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Marcelino Chasoy Juagibioy

Taller: Shinyak
Oficio: Trabajo en madera, enchape en chaquira
Ruta: Ruta Putumayo
Ubicación: Sibundoy, Putumayo


AGENDA TU VISITA

  Carrera 17 # 5 - 58 Barrio Villanueva, Sibundoy, Putumayo
  3147301296
  marc.chasoy17@hotmail.com
  @asociacionshinyak

Marcelino creyó por años que no era un hombre con suerte. Si sembraba papa el buen precio era para el frijol, y si se iba por el frijol llegaba una helada que le dañaba la cosecha. Pese a ello, se iba de sol a sol a cultivar la tierra, lo único en lo que creía era bueno y llegaba tan pero tan cansado que ni siquiera le alcanzaba la energía para curiosear en qué es que se divertían sus hermanos en el cuarto contiguo. Eso lo vino a descubrir después, cuando ya no tuvo nada que perder.

Recuerda bien cuando Gerardo, su hermano, le insistió en que los ayudara a hacer artesanías y que su pobreza era tal que le dijo que bueno. Ese sábado en el que accedió a la invitación, fue su último día como agricultor. Tenía 31 años y cuenta que ese domingo descansó y que el lunes emprendió lo que sería su nueva vida. Una de la que no tenía absolutamente ninguna idea. De eso ya va para la mayoría de edad en el oficio de la talla en madera, 18 años enalteciendo el Chasoy, apellido artesano del Valle de Sibundoy.

La tradición de la talla, sin embargo, fue algo que no venía de familia. De hecho, Gerardo, que se había ido a estudiar ingeniería a la Universidad Nacional, empezó tejiendo manillas, a la entrada de Corferias y luego compartiendo stand con artesanos que le veían las ganas de progresar. Con lo que vendía se sostenía en Bogotá. Cuando iba a su pueblo, Sibundoy, en el Alto Putumayo, les decía a sus hermanos que se dedicaran a ello. Todos lo hicieron, menos Marcelino… hasta que dijo que sí.

Es consciente de que tenía las manos toscas y que muchas veces su hermano le arregló las manillas que hacía. También, de que, no importaba lo malo que fuera, le empezó a gustar mucho este nuevo oficio y que, además, quería aprender a pintar. Tan consagrado como con la tierra, se le entregó a la artesanía y dos años después de empezar, a los Chasoy les surgió la idea de hacer máscaras en madera. No sabían tallar, ni tampoco conocían de máscaras más allá de las que se veían en la celebración anual del Día Grande de su pueblo kamentsá, pero eso no les impidió preguntar hasta dar con alguien que les enseñara la técnica. Ese alguien fue el maestro Delio Ortega quien durante una semana sentó a los hermanos y les dio las bases del oficio. Lo que siguió fue empezar de cero, pues no tenían herramienta alguna.

Para Marcelino y sus hermanos fue el inicio de una larguísima consagración a la artesanía. El cuchillo de cocina de la mamá fue el primer utensilio con el que moldeó una máscara en su vida y el taller, un pequeño espacio a unos metros de la siembra de maíz de su papá, espacio que cubrieron con una carpa vieja y ahuecada de camión. Tuvieron que equivocarse muchísimas veces tallando sauces para llegar al punto al que querían llegar. Y fueron inaugurales en una tradición que hoy es reconocida por el país como la artesanía de máscaras de madera del Alto Putumayo. Cuando empezaron no había referentes de las máscaras más allá de las ceremoniales de los Matachines y los San Juanes. Las tradicionales, las redondas con los gestos de burla, así como las que representan a la naturaleza y los viajes de yagé que hoy son tan populares, no eran cosa común y era muy difícil encontrárselas para aprender a hacerlas. Muchas de ellas, además, se las inventaron ellos. Por eso, estos hermanos sienten que le aportaron un mundo artesanal a su pueblo.

Hoy se enorgullece del sistema de almacenamiento de madera que tienen con sus hermanos, uno que conserva los sauces que se caen tan fácilmente con los fuertes vientos del Valle, impidiendo que tengan que talar. Su reto, además, es plasmar la tragedia que significó que durante décadas tantos kamentsá hubieran perdido su lengua y costumbres por la discriminación que significaba ser indígena. Quiere que las nuevas generaciones tengan claro que lo que los salvará son, justamente, sus raíces. Por eso su vocación como maestro, porque sabe que si alguien como él, que aprendió después de los 30, lo logró, quien lo quiera lo puede hacer. Sabe que no será fácil, pero para él nada lo ha sido, así que seguirá intentándolo hasta el último de sus días.

Artesanos de la ruta

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