Plaza Central de Atanquez, Valledupar, Cesar
3116738920
hija Keiris Montero: 3175977238
artesanias.kankuama.a.m@gmail.com
En la práctica de Aura Montero convergen el mundo vegetal, los minerales y sus ollas de distintos materiales para darle variedad de colores y tonos al fique con el que teje sus mochilas. Aura conoce a la perfección el mundo de los tintes naturales y sus posibilidades. Cuando habla de su oficio, se hace evidente que lleva muchos años haciendo esto. Es como una enciclopedia.
Su forma de trabajar tiene mucho de laboratorio o de cocina. Además de que aprovecha los residuos de alimentos para hacer sus tinturas, y de que tiene una olla para cada procedimiento y color, cuando teje mezcla los colores como quien mezcla sabores. Sus pociones tintóreas pueden tener cáscaras de cebolla que normalmente serían basura, soda, hojas de chinguiza, hilos de cobre, trozos de hierro oxidado, aserrín de morito, palos de cascarillo o restos de coco seco. Si prepara los colores en su paila de cobre, el color cambiará. Después de sumergir las fibras de fique en la preparación, para fijar el color, puede utilizar cerveza, petróleo, chirrinchi, sal o alumbre. De sus experimentos, nada se desperdicia, pues guarda las aguas ya usadas para seguir tinturando, las vuelve a cocinar y les agrega nuevos ingredientes para dar con nuevos colores o tonos. Como si hiciera un fermento, sus nuevas preparaciones conservan la madre de las anteriores.
Tiene por costumbre trabajar cuando el sol está fuerte y menos mal en Atanquez, el resguardo indígena Kankuamo donde vive, suele hacer calor y alumbrar el sol. Cuando llueve, no saca colores. De su abuela materna, Prudencia Arias, aprendió no solo a tinturar sino a combinar los colores. Aprendió que el rojo, amarillo y verde juntos no combinan, y que en cambio se ve mejor una mochila de hilos naranja, coco y verde militar. A ella le gusta como se ve el blanco con el beige del coco, o el gris con el verde y el coco. De su abuela paterna, Victoria Montero, aprendió a tejer la gasa. Y de su madre, Zoila Arias, aprendió sobre el tamaño de las mochilas y cómo comercializarlas. Sabe que a un hombre le va mejor una mochila de un solo tono, gris o blanca, y que las mujeres las prefieren de colores fuertes, con motivos de hoja, caracol o camino. Así como sus abuelas y su madre le enseñaron los capítulos que componen su vasto conocimiento, ella le ha enseñado lo que sabe a su propia familia y a los jóvenes de la comunidad. Les transmite la información sobre las puntadas, los tamaños y medidas de las mochilas, les enseña a combinar colores y a prepararlos. Si le preguntan cómo sacar un color ella los invita a visitarla el día en que va a cocinar sus pociones, cuando el sol esté calentando.
Naturalmente, sus preparaciones de alimentos, entre los que sobresalen los remedios y los dulces, no se quedan atrás. Mantiene viva la cocina y medicina ancestral que le fue heredada. Hace las mieles y el ron con plantas que sirven para todo mal, para curar la picadura de una serpiente, el dolor de cabeza, fiebre, cólicos, tos y gripa. Y para darse un manjar, después de haberse aliviado de los malestares, están sus pastillas de chocolate. Ella misma recoge, tuesta y muele el cacao, que amasa y mezcla con aliños para hacer las pastillas que solo hace falta disolver en agua hirviendo. Quien visite a Aura, una conocedora del mundo natural y de la artesanía, que conjuga sus saberes en sus mochilas, no puede perderse su panela tanquera ni sus dulces de gandul, toronja, piña, coco, ñame o plátano maduro.
No puede copiar contenido de esta página