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Fernando Ortega

Taller: Inspiración ancestral
Oficio: Trabajos en madera
Ruta: Ruta Putumayo
Ubicación: Sibundoy, Putumayo


Fernando Ortega tenía que ser tallador porque así se lo tenía dispuesto la vida. Porque por más de que su papá lo alejara del taller, por temor de que se cortara con todas las cuchillas y machetes que había en el cuarto, la curiosidad de Fernando era más grande y, con emoción y sin conciencia alguna del riesgo, cogía cada cosa que allí veía. Por supuesto que se cortó y que le dañó piezas a don Delio convencido de que estaba arreglándoselas, así que, luego de hospitales y regaños, vino el convencimiento paterno de que el niño quería ser tallador y, a sus 12 años, lo armó de herramientas para darle, por fin, inicio a una carrera que lo ha llevado a inaugurar sus treintas como uno de los más hábiles artesanos de la nueva generación de talladores del Valle de Sibundoy.

Cuando habla de su trabajo lo hace con pasión y conocimiento, el que le dan los años al haber acariciado los muchos sauces que ha tocado en su vida. Aprendió a hacer a la perfección las tradicionales máscaras redondas de su pueblo kamentsá y disfruta hablar de los matachines, los san juanes y saraguayes, personajes icónicos de su comunidad con los cuales se celebra el Día Grande, a inicios de febrero de cada año. De los matachines cuenta que son quienes guían a la comunidad para festejar el inicio del nuevo año; van con campana en mano, tocándola para llamarlos a todos. Tienen máscaras rojas que simbolizaría la sangre indígena. Luego, están los san juanes, que, como su nombre lo indica, representan la figura de San Juan Bautista, aquella que fue cortada y puesta en bandeja de plata. En la tradición kamentsá varía y se le representa con una larga lengua que buscaría recordar cómo los indígenas les sacaban la lengua a los conquistadores españoles luego de saberse engañados por ellos con espejos. Finalmente, Fernando nos recuerda que los saraguayes son aquellos que nos alertan del engaño. Llevarlas, entonces, está cargado de sentido.

Y aunque domina su elaboración, la experiencia le ha hecho entender que lo que más disfruta hacer son las esculturas. Piezas con las que ha logrado plasmar las visiones que lo atraviesan en las tomas de yagé. Toma un bloque de sauce y representa el reino animal, decorándolo de esos viajes o pintas. Allí, según la intención que le dé a “la medicina”, como se le conoce al yagé, se le han aparecido las águilas, los tigres y jaguares, los guacamayos, colibríes y búhos. Cada uno simboliza un poder con el que el propio Fernando se identifica, el espíritu de las personas encarnado por las águilas, la fuerza felina, la fidelidad del guacamayo y las buenas nuevas del colibrí, las aves mensajeras del mundo kamentsá. Incluso está el oso, que funda el tradicional mito del hombre oso, hijo del rapto de uno de estos animales que se enamoró de una indígena.

Además, le gusta hacer figuras visionarias, taitas y mujeres sabias rodeados y rodeadas de bejucos, plantas y raíces que permiten la conexión con el espíritu. También, figuras protectoras que posiblemente tengan una serpiente, para alejar las malas lenguas y energías.

Vemos que cada cosa que talla tiene un sentido y una intención. Busca que quienes contemplemos sus piezas descubramos la belleza y la riqueza de sus creencias, todas cargadas de hondos significados con los cuales quiere que nos sintamos identificados. Sabe que conocer algo es valorarlo y permitirle, en consecuencia, sobrevivir. Quizá por ello, aunque trabaje solo, está formando a su pareja, Alexandra, para que se convierta en la segunda mujer talladora de Sibundoy. Porque sabe lo que es la transmisión de saber, y el amor que significa contar nuestras historias.

Artesanos de la ruta

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