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María de los Ángeles Vásquez

Taller: Amedé/Asotelares (Asociación de telaristas del cauca)
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Cauca
Ubicación: Popayán, Cauca


Aunque lleva muy poco tejiendo, María de los Ángeles Vásquez supo que este oficio era su vocación y ha hecho todo lo necesario para sentirse a la par de quienes tienen el dominio de la lana en sus venas. Así, con disciplina y pasión, se ha hecho un lugar en la tejeduría en Popayán, y desde su taller y la organización que constituyó con unas compañeras, la Asociación de Telaristas del Cauca, Asotelares, ha construido un proyecto que tiene mucho de refugio. Cuenta que los cinco telares con los que trabajan se han convertido en la mejor terapia para la alegría y atesora la compañía que se brindan entre las mujeres que se entregan al tejido. Pero si además de sentirse bien producen prendas preciosas, pues qué más se puede pedir.

Ella nació en Cali, pero desde niña vive en la ciudad blanca. Recuerda que, buscando un mejor porvenir, sus papás migraron del Huila, pasaron por Cali y terminaron asentados en Popayán. Esta ciudad es su hogar, allí se casó y es la tierra de sus hijos; además estudió una ingeniería civil que no acabó y que cuando sus hijos crecieron quiso teminar, pero al decirle la universidad que volviera a empezar la carrera, se decidió a buscar otro futuro, y lo encontró en la artesanía. Lo sintió como una especie de llamado que, sin tenerlo en ese momento tan claro, terminó siéndolo. En los telares encontró eso tan abstracto que es la sanación haciendo cosas bellas. Porque hoy, que ya está del otro lado y lo reconoce, la pasó muy mal en su vida de pareja y esas muchas formas de la violencia la tenían apagada. Pero ya, ya se volvió a encender y es puro júbilo y energía.

Estudiando tejeduría se encontró con la riqueza cultural que había en su región. Descubrió una tradición que está pegada a las comunidades indígenas de su territorio, de paeces y misaks, y se fascinó con sus historias y simbologías, pero se alarmó al ver que muchos de esos conocimientos textiles corren el riesgo de acabarse si no se les apoya y conserva. Con eso en mente emprendió una cruzada por salvaguardar los oficios ancestrales, de principio a fin de la cadena, haciendo hincapié en la importancia de la crianza de las ovejas (y todo lo que las acompaña, la esquilada, la urdida, el hilado), para que este saber no se pierda al ser éstas las proveedoras esenciales de la materia prima de los tejidos del Cauca. También celebra los usos y tejidos tradicionales, por lo cual, está feliz de saber que dentro de poco le llegará al taller una guanga, un tipo de telar vertical que recoge la práctica indígena de amarrárselo a la cintura para tejer.

Aunque se sabe todo exploración y no es reacia a usar materiales sintéticos o mezclar productos como tiras de jean o accesorios y otras telas para idearse las prendas que ofrecen, está convencida de que la innovación comienza dominando perfectamente lo que la tradición tiene para enseñarnos. Así lo ha hecho y lo continúa haciendo. Le gusta que la gente las vea tejer para que se den cuenta del inmenso trabajo que hay detrás de cada tapicería para muebles, cojín, camino de mesa, pie de cama, manta, chalecos, cardiganes, bufandas, chalinas o bolsos que hacen en su taller, ese lugar mágico que bautizaron como Amedé, un par de siglas que significan Ayuda entre Mujeres y cuya tilde es una luna, símbolo de los ciclos femeninos. Los resultados no se han hecho esperar. Están participando en encuentros artesanales como Manos de Oro y las representa una plataforma que hace comercio justo y así se llama Just. Así que, aunque lleven poco, tienen mucho por delante.

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