Taller: Casa Mujay
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Putumayo
Ubicación: Sibundoy, Putumayo
Doris tiene sus esperanzas puestas en su hijo Carlos Alberto. Dice que hará todo lo posible por que el niño siga enamorado de su legado kamentsá. Quiere que le pase lo que a ella que, aunque tuvo que separarse de la enseñanza que le dieron sus abuelos sobre el valor de la vida y la armonía con la naturaleza, siempre anheló volver a ese lugar en donde se sentía tan cercano y coherente el conocimiento. Y es que tuvo que alejarse por entrar, primero al hogar del ICBF que llegó a impartir alimento y cuidado entre los niños del Valle de Sibundoy en los años de 1980, y luego, a la Escuela Normal Superior regida por monjas. Con todo, nunca se le olvidaron esos tiempos dulces de la infancia al lado de Josefina y Crispín. Para ella, sus tres primeros años de vida definieron su alegría y buscar, como fuera, la dicha del ser indígena que le transmitieron sus abuelos.
Hija de madre kamentsá y padre inga, el reto de conservar las tradiciones de su pueblo ha sido su misión en la vida. Heredera de los liderazgos de su abuelo Crispín, reconocido taita de Sibundoy, y de su madre Concepción, sabe que los obstáculos son permanentes y que es muy fácil perder los vínculos y, de esta forma, ir borrando el pasado y la memoria familiar. En su caso, lo vivió por distintos frentes. Por el lado de sus padres quienes, al ser de distintos pueblos, encontraron en el español su forma de comunicarse; ello hizo que fuera perdiendo la lengua materna y que hiciera todo por recuperarla luego en la escuela bilingüe a la que, por fin, entró en su adolescencia. Pero también el desarraigo lo padeció en su vida adulta. Cuando se casó enfrentó las amenazas que sufrió su esposo, un líder comunitario que había sido reclutado forzosamente de niño por la guerrilla, y que los hizo desplazarse del pueblo de Sibundoy por 12 años.
Curiosamente, o consecuentemente, estar lejos la hizo reforzar sus orígenes, los recuerdos de su infancia. Se agarró de las tradiciones de su pueblo y se empecinó en aprender a tejer. Era su fórmula para conectarse con su tierra lo que la hizo recordar a su mamá y a su tía tejiendo chumbes, y, en ello, adentrarse en la simbología de su pueblo kamentsá.
Serían muchos años después que emprendería una misión, otra misión: rescatar el saber de las mayoras, de las mamitas. Fueron tres años convenciendo a estas maestras de sentarse a trabajar juntas con el objetivo de dejar una pieza que le sirviera de guía a las nuevas generaciones. Y lo logró. Doce maestras tejieron, durante seis meses, una faja de 28 metros de largo en donde plasmaron todos sus sentimientos llevados a los símbolos kamentsá. Han logrado detectar 118 símbolos, aunque solo en 9 han podido profundizar. De esto hace ya casi una década, en donde hoy solo sobreviven cuatro de las mamitas.
Doris, finalmente, pudo regresar a Sibundoy y sabe que tiene mucho por hacer todavía. Sin embargo, la llama que la mueve es fuerte, es la memoria de todas esas mujeres a las que honra cada vez que sus hilos emprenden el reto de contar una nueva historia.
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