Taller: Museo de Arte y Memoria de Mampuján
Oficio: Trabajo en tela
Ruta: Ruta Bolívar
Ubicación: María La Baja, Bolívar
En 2005 se reunieron por primera vez quince mujeres alrededor de un tejido buscando aliviar el dolor que les dejó la guerra, romper los ecos de violencia que aún retumbaban en sus hogares, trascender el deseo de venganza y construir una cultura de paz. Eran de Mampuján, hacían parte de las 245 familias que tuvieron que desplazarse y sufrir la masacre de trece campesinos en la vereda Las Brisas, en manos de las AUC, el 11 de marzo del año 2000. Aprendieron, junto a la psicóloga y artista Teresa Geisser, a coser su historia dibujando con una tela sobre otra lo que les había pasado, una labor que se ajustaba a los conocimientos de las mampujaneras, acostumbradas a confeccionar prendas y hacer muñecas de trapo. Hoy las conocemos como las Tejedoras de Mampuján, un grupo de aproximadamente cien, merecedoras del Premio Nacional de Paz en 2015, el premio colombo suizo Creatividad en la vida de la Mujer Rural en 2014, y la condecoración Carlos Mauro Hoyos, de la Procuraduría, en 2018. Sus tapices, que han viajado por Estados Unidos, Perú, Nicaragua, El Salvador, Canadá, Irlanda, Suiza y Sudáfrica, son un ejemplo de la transformación del dolor en belleza.
Unir retazos para contar las propias historias y verlas representadas fuera de sí, en tercera persona, es un ejercicio que sana cuando faltan las palabras. Cada una, con sus sentidos, fue poniendo un color junto al otro y compartiendo lo que le pasó en un espacio de comunión que, puntada a puntada, fue cerrando sus heridas. El conflicto no es solo un hombre armado con un rifle, es también eso que les pasó de niñas, es el paso de la guerra por el cuerpo de las mujeres. Es la violencia intrafamiliar que sucede a la guerra, la falta de independencia económica de las madres, es la llegada de personas afro como esclavos a las Américas. Dibujar todas esas historias en un tapiz se convirtió en un medio para construir memoria, para que otros puedan saber qué pasó, cómo pasó y para que no se repita.
Podemos contar los propios traumas y transformarlos en frases que ya no viven adentro nuestro, en un poema, un dibujo, o un tapiz. Eso lo conoce muy bien Juana Alicia Ruíz, quien parece haber nacido con el instinto de la sanación a través del arte encendido y afinado. Es la directora del Museo de Arte y Memoria de Mampuján y coordinadora de la Asociación de Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Mampuján. Desde niña descubrió que el canto y el dibujo espantan los demonios, la distraían de los recuerdos insistentes del abuso sexual y la transportaban a otros lugares, a los caminos y cascadas que ella misma dibujaba, al árbol gigante al que podia encaramarse y tomar una fruta.
Juana Alicia, además de conocer los beneficios que le trae el tejido, el canto y dibujo al espíritu, hace un especial énfasis en el poder infinito que hay en sentarse a la mesa en comunidad, pues es un espacio para la conversación y la resolución pacífica de conflictos. Es el lugar donde un niño se debe sentir seguro para contarle a sus padres y hermanos sobre cualquier problema que esté teniendo en el colegio, y para que reciba consejo. Es donde nos sentimos amados al recibir alimento, en su caso, le vienen a la mente los recuerdo de su familia sentada en el suelo alrededor del caldero y su madre repartiendo a cada uno una presa, yuca y arroz, que ponían en una hoja de plátano para comer junto a la sopa en totuma. Ahí se desahogaban, contaban cómo les había ido en el día, y se iban tejiendo los hilos invisibles que unen a una familia. Ya de adulta aprendió sobre los efectos químicos de la comida sabrosa, las hormonas de bienestar que se liberan cuando probamos algo rico, quizá una receta que nos transporte a la infancia y nos recuerde la unión y el calor. Por eso el énfasis en incluir la cocina mampujanera en el universo de la memoria y la sanación colectiva. Porque las manos que tejen también cocinan, y porque el alivio está en los detalles. Como cuando convocaron a los niños de los albergues a los que llegaron desplazados, a quienes no les gustaba el sabor de la bienestarina, y les enseñaron a cocinarla para convertirla en arequipe, y a recoger las frutas del patio para hacer una mermelada. Les dieron un espacio para transformar las amarguras en dulce.
El Museo de Arte y Memoria de Mampuján es fruto de la sentencia de Justicia y Paz, del 13 de diciembre de 2012, el resultado de la lucha de la comunidad en busca de reparación y de dignificar su memoria. Es un refugio donde intercambiar «experiencia que se tocan, se ven, se degustan, se huelen, se escuchan y se tejen», el lugar ideal para entender el universo de su gente y territorio, pasando por el antiguo Mampuján, el quiebre del desplazamiento, y el renacer del Nuevo Mampuján.
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