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Amparo Navarro

Taller: Colteseda
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cauca
Ubicación: Timbío, Cauca


Es difícil encontrar a alguien que ame más lo que hace que Amparo Navarro. La devoción con la que se refiere a “ellos” produce ternura y sobrecoge. Porque “ellos” son los gusanos de seda y gracias a “ellos” ha construido una vida plena. Esta mujer cálida lleva casi 40 años en el oficio de la tejeduría en hilos de seda y, junto con sus compañeras, constituyeron Colteseda, una señora organización manejada exclusivamente por mujeres, desde comienzos del milenio. Es un ejemplo espléndido de manejo –porque trabajan desde el cultivo de la materia prima hasta la comercialización del producto tejido– y la excusa ideal para ir a descubrir un pedacito del Cauca, en Timbío.

Amparo recuerda cómo es que llegó este gusanito mágico a su tierra. Era una jovencita, apenas acababa de terminar el bachillerato, cuando la Federación de Cafeteros, en medio de una crisis cafetera durante los años de 1980, le apostó a la diversificación del grano y montó en Timbío Hilosedas, una planta de hilos de seda industrial, apoyada con todo el saber chino en su montaje. Fue así como allí se empezó a hablar de sericultura y muchísimos campesinos, entre los cuales los papás de Amparo, se entusiasmaron con el negocio de cultivar para exportar seda cruda. Aprendieron del cultivo de la morera, la mata que alimenta a estos bichitos prodigiosos y, aunque aún no había expertos tejedores en el tema en Colombia, allá llegó a apoyarlos una maestra en la hilatura de oveja y fique. Luego, Artesanías de Colombia aportó nuevos conocimientos en tintorería y tejeduría, lo que les permitió seguir progresando. “Fue así como fuimos aprendiendo, a punta de prueba y error”, recuerda Amparo.

Pero lo cierto es que aquello que parecía una ventaja, el no tener estaciones, no resultó en la mejor y más fácil adaptación del gusano a nuestro clima. Esa idea de que habría producción permanente de materia prima resultó una utopía. Así que, pese a la gran inversión que tantos hicieron y a la paciencia que implicó la espera, el negocio no prosperó y muchos perdieron dinero y energía. Sin embargo, y de allí el ingrediente de fábula de esta historia, de la empresa empezaron a sobrar capullos que, por su color, tamaño o forma, no eran devanables dentro de la industria, por lo cual llamaron a las hijas de los campesinos productores para tratar de transformarlos artesanalmente obteniendo tan buen desempeño que el oficio se desarrolló, justamente, en dicho frente manual. Amparo resultó, así, convirtiéndose en parte del pequeñísimo grupo de maestras pioneras de la artesanía de la seda en Colombia.

Si uno tuviera que replicar la fórmula de éxito de este relato tendría que poner dentro de los ingredientes muchos elementos intangibles porque… ¿cómo se mide la devoción, la entrega y el amor en los procesos que resultan bien? Porque lo cierto es que las 12 mujeres que hacen parte de Colteseda no solo manejaron tan bien la plata que les produjo una época de bonanza a finales de los 90, lo cual les permitió ahorrar y comprarse un lote, sino que en 2011 lo vendieron para hacerse a una finca más grande y, construyendo proyectos de crecimiento sostenible con la empresa privada y la cooperación internacional, lograron sembrar 19.000 plantas de morera en 12 hectáreas de terreno. Para entender las dimensiones y los números Amparo recita sus cuentas: “una caja de gusanos son más o menos 20.000 insectos que se comen unos 450 kilos de hoja de morera, que se sacan de unas 1.500 matas; Estos gusanos producen entre 35 y 40 kilos de capullo fresco, lo que significa entre 3 y medio y 4 kilos de seda, con los cuales podemos hacer unos 35 chales o 45 bufandas”. Otro dato impactante es que dentro de un capullo puede contenerse kilómetro y medio de hilo de seda.

Demasiados datos increíbles para no verlo de frente y dejar a estas mujeres prodigiosas llevarnos de la mano en esta aventura por la seda que, además, nos presentarán de la manera más generosa y emocionada. ¿Alguna duda de que es impajaritable ir a Timbío?

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