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Esperanza y Eduardo Meneses Gómez

Taller: Cuerno Arte Meneses
Oficio: Trabajo en cacho
Ruta: Ruta Norte de Santander
Ubicación: Bochalema, Norte de Santander


Esperanza lleva el mejor nombre posible cuando de hablar de su historia se trata. Esta mujer elocuente y alegre sabe que carga un tesoro consigo: la convicción de encarnar, ella y su familia, el secreto para transitar la vejez con una sonrisa estampada en la cara. Se ríe al decir que de quienes va a hablar, de ella y sus hermanos, tienen, todos, más de sesenta años y que, aunque con canas, son enérgicos y tienen la chispa de la vida intacta. Esto, porque pusieron al servicio de la eterna juventud las manos artesanas, manos que, además, se formaron cuando recibieron sus cheques de pensionados.

Por cosas de la vida y de la errancia de su hermano mayor, Eduardo, la familia Meneses terminó devota de un oficio, el trabajo en cacho, y se dedica a hacer las más bellas joyas y piezas en esta materia prima. Resulta que, siendo muy joven, el primogénito se fue para Bogotá y se esfumó de la faz de la tierra por más de veinte años. Todos hicieron sus vidas con el huequito de su ausencia en el corazón, ella, Esperanza, dedicándose a ser profesora de educación primaria por varias décadas. Un día recibieron la llamada de ese hermano que había desaparecido: estaba pidiendo ayuda.

Ella, ni corta ni perezosa, empacó unas cosas con otros de sus hermanos y emprendieron viaje a la capital. Allí descubrieron que se había mantenido por años haciendo artesanías, entre las cuales, piezas espléndidas de cacho. Lo rescataron. Pero, de vuelta, él lo hizo con ellos, pues, apenas pensionada, Esperanza le preguntó si les enseñaría a todos a trabajar el cacho en su Bochalema natal. Cuán no sería su felicidad cuando les dijo que sí.

Al ahondar un poco más, lo cierto es que los Meneses tienen el gen de la creatividad en la sangre. Al recordar a su papá, don Rafael María, Esperanza nos habla de un hombre que supo cómo consentir a su enorme camada de diez hijos. Al ser una familia modesta era el padre quien se inventaba los juguetes de los hijos y los accesorios de las hijas; con pepas les hacía a las niñas collares y aretes. También llenaba de pólvora cachos para quienes usaban escopetas. Allí arranca este oficio familiar. Con el ingenio en pleno, pulía los cuernos de la vaca con un pedazo de vidrio y les echaba grasa de res para que cogieran brillo. Además, fue conocido por hacer las argollas de matrimonio del pueblo, globos de navidad y por elaborar las máscaras de los disfraces de las festividades decembrinas, en papel maché, y que hacía laboriosamente con moldes de arcillas. Un hombre increíble.

Aunque a ella no le gustaban los oficios artesanales cuando niña, hoy tiene clara la ironía, pues a eso se dedica hoy en día, completamente entregada. El tiempo se alarga y les colma las horas y sabe que a veces se le pasan las noticias de la noche por estar puliendo y haciendo joyas con Eduardo, así como viendo hacer ruanas y tejer en crochet a Consuelo y Jimena. Todos honran su pasado, dedicándole su presente.

Como buena alumna, le aprendió la técnica a Eduardo y deja que sea el director de orquesta de esta familia artesana. Esperanza habla con propiedad de un oficio que tiene un inmenso trabajo, empezando por la limpieza de los cachos, su secado de dos a tres meses, su aplanchamiento –se calientan al fuego y se pasan por una prensa–, su lijado desde la más gruesa hoja de 60 hasta la más fina de 400, y su brillo con polvillo de piedra de río o de loza. Todo esto siendo el proceso previo a la elaboración de la pieza que se desarrollará siguiendo un riguroso diseño. Sabe que de un cacho se puede hacer uso en su totalidad, pues las puntas que antaño su papá cortaba para rellenarlo, ellos las usan para hacer anillos o dijes. Se enorgullece de lo que hacen, y tiene toda la razón para ello pues sus joyas son de una inmensa hermosura.

Cuando se cansa y piensa en retirarse, su sobrino Johnattan, o Pepe como le dicen con cariño, le hace ver que la fuente de la salud que tiene es la feliz ocupación de sus días. Y la convence de seguir. También le alegra saber que será el heredero del negocio de familia y que toda esa creatividad de los Meneses seguirá marcando la pauta en esta historia.

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