan bien los médicos tradicionales, sanadores del espíritu y todo tipo de enfermedades. Y son justamente esas cualidades de la naturaleza las que hacen que Ovidio esté enamorado de su trabajo, pues por medio de las chaquiras tejidas la puede representar. Cuando usa el verde recuerda su territorio, la montaña y selva en la que lo crió su padre. El amarillo es la riqueza del sol que alumbra, el rojo la creación de su propia sangre y la cultura de su raza, que le corre por las venas. Cuando usa el azul siente el cielo y los ríos sin lo que no hay riqueza en ningún territorio, y recuerda a sus abuelos, cazadores y pescadores conscientes de la profunda importancia del agua.

Con su territorio en mente, Ovidio se ha dedicado a salir del resguardo para vender y mover el proyecto de su comunidad. Le gusta diseñar mezclando colores y formas, coordinar y orientar al equipo para que sus productos sigan la misma línea. Siempre que sale a ferias y conoce clientes está pensando en cómo mejorar el producto. Su gente no suele hablar mucho, así que él aprovecha su don de palabra para dar a conocer su trabajo. Por eso, cada vez que vende una pieza aprovecha para contar su significado y así seguir resistiendo en comunidad, dándole lugar y vida a su cultura.

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