Taller: Taller Arteser
Oficio: Alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Valle del Cauca
Ubicación: Cali, Valle del Cauca
Rosana Ocaña habla de la arcilla como una materia viva y bondadosa que se deja hacer lo que uno quiera, pero a la que hay que respetar y saber trabajar, pues reacciona a todos nuestros impulsos. La conoce, lleva 30 años trabajando con ella, y sabe que muchas veces el resultado de una pieza depende del ánimo con el que se siente a hacerla. Para trabajar con la arcilla hay que respetar sus tiempos y pasos. A los tantos estudiantes que han pasado por su taller les enseña que hay cosas que no se pueden acelerar y que la cerámica requiere de tiempo, tanto en su manipulación como en su maestría.
Rosana tuvo la suerte de estudiar en un colegio en Pasto, Nariño, que estaba interesado en la educación de sus alumnas más allá del bachillerato, por lo que ofrecía carreras intermedias. Ella se decidió por un técnico de 3 años en cerámica y se inició temprano en este oficio. Su inquietud por la arcilla se le había despertado de niña, cuando jugaba con el barro del riachuelo del que recogían el agua en la finca de su familia. Después de estudiar y graduarse como tecnóloga en cerámica, se casó con Oscar Esteban Martínez, un maestro en artes plásticas. Juntos montaron su taller y empezaron a producir piezas que Oscar Estaban modelaba y a las que Rosana les sacaba moldes y replicaba. Se mudaron a Cali y fue entonces cuando empezaron a enseñar lo que sabían.
En todos estos años enseñando, Rosana ha aprendido sobre las expectativas que suelen tener quienes se aproximan por primera vez a la arcilla. Ella les pide que confíen. Por ejemplo, a quienes quieren aprender la técnica del torno, les explica que antes de hacer una pieza, deben aprender muchos pasos. Se necesita paciencia para encontrar la estabilidad que exige el torno, para centrar, abrir y levantar las piezas. Se necesita de una mezcla entre la técnica y las habilidades de cada persona: así cómo cada uno coge la cuchara para comer, hay que encontrar la mejor manera en que sus manos pueden tornear. Es cuestión de práctica. Lo mismo pasa con la técnica de los rollitos, que se usa para construir desde tazas hasta jarrones y esculturas. Aparentemente es muy fácil hacer un rollito en arcilla, todos hemos visto a un niño hacerlo, pero en las clases con Rosana sus estudiantes se devuelven a la primaria. A muchos se les ha olvidado cómo hacerlos, de tanta presión los rollos se vuelven cuadrados o se secan por el calor de las manos. Deben aprender a encontrar el equilibrio en la humedad de la arcilla y en sus manos, para saber cuánta fuerza aplicar, pues por más receptiva que sea la tierra, te pone límites.
Hace poco, en sintonía con el conocimiento intuitivo y casi místico que se necesita para entender la cerámica, Rosana desarrolló sus ahora famosas ahumadoras. Las empezó a hacer en pandemia, cuando se encerró a trabajar y se le ocurrió sacarle un molde a una mazorca, que vació y uso de base para la copa donde se queman el incienso, la salvia y el palo santo. Cuando era una niña, por la misma época en la que jugaba con el barro de la quebrada, asistía con su familia materna a las procesiones y ceremonias católicas, en las que se prendía incienso. Ahora hace los recipientes para que cada quien celebre sus propios rituales. Está la copa para las mujeres, cuya forma se asemeja a la matriz y el útero, y está la paila para los hombres, una especie de sartén con un mango que remite al falo. Las ahumadas le han traído muchos aprendizajes, sobre sus usos y formas, y también le han dado sorpresas. Seguramente porque ella misma ha tratado a la arcilla como se merece, con tiempo y respeto, sus piezas terminadas y quemadas conservan la vida del material y reaccionan a los impulsos de quien las manipula. Hay ahumados que, en las manos de ciertas personas, se agrietan.
Lo que más disfruta Rosana es modelar cada pieza con sus propias manos y sorprenderse con los resultados cuando las quema en su horno a gas. Las hace en torno, pellizco, pollitos, placas, y modelado manual, y recientemente aprendió la técnica del paleteado en Perú. Ha tenido más estudiantes mujeres que hombres, varias de las que hoy en día tienen sus propios talleres andando. Para Rosana es gratificante poder remitir a sus clientes a ellas, por ejemplo, cuando le piden una vajilla, y seguir en contacto con su familia de estudiantes, que aún la buscan cuando tienen alguna duda.
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