Taller: Artes Damar
Oficio: Tejeduría
Ruta: Ruta Arauca
Ubicación: Arauquita, Arauca
Desde que María José Fernández vio un sombrero tejido en fibra de plátano en una feria en Puerto Rondón, Arauca, descifrar la mejor manera de usar ese material se convirtió en su fijación. Por ese entonces, en el 2009, estudiaba Administración y, en una clase, les pidieron identificar una de las bondades de su tierra. Ahí brotó su amor por esta fibra, que lleva años estudiando y tejiendo.
A punta de videos que encontraba en internet, María José se fue empapando de información. Aprendió en qué lugares del mundo usan las fibras del vástago de plátano y, en especial, en qué partes de Colombia se usa y cómo. Todo lo que veía lo replicaba, sin miedo a fallar, pues sabía que hay que cometer errores para conseguir lo que se quiere. En su camino de prueba y error ensayó distintos procesos: golpear las sajas como al fique, peinarlas o cortarlas como se suele cortar la calceta de plátano. Pero no daba con el resultado que estaba buscando. Siguió ensayando las técnicas que investigaba, hasta que se decidió por inventarse su propio método. Su propósito era conseguir una fibra resistente para cargar peso y soportar el ambiente húmedo de Arauca. Quería una fibra que no se cuquillara, es decir, que no le salieran los puntito de moho negro que solía afectar a los productos de calceta de plátano en su región.
María José sabe que su producto es la fibra. Tras dos años de investigación y muchos intentos, descubrió que el secreto estaba en el cortado de la planta. Una vez encontró la forma de obtener su fibra ideal, empezó a tejerla. La primera técnica que intentó fue el macramé, pero no le gustó cómo quedaba. Siguió con las trenzas, similares a las que se usan para tejer sombreros vueltiaos en la costa, y le costó trabajo entender cómo funcionaba eso de los pares de fibras hasta que un día su esposo, al verla tan frustrada, se sentó con ella para descifrar las trenzas y lo lograron. Por ahí siguió y tuvo que resolver, además, el problema de las uniones, pues sus tiras de fibra de plátano no eran tan largas como para hacer una trenza extensa. Eventualmente aprendió a unir fibras a medida que iba tejiendo, sin necesidad de coserlas. Y así siguió con el crochet, que había aprendido en bachillerato pero hasta entonces no había ensayado con su material, y después con el tejido tipo esterilla, que empleó para hacer canastos y bolsas. Como no deja de aprender, actualmente está aprendiendo a hacer cabuya de fibra de plátano, y a tejer con ella.
A esta persistente artesana no le gusta repetir, ni las técnicas de otros ni los diseños de sus creaciones. Sabe que sus clientes son las mujeres y quiere darle a cada una un objeto único. Por eso a cada bolso que hace, sus piezas más distintivas, le da su toque: combina distintos tipos y tamaños de agarraderas con sus estilos de tejido, que además tiñe de rojo, verde oscuro, negro y azul claro. A pesar de que lleva años dictando cursos de tejido en crochet, bordado y de tejido de manillas, no fue sino hasta hace muy poco, en 2023, que María José se aventuró a compartir su técnica para preparar la fibra del vástago de plátano. Para ella, su oficio artesanal es como un hijo más —que de hecho tiene la misma edad de su hija, Dara Sofía Carreño, nacida al tiempo que sus investigaciones sobre la fibra— al que ha nutrido y ha visto crecer y, por lo tanto, protege con firmeza. Pero la vida quiere que aprenda, además de todo lo que ha aprendido empíricamente, a compartir su saber. Ese es el nuevo reto de esta artesana que siempre ha sabido solucionar lo que se le presenta.
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