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Diva del Carmen Jiménez, Zuly Rodríguez, Hermelinda Muños, Elid Cenit Hernández

Taller: Totumo Republicano
Oficio: Trabajos en no maderables
Ruta: Ruta Magdalena
Ubicación: Ciénaga, Magdalena


Diva es solo risas. Contagiosas, además. Mira con esos ojos alegres y habla con la cadencia del agua, esa que la rodea en su paisaje cienaguero. Junto a sus compañeras artesanas, entre las cuales Zuly que se asoma, se dedican a la elaboración de productos en totumo, ese fruto bello que se descuelga de los árboles que crecen en las zonas bananeras y que pueblan este paisaje del Magdalena. Con ella, generaciones enteras, lo han usado como recipiente para bañarse “a totumazos”, así como coca para servir el arroz, vajilla para tomar la sopa y el chocolate, usarlo de cuchara o para comer la mazamorra, para colar el café, para moler el achiote y hasta para jugar cuando niños, volviéndolo caparazón de la tortuga morrocoya. Todas cuentan que el totumo se usaba porque los pocillos o platos de peltre, que uno que otro tenía en casa, eran para “la visita” y aseguran que el árbol es tan generoso que también sus flores y pulpa les han servido por años como remedio contra la gripa y otros males. Y hasta para hacerse tintura para el pelo.

Con estos recuerdos de toda la vida, esta mujer cálida nos cuenta de su Ciénaga Grande, ese hogar que quiere tanto y al que nos invita a pasar, por la belleza de este inmenso terreno pantanoso y colmado de garzas, patos, cigüeñas, cóndores o paujiles y que anuncia un cambio de paisaje de sabana a orilla, en donde aguas dulces de ríos subterráneos, algunas calientes y otras frías, inagotables si no se les perturba, se conectarán finalmente con las saladas del mar Caribe. Será el tránsito maravilloso de aguas fangosas llegadas del Río Magdalena, que se juntarán con las aguas frías de los ríos Toribío, Río Frío y Córdoba y que desembocarán y se purificarán con la sal marina. Diva, como si nos faltara belleza en este viaje, menciona el Volcán del Totumo, con sus magníficas aguas termales, y se regodea diciendo que, además, cerquita está la Sierra Nevada de Santa Marta. Su único pero, la vecindad con el carbón que les ensucia las playas.

En medio de ese paisaje disfruta vivir y, desde hace unos años, ella y sus compañeras, Zuly, Hermelinda y Elid, han emprendido la tarea de ver en esa materia prima que les abunda, una forma del sustento, convirtiéndola en artesanía. Gracias a talleres dictados tanto por el Sena como por Artesanías de Colombia, han visto en este fruto del totumo objetos decorativos más allá de su funcionalidad de toda la vida. Y aunque el proceso de preparación de la materia ha variado muy poco con los años, pues sigue constando de las etapas de recolección, secado, la pasada por la brasa y el despulpado, lo que sí ha pasado es que han aprendido técnicas decorativas. Una de ellas, el calado, con el que están perforando el fruto para hacerle patrones de dibujo, como los diseños de los balcones republicanos que todavía se ven por la zona, así como las hojas de plantas y flores del municipio, como la Catleya, con la que decoran portamateras y otros objetos para la casa.

Cuando se van de recolectoras, estas mujeres se dedican a fotografiar naturaleza y arquitectura, para luego pasar esos diseños a plantillas con las que posteriormente trabajarán a mano con bisturíes hechos por ellas y con los que diseñan el totumo; más de una vez se han malherido en la tarea de la perforación, pero eso no les amaina las ganas de seguir creando. Es más, cual alquimistas, han aprendido a teñir y a combinar tintes naturales, de achiote, mangle, pepa de aguacate o zanahoria con los tintes industriales que fijan mejor. No se cansan, así que también están haciendo bisutería, collares y aretes labrados, siempre rogando porque no se les parta el totumo al último momento, cosa que a veces sucede y les saca una lágrima. Aun así, se acompañan y, por fortuna, lo que les sobra es la risa, así que al mal tiempo buena cara. Y siguen.

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