Taller: Asopuri
Oficio: Cestería y tejeduría
Ruta: Ruta Guaviare
Ubicación: El Retorno, Guaviare
Resguardo indígena la Asunción, El Retorno, Guaviare
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Los padres de Irene Vasconcello llegaron del Brasil en tiempos de cauchería. Cruzaron cuando todavía existía el Gran Vaupés, conformado por lo que hoy son los departamentos del Guaviare, Guainía y Vaupés, y trajeron consigo la herencia Tukana del tejido en cumare: usaban esta fibra para hacer atarrayas y pescar mojarritas, nicuros, palometas, bagres y bocachicos de los caños junto a los que vivían. Ahora, Irene usa el cumare para hacer manillas, bolsos, joyeros, aretes, paneros y porta cazuelas. Los hace en crochet, en rollo, con una aguja capotera o en telar, y trabaja junto a un grupo de quince artesanas que, a pesar de llamarse Grupo Tukano, de él también hacen parte mujeres de las etnias Guanano y Desano.
A pesar de que esta sea una tradición que pasa de generación en generación, y de que sus padres tejan, a Irene le llegó este conocimiento por otra vía. Mucho antes de aprender a usar el cumare vivió en Guayatá, Boyacá, una tierra de monocultivos de papa, habichuelas y arveja, muy distinta de su tierra de chagras sembradas con yuca brava, yuca dulce, plátano, maíz, ajíes y plantas medicinales, en las que usan una parcela por dos años y la dejan descansar dos o tres años antes de tumbar y quemar el rastrojo para volver a sembrar. Llegó a Boyacá con su esposo, Luis Anibal Daza, oriundo de ese clima frío. Allá vivieron por quince años antes de volver al resguardo indígena La Asunción, en el Guaviare, en el que aún viven junto a otras 32 familias de tukanos, piratapuyo, nasas, cubeos, barazanos, y guananos. De vuelta en su tierra, Irene quedó embarazada de su último hijo y no pudo trabajar. Mantenía en la casa y fue entonces cuando vio a otras mujeres de la comunidad tejiendo, haciendo productos que le parecieron muy bonitos, y les pidió que le enseñaran. Su hijo ya es un adolescente, y ella cada día se empeña para que sus tejidos queden mejor.
Aprendió mirando y preguntando todo sobre este material propio de las artesanías de la cuenca amazónica. Las fibras se sacan del cogollo de la palma de cumare y hay que buscarla y sacarla a tiempo, no antes de que sea el momento porque sale débil. Si se siembra, la palma tarda tres años en dar los cogollos, pero en la comunidad de Irene, como hay mucho monte y rastrojo, encuentran la palma creciendo libre y saben que una vez empiece a echar cogollos, deben dejarlos crecer por un mes antes de arrancarlos. La fibra que resulta del raspado y lavado es una muy resistente y duradera que, si se entorcha, dura aún más. Además, se puede lavar y los tintes naturales con los que la tiñen no se desvanecen.
Irene lleva ocho años siendo la capitana del Grupo Tukano y uno de sus objetivos ha sido convencer a sus compañeras de trabajar juntas, reunirse a tejer y sacar los pedidos que reciban. Hasta hace un tiempo se reunían en la maloka del resguardo en donde, además, la comunidad celebra sus congresos y recibe a turistas interesados en conocer más sobre su cultura indígena. Si visitas a esta artesana, asegúrate de separar un almuerzo típico: un pescado moquiado, cocinado a fuego lento, un pescado en quiñapira, o una muñica, deliciosa sopa de pescado con ají. Y para tomar, un jugo de piña, de palma patabá, o una colada de lulo.
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