Taller: Cestería San Martín Mowacha
Oficio: Tejeduría, cestería, alfarería y cerámica
Ruta: Ruta Amazonas
Ubicación: San Martin de Amacayacu, Amazonas
Magri Lorena se sabe la continuadora de un legado. Siente la responsabilidad de impedir que los relatos que fundaron a su pueblo se esfumen con la desaparición de los más viejos. Y sabe que, cada vez que teje un canasto o soba el barro, está invocando a sus ancestros y trayendo a un primer plano el mito original de los tikuna, ese en el cual se cuenta que los cuatro hijos del padre, Yoxi, Ipi, Mowacha y Aixküna, nacieron de su rodilla, producto de una picadura de avispa, una venganza de su esposa por haberla maltratado amarrándola en la selva para deshacerse de ella.
Es consciente de que es un relato tremendo, sin embargo, es tan sensata que dice que, aunque estas historias son muchas veces tristes, también lo son alegres y que, en todo caso, esas cosas suceden, por más que intentemos de pasar junto a ellas sin mirarlas. Y así, con esa naturalización de que la vida tiene altibajos, durezas y dulzuras, quiere que se formen los niños que serán los llamados a continuar con esta herencia. Sabe que no es una tarea fácil, que cada día es más retador entusiasmar a las nuevas generaciones que no entienden del todo el peso del pasado y del valor de los oficios, sin embargo, apela a ser ella misma ejemplo y guía. Y confía en que los más pequeñitos sean quienes retomen la misión.
Del mito de origen celebra su exuberancia y su originalidad, pues en esas rodillas del padre castigado se podía ver que estaban creciendo cuatro niños. Y éstas se hincharon tanto que, como la panza de una mujer, le hicieron sentir el dolor y la transformación del cuerpo. Vemos entonces que, en el universo tikuna, quien da a luz es el padre y, como justicia divina, siente los dolores del parto que en la historia del mundo los ha sufrido la madre. Le gusta mirar que, además, cada nacido tendrá la misión de desarrollar un oficio. En su caso, Magri Lorena, se sabe la continuadora de Aixküna, la heredera del saber de los canastos y de Mowacha, quien nació con el conocimiento de tejer hamacas y cedazos. Será por eso que le puso a su taller artesanal el nombre de esa divinidad tejedora. Ambas, también, fueron quienes trabajaron las primeras cerámicas de su pueblo.
Justamente nos cuenta que, en la última década, dentro de su comunidad se han venido rescatando las tradiciones tejedoras del pueblo tikuna. Lo han hecho de una manera muy clara en la reforestación de la chambira, materia prima esencial a la hora de tejer, dentro de sus propias chagras. Desde hace más de diez años han estado sembrando esta palma a la que, una vez lista, le extraen la fibra haciéndole el quite magistralmente a sus muchas espinas. Hoy Magri representa a las 45 artesanas de su resguardo.
Fue su mamá quien le enseñó a torcer la chambira y, luego, a tejer el canasto. Y de su abuela Grimanesa está aprendiendo a sobar el barro para hacer las tradicionales tinajas tikuna, con las cuales recoger al agua o fermentar la chicha. Esa mujer sabia, quien cuenta que está manchada de barro desde sus 14, es también la que le ha transmitidos las historias alrededor del ritual de la transformación de la arcilla en el fuego. Es quien le contó todo acerca del nacimiento del barro, ese que no es cualquiera, sino el excremento del “abuelo”, tal como llaman los tikuna a la boa Yewaex o Pao i, la protectora de la quebrada y por lo cual en el origen quienes recolectaban el barro eran chamanes y le dejaban ofrendas. Hoy son las mujeres artesanas quienes saben que donde pisan es territorio secreto y sagrado y no pueden deshonrar al abuelo, pues si lo hacen, las tinajas se quebrarán. Tener su conocimiento, así como el de las otras pocas ceramistas que hay, Matilde, Francisca y Dominga Santos y Emma Luis, es todo un privilegio.
Vemos, así, que los mitos hacen parte esencial de los oficios de este pueblo y, aunque Magri a veces se siente un poco sola en la titánica tarea de preservar las costumbres, sabe que todo lo que ha logrado le nace del corazón y busca que quienes estamos afuera, curiosos por conocer el gigante Amazonas, nos animemos a visitarlos en este paraje lejano de San Martín de Amacayacu, vecino del río con ese mismo nombre y al que hay que acceder en bote, afluentes adentro. Será la oportunidad para conocer de su mano a estos miembros del clan paujil y del clan cascabel y, así, descubrir que hay una liana que se llama como la serpiente y que, con ella se teje y con sus semillas se hacen sonajeros rituales con los cuales mantener vivas las tradiciones. Con la abuela Grimanesa y su nieta Magri Lorena tendrás la oportunidad de conocer una capa más del rico universo amazónico.
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