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Bertha Lidia Ortega

Taller: Taller de Artesanías Berly
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Pasto - Sandoná
Ubicación: Sandoná, Nariño


Nació en Linares, pero se considera sandoneña por adopción. Aunque en su corazón está la memoria de haber sido criada por su abuelita, doña María Josefina Ortega, la mujer que tejió hasta los 98 años y falleció pasados los 100, se llevó su aprendizaje a Sandoná. Lleva la cuenta de cuántos años lleva tejiendo y dice con orgullo que lo hace desde los seis. Se ponía al pie de su abuelita y la miraba tejer hábilmente como también lo hacía viendo a sus tías y primas mayores.

Cuando se sintió capaz, se “robó” unas pajitas y se escondió a intentar armar un sombrerito. Alguna tía la encontró y a pesar de que le rogó que no le dijera a su “mamita”, allá terminó frente a los ojos severos de doña Josefina. Pero, en lugar de regañarla, celebró su impulso y talento, y se dedicó a enseñarle. Le fue tan bien que no había llegado de la escuela y su mamá ya le estaba dando pajitas para que empezara los sombreros que luego su abuela trabajaría y terminaría. A sus 14 ya era una experta.

Y claro, sabe que su infancia fue dura, que le faltó cariño materno, consentimiento y algún regalito de cuando en cuando, pero sabe que esa dureza le enseñó a vivir. Aunque siempre sintió ese vacío, le bastó con tener el amor de Josefina. Pero quedó inesperadamente embarazada a los 17 y tuvo que irse de la casa. Allí fue cuando emprendió camino a Sandoná, un pueblo que le abrió los brazos que en su casa se le cerraban. Allí crió a sus cuatro hijos y, a pesar de que el matrimonio no le duró, los sacó adelante y les dio el estudio que ella nunca recibió.

Dejó de lamentarse por no haber sido azafata o policía y se dedicó a tejer con devoción, con la meta clara de salir adelante, siguiendo el ejemplo de esa abuela que también tuvo que criar sola a su familia con las manos. Los años le fueron enseñando más técnicas de tejido, los calados, el cordón sencillo, el cruzado, el apareado, los cuadrados y rectángulos, la galleta, la muñeca, las rosas… los mil y un tejidos que se ha dado a la tarea de enseñar y, sobre todo, mostrarle a sus clientes sus particularidades para que, también ellos, vayan valorando el trabajo y sabiendo lo que implica hacer cada puntada.

Cuenta que así como para el sombrero su complemento es la horma, para el tejido de rollo, su favorito y en el que se ha destacado notablemente, es la aguja capotera. Por cuenta de sus manos ha viajado por todo el país de feria en feria y se siente feliz de llevar en alto el nombre de Sandoná y en el corazón, siempre, el de su abuela.

Artesanos de la ruta

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