Workshop: Casa artesanal Ngutapa
Craft: Nonwoven fabrics
Trail: Amazon Route
Location: Arara, Amazonas
Antonila no lo pidió, pero desde pequeña se le designó como autoridad de su comunidad. Su mamá lo fue, así que era natural que se le heredara la responsabilidad. Y la asumió y lo sigue haciendo… lo notarás tan pronto pises su resguardo de su mano. Si antes lo hizo por seis años como vice curara, el nombre en tikuna que se les asigna a sus líderes, hoy lo hace desde la representación de la comunidad artesana del resguardo de Arara, tan cerca como lejos del río Amazonas, de acuerdo a la temporada; si es invierno, se podrá llegar por agua, si no, habrá que tomar un bus y caminar hasta acceder a la comunidad. En este camino en medio de la frondosa selva, el regalo serán los cantos de los pájaros y la explosión de naturaleza, y hasta es posible que te encuentres con extranjeros avistando aves…
Arara viene de la quebrada que le dio origen al lugar en donde conviven las más de 1.300 personas que conforman este resguardo. Cuando lo cuenta, Antonila reconoce que éste ha crecido bastante, pues recuerda que cuando niña no había más de 120 viviendas en el pueblo. Su familia fue de los fundadores de este territorio, hacia 1972, uno que se narra a través de los clanes que lo conforman, familias configuradas por clanes de animales aéreos, como las guacamayas, los tucanes o los colibríes, terrestres como los tigres o acuáticos, como el delfín o los pescados. El emparentamiento, cuenta, debe hacerse con personas de clanes distintos para preservar la sangre tikuna.
Para Antonila, la forma de narrar a su pueblo pasa, justamente, por las representaciones que se hagan de cada uno de los clanes. En el terreno de la artesanía, esto significa portar un disfraz llevando a su animal insignia y danzar, metódicamente, hasta el cansancio, ganándose la posibilidad de una alianza. Y esto sucede cuando se presencia la fiesta de la pelazón, momento en el cual, una jovencita tikuna deja la infancia y entra en la pubertad. Allí se buscará la conquista. La muchacha, sin embargo, solo le será presentada a su comunidad cuando haya pasado el encierro decretado por la tradición, en el cual aprende los oficios de la tejeduría con los cuales sostener su próximo hogar.
La artesana cuenta que cada día los encierros son más cortos, a diferencia de lo que les sucedió a sus abuelas e incluso a sus madres, en donde podían pasar meses y hasta años, separadas de todos, aprendiendo los mil y un secretos de los oficios artesanales. Hoy, por cuenta del cambio de los tiempos y de la importancia de que las mujeres se eduquen, el encierro tiende a recortarse bastante para que las muchachas no dejen de asistir a sus escuelas para formarse.
No obstante, el conocimiento de este pueblo de la cestería y la tejeduría, en el caso de las mujeres, y de la talla, en el de los hombres, es algo que está arraigado a sus pasos y cotidianidad. Con los objetos que producen ciernen sus alimentos y con los que tejen, como las hamacas y chinchorros, se echan a descansar. Son, además, grandes tejedores en yanchama, una fibra amazónica que proviene de un árbol y que, estirada, parece un precioso papel vegetal. Con ésta los hombres hacen pinturas de su paisaje y las mujeres hacen muñecos con sus mitos de origen y representan las figuras de sus clanes de nacimiento; ellos, además, tallan máscaras de palo de balso, representando también a la naturaleza que los define. Antonila sonríe al contarnos que es del clan de cuatro patas, es decir el tigre, y que se lo heredó a su papá; su mamá es del clan guacamaya. Y, así, con garra de tigre, está haciéndolo todo para que su comunidad sea visitada por turistas, pues tejedoras, alfareras, talladores y cocineras estarán, en pleno, dispuestos a compartir sus historias y, así, de su mano, podremos descubrir el poder de los relatos, su magnífica hospitalidad y la calidad de sus artesanías.
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