Es el innovador de la estirpe Obando. Heredero de la tradición de una familia que desde mediados del siglo XIX preserva la técnica del barniz de Pasto, se reconoce el continuador de un legado. Dice que lleva casi 40 años en el oficio, pero sabe que son casi cinco más porque desde sus 10 años fue el aprendiz de su padre, José María Obando. Se sentaba a su lado y lo miraba trabajar con rigor. Como Nancy, su hermana, la disciplina la aprendieron del ejemplo.
Le gusta contar esa larga historia de una técnica traída por los españoles en tiempos de la Colonia, cuando los motivos que se dibujaban eran molinos de viento, lagos con cisnes y castillos, para luego irse adaptando a una nueva tierra con sus particularidades y el encanto del sincretismo. Pero también recuerda lo duras que fueron las batallas independentistas y cómo se diezmaron las comunidades artesanales por cuenta de las guerras. Su familia fue una sobreviviente.
En esa larga historia del barniz, el paso del tiempo fue marcando su pauta y de los castillos y molinos cervantinos, los dibujos empezaron a ser montañas nariñenses, campesinos, ñapangas y vírgenes y, mucho tiempo después, ese pasado prehispánico que siempre había estado ahí. Los artesanos plasmaban a las “momias” de San Agustín, como las llamaron, para también ahondar en la iconografía de los Pastos y Tumacos, los vecinos de siempre de la zona.
Germán incluso ha profundizado en los patrones de los Tayrona y los Zenúes, pues le resultan riquísimos en sus diseños, a los que les suma la fauna y flora que los acompañaron. Su sello es la finura de sus trazos y la búsqueda de los más delicados gestos en las figuras que diseña. Es un investigador insaciable y está convencido de que la mejor manera de preservar la tradición es, paradójicamente, desde la innovación. Ganador de la Medalla a la Maestría artesanal contemporánea, su trayecto ha sido imparable en esa búsqueda por encontrarle el barniz de Pasto nuevas aplicaciones.
Así, al hacer ñapangas, las vestía con los más preciosos trajes y faldones decorados, imaginándose diseñador de modas. Eso lo llevó a hacerle el traje artesanal a una Señorita Nariño en el Concurso Nacional de la Belleza, así como una colección de calzado para desfiles. También, junto a su hermano diseñador industrial, se inventaron un jarrón Galeras, inspirado en el icónico volcán pastuso, así como una serie de productos para tomar café, que los hizo acreedores del premio de diseño Lápiz de Acero en dos ocasiones.
Esa apertura lo ha llevado a tener colaboraciones con la joyera Tatiana Apráez, que ha reemplazado las piedras preciosas en sus accesorios por apliques en barniz de Pasto, y la diseñadora Francesca Miranda, quien diseñó una sofisticada colección de carteras de mano con esta técnica. Nada lo frena, enchapar puertas de neveras, empaques de botellas de whisky de colección, trabajar el barniz sobre vidrio, metal, mármol o corcho. Obando está llevando el producto original nariñense a otro nivel.
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