Todo empieza a hacerle sentido. Al menos todo el que no encontraba antes. Iván nació entre la lana, pero se tardó muchísimo tiempo en entender que ese era su destino. Lo vino a descubrir cuando ya no tenía mucho más que perder, luego de años de desencuentros y frustraciones, de sentirse perdido porque no hallaba cuál era su vocación. Trasegó por la Veterinaria y la Ingeniería industrial, caminos que no tenían nada que ver con él pero que revelan lo perdido que se encontraban, hasta que decidió lanzarse a lo que verdaderamente le gustaba: el Diseño de modas. Para ello, se trasteó a Bogotá. Allí empezaron a enderezarse las cosas porque por fin se sentía cómodo con sus gafas, su pelo largo y las pintas de rockero que le encantaba vestir. Aunque tenía esta idea de pintar figurines y aprender de tendencias de modas, así como estar en desfiles, tuvo que remangarse y aprenderlo todo sobre coser y el dominio de la máquina plana. Fueron años lindos.

Sin embargo, conseguir trabajo en ese campo y, peor, idearse una marca, le fue muy difícil, así que regresó a Paipa, la tierra que acogió a sus padres cuando decidieron asentarse luego de haber pasado unos años en Tunja, ciudad donde él nació. Pensar que su talento lo estaba desperdiciando al estar vendiendo ropa importada de sol a sol, lo mantenía triste. Hasta que doña María Concepción Gamba, esa mamá tejedora y bordadora que le había acolitado todos sus bandazos a pesar de no tener un hogar holgado, al verlo así, le dijo que trabajaran juntos.

Y, así, la luz regresó cuando empezó a imaginarse una ruana distinta. Finalmente podía poner en práctica su carrera y la combinaba con la tradición que tenía en la sangre desde siempre. Juntó los retazos de tantos tejidos arrumados en el taller familiar, y se inventó un diseño que a la gente le gustó. Volvía la alegría al sentir que por fin se valoraba lo que hacía. “De los retazos salió algo bueno, de esas cosas que a veces la gente desecha. Ahora veo que, de alguna forma, mi proyecto de vida nació de los retazos, y entiendo lo bonito que es rescatar. Creo que así es la vida”. Con la firmeza de, por fin, haber hilado los fragmentos de su vida que estaban descosidos, entendió sus raíces y pudo, verdaderamente, empezar.

Con su mamá han seguido con Tierra de Mantos, la tienda de tejidos que se inventaron con su papá apenas trasteados a Paipa en 1981. Allí honran el origen muisca del departamento de Boyacá, Boiaca, y que significa tierra de mantos y mantas. Mezclan productos de la más pura tradición del tejido boyacense con otros que tienen toques de innovación para los más avezados. Siempre, eso sí, con ese ojo perfeccionista que le hace tener unos acabados impecables. Iván, ya en su salsa y realizado, tiene claro que la herencia de los Méndez Gamba continúa.